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Laicos, pero muy «mochos»

Evidente, y grosero, el propósito de regresar a las escuelas y a la enseñanza las clases de religión

Es vergonzante y anti-histórico el que un avance jurídico, político y social como el laicismo reciba un revés que haga retroceder al país casi 150 años.

Es evidente, y grosero, el propósito de regresar a las escuelas y a la enseñanza las clases de religión. En el fondo se dejan el contubernio electoral entre la jerarquía eclesiástica, principalmente la católica, y el gobierno panista.

No puede ni debe desconocerse que durante el gobierno, priísta, de Carlos Salinas de Gortari se abrió la puerta a la discusión de que los curas deben impartir clases de religión en las escuelas, cuando su pedagogía ha fracasado en los templos, que registran cada vez menor asistencia.

La jerarquía religiosa, sin embargo, tiene una constante actividad en las cúpulas del poder político y económico, y ahora se pretende que, como retribución a su “lealtad”, se realicen modificaciones a las leyes y se convierta en materia obligatoria la religión.

Es sospechosa la coincidencia entre las modificaciones legales y los tiempos electorales. Quizá se pretenda que, durante las campañas, los sacerdotes, ministros y personal de la Iglesia se conviertan en promotores del voto en los templos y parroquias. Hasta ahora, la educación pública preserva su carácter laico, concepto mucho más amplio que la sola creencia de que la formación de los niños y jóvenes debe ser religiosa o confesional.

A partir del salinismo se reformaron leyes relativas a la laicidad de la educación y de la sociedad mexicanas, hasta llegar, en el artículo 24 de la Constitución, a plantear que “todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que más le agrade, y para practicar las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo, siempre que no constituyan un delito o falta penados por la ley (reformado mediante decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación el 28 de enero de 1992)”.

“El Congreso no puede dictar leyes que establezcan o prohíban religión alguna (reformado mediante decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación el 28 de enero de 1992)”. Los actos religiosos de culto público se celebrarán, ordinariamente, en los tempos. Los que, extraordinariamente, se celebren fuera de estos se sujetarán a la Ley Reglamentaria (también forma parte de la reforma que entró en vigor el 28 de enero de 1992).

A unos cuantos meses de que el Papa Benedicto XVI visite México, en un recorrido cuyo tufo o coincidencia electorera es inocultable, en el país hay expresiones de rechazo a modificaciones que permiten u obligan a que en el aula escolar, pública o privada, se den clases de religión, con todo lo que ello implica.

Laico es aquello que no tiene órdenes clericales. El término proviene del vocablo latino laĭcus. El adjetivo laico, por otra parte, se refiere a aquello que es independiente de cualquier organización religiosa. Por ejemplo: “El Estado es laico y, si bien escucha a todos los credos, no acepta los decretos morales de ninguna religión”. “Quiero que mis hijos sean criados, en libertad, a través de la enseñanza laica”.

Se conoce como laicismo a la ideología o movimiento político que defiende y promueve la organización social, independientemente de las órdenes religiosas. La noción de Estado laico surgió a partir de la separación entre las instituciones estatales y aquellas pertenecientes a la Iglesia, lo que costó trabajo, vidas, sacrificio y muchos años.

Para los laicistas, el orden social debe depender de la libertad de conciencia y no de la imposición de valores o normas morales que estén vinculadas a una religión. De todas maneras, no condenan la existencia de los valores religiosos.

Lo laico no es antirreligioso. Al contrario, es respetuoso de que cada quien elija la religión y el tipo de educación que dé forma y contenido a su creencia. Ir en contra del laicismo en la educación y en la sociedad equivale a un retroceso inexplicable e injustificable.

Las manifestaciones, en distintas partes de la República, en contra de las modificaciones que atentan contra el Estado laico son absolutamente justificadas, aunque, en el Congreso, los diputados y los senadores escuchen más la voz o las consignas de sus partidos y de sus jefes, que pretenden negociar la ley para alcanzar el apoyo electoral de las iglesias. Eso sí es inmoral, independientemente de la religión que se profese.

La religión, más que en clases, debe ser con el ejemplo, pero, para eso, se necesitarían el espíritu, la formación y la integridad moral de quienes fueron capaces de lograr que la Iglesia y el Estado vivieran en armonía, en paz, pero cada uno en su casa y con Dios, en la de todos.

La jerarquía religiosa tiene una constante actividad en las cúpulas del poder político y económico

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