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Las monjas cambian su versión sobre la cantidad que les robaron y el origen del dinero

El robo en el convento cisterciense de Santa Lucía en Zaragoza, lejos de aclararse, está adquiriendo tintes de novela de intriga. A los interrogantes de qué hacían unas monjas de clausura con un millón y medio de euros en efectivo guardados en bolsas de plástico y quién los robó, se sumó ayer una nueva incógnita, el cambio de versión de las religiosas tanto en la suma sustraída como en su procedencia.

Las hermanas decidieron contratar los servicios del penalista Jesús García Huici a media mañana de ayer, cuando se vieron cercadas por los medios de comunicación. García Huici, además de encargarse de su representación, va a ejercer como portavoz ya que "dada su situación de clausura no están en condiciones de ofrecer información", ha explicado a este periódico en conversación telefónica. El abogado se encargó de puntualizar ayer en los juzgados de la plaza del Pilar, a donde acudió para personarse en la causa y ampliar la denuncia, que las monjas nunca declararon que les fueran sustraídos un millón y medio de euros, sino que en la denuncia que presentaron el día 1 de marzo, concretaron que fueron 450.000. "En distintos tipos de billetes, no solo de 500", ha apostillado esta mañana.

La versión que las religiosas dieron a la policía el día 28 de febrero, cuando denunciaron el robo, difiere de la que volvieron a ofrecer el día 1 de marzo, fecha a la que se refiere la denuncia que exhibe García Huici. Según fuentes cercanas a la investigación, las primeras explicaciones de las monjas se hicieron entre las 7.30 y 8 de la mañana del día 28, cuando informaron a los agentes de la comisaría de distrito del barrio de San José que acudieron al convento, que "echaban en falta un millón y medio de euros" que, según indicaron, guardaban en bolsas de plástico en el interior de un armario. La policía científica pudo comprobar que se habían forzado tres puertas, la de entrada, la de la habitación donde se guardaba el dinero y la del mueble que lo contenía. Sin embrago, cuando el Grupo de Robos de la Brigada Provincial de la Policía Judicial se hizo cargo del caso y volvieron a tomar declaración a las religiosas, la monja superiora, que se personó en las dependencias policiales, dio la cifra de 450.000 euros.

Las monjas también se contradicen a la hora de explicar el origen del dinero en efectivo. En su primera declaración alegaron que provenía de los "ahorrillos" de 40 años. El 1 de marzo, "seguramente alertadas de que semejante cantidad podría ser constitutiva de delito fiscal", según una hipótesis de fuentes cercanas a la investigación, relataron que eran fruto de los ingresos por sus actividades de encuadernación y la venta de los cuadros de sor Isabel Guerra, la monja pintora. Ayer, García Huici también apostilló a la prensa que parte del dinero acababan de sacarlo del banco y tenían preparadas varias cantidades en efectivo para entregarlas como limosna.

La policía encargada del caso ya ha remitido un informe a la Agencia Tributaria que exigirá a la congregación que justifique la procedencia del dinero que guardaban las monjas. Algo que su abogado aseguró el martes por la tarde que podrían hacer sin problema. Esta mañana, sin embargo, García Huici no ha creído necesario que sus representadas deban probar de dónde viene."No están acostumbradas a dar explicaciones de lo que hacen", ha dicho, y ha comentado que ellas prefieren tener el dinero en el convento porque "dado que no pueden salir a la calle a menudo a sacarlo", así lo tienen a mano. García Huici tampoco ha podido concretar cuánto cobran las hermanas por sus trabajos de encuadernación, ni la regularidad de las ventas de las pinturas de Isabel Guerra.

La investigación policial y la versión de las monjas también difiere en cuanto al momento en que el robo tuvo lugar. Ellas alegan que el ladrón debió entrar el domingo por la mañana mientras celebraban misa, el único momento en que la puerta de entrada está semiabierta para que puedan entrar los feligreses. Según su abogado, las hermanas no se percataron del hurto hasta el día siguiente temprano porque el domingo "su rutina varía al recibir visitas de familiares". Sin embargo, la policía asegura que, precisamente, una de las tres únicas puertas forzadas es la de la entrada.

Lo que sí es cierto es que la policía, además del origen del dinero robado, está investigando quién lo sustrajo y, de momento, el cerco se ha estrechado en el entorno de convento: los trabajadores contratados por la congregación para atender a las monjas más ancianas, los proveedores, los que encargan las encuadernaciones y alguno de los operarios que participaron en las obras que recientemente se han hecho en el interior del edificio. Todos los sospechosos han sido llamados a declarar en calidad de testigos y no hay ningún imputado todavía. Lo que es seguro es que quien lo hizo sabía perfectamente dónde buscar. Acceder al armario no es fácil y sólo se forzaron las cerraduras necesarias.

A las monjas no parece asustarles que el ladrón sea alguien cercano. "Ellas lo que quieren es recuperar su tranquilidad de espíritu para continuar con sus rezos y su trabajo".

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