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Laicismos confesionales

A través de numerosos ejemplos, el autor pone de manifiesto que la religión católica tiene una presencia simbólica muy elevada en la vida institucional de Euskal Herria. A pesar de algunas tímidas declaraciones oficiales, como la realizada recientemente en el Parlamento Foral en favor de la laicidad, los hechos demuestran que los políticos se pliegan ante el peso de las «sacrosantas tradiciones» cuando llegan San Fermín, San Francisco Javier, la Virgen de cada pueblo o «la procesión de vaya usted a saber qué santo o a qué ermita». En su artículo, Sabino Cuadra hace un llamamiento a profundizar en la iniciativa de diferentes agentes sociales para potenciar unas fiestas realmente populares y laicas.

Es un chiste, o sea que no hay que buscarle mayor fidelidad al relato. Estaba predicando Jesucristo por uno de esos parajes galileos cuando afirmó clarividente: «Yo soy quien soy y vengo de donde vengo». Y Judas, que andaba por allí cerca y le oyó, pensó para sus adentros: «Y nosotros te seguimos por lo claro que hablas».

En las instituciones ocurre muchas veces algo de esto, pues nadie entiende nada de lo que afirman sus señorías, de lo abigarrado que hablan y de tanto que saben. En otros casos, como el presente, entender sí que se entiende lo que dicen, pero no lo que hacen, pues donde dijeron digo, ahora dicen Diego, o se pasan del arre al so y del frío al calor sin que nadie entienda el porqué ni el cómo de tan voluble proceder. Veamos.

El Parlamento Foral, a iniciativa de Nafarroa Bai, aprobó recientemente con los votos de esta coalición y los del PSN e IU una plausible proposición en favor de instar a todas las instituciones navarras para que «den pasos a favor de la laicidad, como muestra del respecto a todas las creencias, y trabajen a favor de la neutralidad religiosa de las instituciones públicas».

Sin embargo, a los pocos días de lo anterior, atendiendo a la solicitud presentada por el capellán de San Miguel de Aralar, se votó y acordó la visita de la imagen del arcángel al Parlamento, con los votos a favor de PSN, UPN, CDN… y también NaBai, absteniéndose IU. Digamos en cualquier caso que dos parlamentarios de la coalición se han mostrado después contrarios a tal visita e IU ha anunciado su intención de recurrir el citado acuerdo.

Es algo que sucede bastante a menudo, por desgracia, con este tema. Nuestros ediles y parlamentarios firman y afirman todo tipo de manifiestos referentes a la laicidad y a la necesidad de levantar una clara barrera entre los mundos civiles y religiosos, pero cuando llega la fecha de San Francisco Javier, San Fermín, la Virgen patrona del lugar o la procesión de vaya usted a saber qué santo o a qué ermita, la sagrada tradición está por encima de las más profundas convicciones laicas. Es decir, se afirma el laicismo en lo general para todo el mundo mundial, pero se niega el mismo en lo concreto, justo cuando más nos atañe directamente: laicismos vendo y para mí no tengo.

El laicismo, por otro lado, no es tan solo para que no existan símbolos religiosos o no se hagan kalejiras angelicales por parlamentos, ayuntamientos, centros de enseñanza y de salud…, sino también para que no haya cargos públicos actuando como tales en espacios religiosos. Que cada año en Sanfermines, en la procesión del 7 de julio, tenga que rendirse pleitesía festiva al acatapuercano Cabildo catedralicio encabezado por su actual arzobispo y general del Ejército español es algo que, con perdón, clama al cielo. Que en algunos pueblos se sigan incluso realizando auzolanas para reparar las ermitas del lugar, a pesar del santo expolio, pillaje y robo de iglesias, cementerios y casas curales practicado por las más altas jerarquías eclesiásticas durante estos últimos años carece de cualquier tipo de justificación.

Lo del arcángel San Miguel tiene, además, su punto, pues se trata del aceptado como Jefe de los Ejércitos celestiales tanto en las religiones judía e islámica como en las iglesias católica, ortodoxa, copta y anglicana. Su imagen, portando siempre una espada o una lanza, representa al implacable guerrero de Dios, defensor en cada una de las religiones, de la propia, como única y verdadera, así como azote de luciferes y entornos heréticos de todo tipo.

Tanto es así que si nuestro arzobispo-general actualizara hoy su figura, seguro que cambiaría sus arcaicas armas por el último modelo de fusil de asalto del mercado y un lanzagranadas láser.

La laicidad quedó relegada durante la transición y el debate constitucional. Los privilegios de los que disfruta hoy la Iglesia en los terrenos políticos, educativos, fiscales y presupuestarios son inmensos. Hoy se sigue sin atreverse a ponerle el cascabel al gato. A lo más, se hacen posturitas, como la representada en su momento en el Parlamento Foral, pero cuando llega la hora de la verdad, sacrosantas tradiciones y especiales excepciones hacen que todo siga siendo muy parecido. Solamente en contadas ocasiones (procesiones de la Salve en Donostia, de San Esteban en Berriozar…) algunos ayuntamientos han dado pasos positivos a favor del laicismo en nuestras fiestas.

El día a día de la jerarquía eclesiástica va descaradamente a peor. Sus mensajes son cada vez más reaccionarios. Últimamente, el genocidio nazi es el escudo tras el que se esconden para defender sus encíclicas y sermones. El arzobispo de Granada, Javier Martínez, afirma que quienes aprueban la ley del aborto y los profesionales que lo practican son similares a los criminales al mando de los campos de concentración nazis.

En el sermón del pasado Viernes Santo en el Vaticano, el oficiante Cantalamessa ha comparado también las críticas realizadas a la Iglesia católica por el universal reguero de casos de pederastia practicados por religiosos, con la persecución nazi y el holocausto judío. Olvidan o esconden además que, si alguien calló y condescendió ante los crímenes de Hitler fue, precisamente, el Vaticano.

He leído hace unos días en la prensa que ha sido presentado un manifiesto tendente a impulsar unas fiestas realmente populares. En la misma participan, entre otros meritorios agentes, las comparsas de Bilbo, la plataforma Gora Iruñea!, la Comisión de Txoznas de Gasteiz, Donostiako Piratak y un buen número de escritores, bertsolaris… Se trata, sin duda alguna, de una iniciativa oportuna y muy necesaria.

En cualquier caso, estaría bien que tan reconocidos colectivos integraran también dentro de sus objetivos el trabajar por conseguir unas fiestas laicas en las que, tanto en los programas oficiales como en los populares y alternativos que puedan existir, no tengan cabida procesiones ni actos religiosos, pues aquí, en Iruñea, tras nuestro querido Cabildo y arzobispo-general expoliador del bien común, no sólo desfilan los concejales, sino también los representantes de las peñas.

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