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Las feministas de Andorra luchan por el derecho al aborto frente al rechazo de la Iglesia

Tras una intensa campaña en redes con el hashtag #Avortarem, en los próximos días el movimiento feminista del país reivindica el derecho del aborto, prohibido bajo todos sus supuestos, incluso con penas de cárcel. La iglesia tiene un papel clave en esta vulneración.

Yo tenía 18 años. Me quedé embarazada porque se le rompió el preservativo a mi pareja de entonces. Fui a la ginecóloga en Andorra. Estaba decidida a abortar. Ésta me dijo que me diría dónde podía ir, si antes me sometía a escuchar el latido fetal y a enseñarme ‘lo que llevaba dentro’. Tras este acto horrible la ginecóloga me preguntó si aún quería abortar, y le dije que sí. Concerté una cita en Barcelona. Hablé con mi familia. No tenían dinero, así que decidimos hacer una recolecta. El coste del aborto fue de 400€.

Fuí en coche privado acompañada de un familiar. Fue muy duro porque me sentía culpable por lo que me había hecho la ginecóloga, pero es que no podía… no podía… Mi situación personal no me lo permitía. (Se le entrecorta la voz.) A mí lo que me preocupó realmente es que nadie me explicó nada, nadie me explicó cómo iba a ser el proceso. Me sentía realmente mal. Ni en el hospital catalán me atendieron con la delicadeza que necesitaba. Me trataron como un perro.

Intenté preguntar a la enfermera algunas cosas y ella, con tono despectivo, me dijo que esto les pasaba a todas y ya me callé y me dejé hacer, en un proceso que me acarreó gran sufrimiento porque no me dieron las explicaciones que necesitaba para estar tranquila. Emocionalmente volví a casa muy tocada. No voy a desvelar el nombre de la ginecóloga que me atendió en Andorra, solo quiero que conste que tiene muchas denuncias por mala praxis, y aún ejerce con total impunidad en el país”.

Es el testimonio de Teresa (nombre ficticio). No puede dar su cara ni puede identificarse porque en el Principado de Andorra ser mujer y abortar puede conllevar penas de cárcel. Junto a una de las fronteras sur de España, Gibraltar, en nuestra frontera norte, el Principado de Andorra sigue anclado en un sistema feudal donde la prohibición del aborto tiene sus raíces en el poder de la Iglesia… en pleno siglo XXI.

A pesar de que el país forma parte de la Plataforma de Beijing y de la Cedaw (el organismo sobre los derechos humanos de la mujer), para entender por qué abortar en Andorra es delito hay que ir al pasado.

La historia explica el no al aborto: el poder de la Iglesia

Hay dos puntos clave. Para el primero hay que irse muy atrás. Hace más de 700 años se firmaron unos pariatges, es decir, se estableció el dominio de la ciudad a dos terratenientes. Por un lado, el rey de Francia se lo dio al Conde de Foix y, por otro, se nombró al obispo de la Seu d’Urgell. “Con lo cual siempre hemos tenido dos señores feudales. Tras la Revolución Francesa se resuelve que la parte del Conde pase al presidente electo en Francia, pero el obispo continúa como la otra jefatura del Estado, a pesar de que tenemos nuestro Parlamento desde 1993. Tenemos un coprincipado parlamentario donde nos gobierna la Iglesia, y parte de nuestros impuestos van al Papado. Andorra es católica, apostólica y romana”, explica Vanessa M. Cortés, psicóloga social y presidenta de Stop Violencies.

Para la segunda fecha clave hay que irse a 2005 cuando se aprueba el Código Penal. “Desde entonces se establece de forma oficial como delito el aborto y si desafías, y vas a abortar, pueden decretar desde arresto domiciliario hasta tres años de cárcel. Al médico o doctora que lo practique pueden inhabilitarlo hasta cinco años. Incluso nos podrían perseguir si abortamos fuera de Andorra, pero no lo hacen. Y eso nos lo echan siempre en cara, como que tenemos que dar hasta las gracias”, recuerda Cortés.

Así, el aborto está prohibido en todas sus formas: ni por malformación fetal ni por riesgo de vida de la madre ni por violación, bajo ningún supuesto. Antes de 2005 no existía Código Penal y cualquier causa judicial se desarrollaba con jurisprudencia. La situación ha sido, a lo largo de la historia, muy desesperada para estas mujeres.

Solo en una simple búsqueda en hemeroteca aparecen diversos casos, como el de una mujer que “abortó” disparando a su propio vientre en 1987. “Es que no os podéis hacer una idea de lo que supone – explica Cortés-. Aquí las mujeres tienen miedo a perder el trabajo, se las señala, es un miedo real… Abortar está muy, muy, muy mal visto en la sociedad andorrana. Es un tema tabú. Lo que pasada la frontera se ha normalizado, en Andorra lo normal es callarse y tener vergüenza”, detalla la presidenta de la asociación.

Datos que permanecen invisibles

Un aborto cuesta entre 300 y 1000 euros, pero apenas hay más datos ni cifras. “No tenemos información de cuántas mujeres violadas han sido obligadas a parir, o menores violadas por desconocidos o familiares. Sí tenemos el dato de los hospitales públicos de Catalunya. El año pasado accedieron 107 mujeres de Andorra para abortar. Este dato lo tenemos porque lo pide de forma anual la prensa del país, ni siquiera el Estado se preocupa. De estas 107, 11 mujeres eran menores de 20 años, pero no se indicó si también eran menores de edad. Y nos falta lo más grande: saber los datos de los centros privados, donde va el 90% de las mujeres”, comenta Cortés.

Desde hace un par de años las compañeras feministas se han lanzado a la calle para reivindicar el derecho al aborto, y estos días emprenderán una nueva campaña. Tienen como respaldo hasta la propia ONU, que ya en 2013 instaba al país aprobar este derecho.

Desde la asociación dicen que quizás ha marcado un antes y un después el hecho de que compañeras feministas y Arran quemasen este mismo verano una foto de Monseñor Vives en protesta por la situación. Según Cortés, “estuvieron comprobando si alguna de nosotras habíamos estado allí ese día. Cada vez que planteamos el tema siempre aparece la amenaza de que si se aprueba el derecho, el copríncipe abdicaría”.

Tampoco tienen apoyo del partido de derechas que está en el poder, Democrates per Andorra, ni “de otro partido de centro derecha que se llama Liberals d’Andorra. La semana pasada una de sus componentes declaró que lo mismo que bajamos a operarnos del corazón a Barcelona, pues que bajemos a abortar a Barcelona, que el acceso es el mismo”.

Vanessa y sus compañeras recapitulan las veces que se han sentido señaladas e interpeladas por su defensa feminista. “Hay sitios donde estamos vetadas. Nos dicen que queremos romper el país, pero somos una asociación legal. Hace dos años hicimos un acto de educación sexual en una plaza y nos dijeron que dábamos una mala imagen del país. Cuando hemos querido volver a hacerlo, no nos han dejado. En Andorra gusta quedar bien de cara a la galería. Nuestra Constitución dice que respeta los derechos humanos, así que nosotras planteamos el debate de que el aborto es uno de esos derechos, y también lo enfocamos como un problema de salud pública”.

Hasta ahora nadie ha podido denunciarlas porque saben que, en verdad, no mienten y que el derecho internacional está a su favor. Mientras, en la asociación andan estos días recopilando casos que les llegaron, como el de una niña que parió con 13 años o varios casos de muerte fetal a los cinco meses, donde los doctores les dicen que se busquen la vida para abortar, o que esperen un mes más, con los peligros de salud que conlleva, para provocar el parto, partir al feto muerto y no saltarse la ley del país.

No hay juzgados especializados en género, ni forenses, ni personal médico

Pero el problema en Andorra va a más porque falta toda una estructura que proteja a la mujer de las violencias machistas, a pesar de que tienen un servicio de atención a maltratadas muy reciente, donde las compañeras de Igualtat hacen una buena labor. Según Cortés, “vivimos en una burbuja donde queremos que nos vean bien fuera, pero reproducimos violencia institucional a diario”.

Se refiere a que no existe ningún juzgado especializado (como de violencia de la pareja o sexual), tampoco especialización en el único hospital, ni forenses, ni abogadas. A día de hoy, a pesar de los leves cambios que se producen, el pensamiento patriarcal se observa en muchas prácticas. Desde que la policía registre casos de violencia machista bajo el concepto “violencia mutua”, hasta contabilizar la autodefensa como violencia de género de la mujer a los hombres.

“El fundamentalismo religioso nos gobierna a todas las escalas. Donde no hay estructura no cuesta más ayudar. Imagina que vas a África y quieres alfabetizar en poblados, pero no hay escuela, ni agua, ni ropa, ni entienden la necesidad. Eso nos pasa aquí. Las mujeres van a abortar en taxi o bus y no en un transporte sanitario, sin ayuda. Queremos crear una red para que se sientan apoyadas. Lo traumático no es solo abortar, sino las tres horas para llegar a otra ciudad que no conoces y estás sin referencias”, explica Cortés, que lleva años junto a las compañeras de Stop Violences intentando ayudar a estas mujeres.

Esta psicóloga de violencia sexual se emociona cuando habla de estos testimonios, de las vivencias que tienen y de cómo está su país. Son días de esfuerzo para esta asociación donde solo esperan que su denuncia tenga eco y que la red se inunde de mensajes con su #Avortarem, para que las próximas generaciones de mujeres en Andorra estén protegidas por un derecho que les corresponde.

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