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Las mezquitas de Alá

Unas cuatrocientas pequeñas mezquitas o centros de culto musulmanes se reparten por toda España, 34 de ellos sólo en Madrid. Sin apenas fondos y con «imanes» pluriempleados que improvisan sus sermones, son caldo de cultivo para que ramas radicales y adineradas como el wahabismo empiecen a adueñarse de un terreno cuyos protagonistas piden ayuda para controlar

Mucho antes de los atentados de Madrid, en España ya había germinado una creciente curiosidad en torno a todo lo referente a la teología y las costumbres musulmanas. Más tarde, esta curiosidad se tornó en inquietud: la detención de la célula de Abu Dahdah y los datos que se fueron filtrando a la Prensa sobre la preparación de los atentados del 11-S confirmaban los peores presagios. España dejaba de ser un remanso de paz y «excepción europea» para convertirse en tierra fértil para los sembradores del odio y de los discursos apocalípticos.

   Al contrario de lo que se podía pensar, la presencia de asociaciones islámicas en España no es nueva. Mucho antes de la mezquita de la M-30 y la de Estrecho, en Madrid ya existían centros y mezquitas donde los musulmanes de la capital realizaban sus cultos y asistían a clases y conferencias sobre la teología musulmana. Los dos más conocidos eran el Centro de Alonso Cano y la Asociación Islámica de España, en Francos Rodríguez. Fue precisamente en esta asociación donde Abdelhalak el Kamouni empezó a recibir las primeras clases sobre exégesis del Corán y las demás ciencias religiosas musulmanas. Ahora, Abdelhalak regenta un restaurante en la calle de Leganitos y pronuncia los sermones del viernes en muchas mezquitas de la capital y de los pueblos de alrededor: «He dado sermones en Alcorcón, Villalba, Getafe e incluso en Lavapiés. No hay muchos imanes y por eso me llaman a todos estos sitios». Desde los atentados de Madrid, estas mezquitas han ocupado todas las portadas, más después de las declaraciones del ministro de Interior, José Antonio Alonso, sobre la necesidad de regular las actividades de este tipo de santuarios religiosos.

    Pero la realidad es muchísimo más compleja: en España hay cerca de 400 mezquitas, y sólo en Madrid hay 34 repartidas entre la capital y los municipios de la comunidad. Estos lugares son un híbrido entre mezquitas y centro culturales; casi todos cuentan con la autorización de sus respectivos ayuntamientos, se autofinancian y en muchos casos son pequeños locales que no dan abasto para el gran número de musulmanes que viven en España. Bernabé López García, catedrático de Estudios Islámicos en la Universidad Autónoma de Madrid, cree que el Gobierno comete un error al focalizar en «las pequeñas mezquitas» lo que califica como «la articulación de fundamentalismo islámico y terrorismo. Esas mezquitas son locales de socialización e incluso de buena integración de las comunidades musulmanas en barrios o pueblos; lanzar sobre las mezquitas pequeñas ese anatema es un profundo error».

Escasa preparación religiosa
Las declaraciones del Imán de la mezquita de la M-30, el jeque Munir, apoyando la propuesta del ministro de Interior no tuvo un buen eco en el seno de la comunidad musulmana. Mohamed Saíd Alilech, Imán de la mezquita Al-Falah, en Getafe, cree que no hay que ser un «alem» (docto) para dar el sermón del viernes. Su rostro imberbe y sus 23 años no le han impedido ganarse a los casi 5.000 musulmanes que viven en Getafe: «Me pidieron que ejerciese de Imán y tuve que atenderles». Mohamed Saíd rompe con el clásico perfil del imán de este tipo de mezquitas. Además de poseer un título universitario y hablar perfectamente el castellano, Mohamed Saíd destaca por su mensaje aperturista y sus inmensas ansias de ofrecer otra imagen del Islam. Durante la semana trabaja como auxiliar en una farmacia del centro de Madrid y los viernes acude a la mezquita de Getafe para pronunciar su sermón. «Las intenciones del ministro de Interior no son viables, muchas veces el sermón que tengo que pronunciar lo improviso un cuarto de hora antes de la oración del viernes, suele ser sobre temas recurrentes que atañan la vida diaria de los musulmanes», asegura.

Anarquía y financiación
No obstante, esta realidad no puede ocultar la enorme anarquía y la profunda división que existe en la comunidad musulmana residente en España. Saíd Bouiri lleva más de 16 años aquí, es barrendero de profesión y a pesar de no haber ido nunca a la escuela, reconoce que todo lo que sabe del Islam se lo debe a unos compañeros suyos que conoció en la ciudad marroquí de Safi. Desde hace dos años, pronuncia los sermones del viernes en la pequeña mezquita de Valdebernardo. Bajo su custodia religiosa hay unas 45 familias, en su mayoría de origen marroquí. Saíd se confiesa abrumado y muchas veces superado por los acontecimientos: «Los jueves casi nunca llego a conciliar el sueño. ¿Qué decirles a los musulmanes que esperan mi sermón? ¿Cómo resolver sus problemas? Si el ministro nos quiere ayudar, que lo haga bien, porque si lo que pretende es saber lo que decimos, basta con poner una grabadora en el púlpito, nosotros podemos ayudarle en esta tarea».

   La financiación de este tipo de mezquitas es otro punto que plantea muchos interrogantes. Los tres imanes citados afirman que son los propios musulmanes quienes pagan unas cuotas mensuales. La mezquita de Getafe, en un intento de transparencia, publica cada mes en el tablón de anuncios los nombres de las personas que han aportado dinero y las cantidades ofrecidas. Coinciden también en que muchas mezquitas se ven obligadas a cerrar por sus problemas financieros. Es precisamente esta circunstancia la que permite la aparición de grupos de dudosos intereses que imponen sus criterios a fuerza de talonario. Un miembro influyente en la comunidad musulmana de Madrid aseguró que en muchas ocasiones algunas mezquitas llegan a recibir dinero procedente del narcotráfico o de los grupos afines a las doctrinas wahabíes con el fin de poder controlarlas.

   De entre los más de 600.000 musulmanes que hay en España, la mayoría son ciudadanos procedentes del Magreb, países que aplican la doctrina Malequí, conocida por su moderación y su flexibilidad. Pero el origen rural de la inmigración magrebí y el alto nivel de analfabetismo que castiga a esta comunidad, allanan el camino a múltiples manipulaciones y permiten que en España prolifere una «papilla ideológica» que es un alto factor de riesgo.

   Mohamed Saíd reconoce que es urgente una solución, pero que en la actualidad el Estado español no posee los mecanismos para dar respuesta a las necesidades de los musulmanes: «¿Quién haría los sermones de los viernes? ¿Los traductores? ¿Los catedráticos españoles de los estudios árabes?», se pregunta con cierta ironía.

   Los 28 años que Abdeljalak lleva viviendo en Madrid han hecho de él un profundo conocedor de las divisiones y las disputas que vive la comunidad musulmana española, por eso ve con cierto escepticismo una rápida resolución de los conflictos que rodean a los «servidores de Alá». «Habíamos planteado desde la Asociación Musulmana de España la supresión de todas las pequeñas mezquitas y la construcción de un centro en Getafe al que puedan venir todos los musulmanes de los pueblos de la comunidad… Pero hay muchas divisiones internas y casi nunca nos ponemos de acuerdo», relata Abdeljalak con cierta resignación.

   La comunidad musulmana de Madrid se siente triste, cansada y profundamente dolida. «Queremos que esto acabe pronto; al ministro le decimos que los terroristas y los imanes que les adoctrinan no son tan tontos, y que cuando quieren preparar sus crímenes, se reúnen en otros sitios y lo hacen en secreto», sentencia Saíd, imán de Valdebernardo que sólo piensa en reincorporarse a su trabajo después de operarse de una hernia discal.

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