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El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.
El vacío de las Iglesias lo llenan los nuevos brujos. Un sano compromiso político cede ante la avalancha de una distracción que entontece…
Lo místico es suficiente vaporoso como para describirlo. Porque hace referencia a algo oculto o a lo desconocido sin más.Y porque el místico se monta en el motor del sentimiento y no de la razón. Por otro lado, lo que llamamos místico varía según culturas. No es lo mismo la mística hindú que la germánica con fuerza poética que la del catolicismo.Y no es lo mismo el islamismo que la mística sufí.
A todas les recorre, sin embargo, su hundimiento en un universo divinizado y la supremacía del sentimiento respecto a la razón. No es extraño, por eso, y dentro de nuestra cultura, que el teólogo desconfíe del místico. El sueldo al teólogo le viene por querer llegar a Dios por la razón y el místico le desbarata ese camino. Pero dejémonos de teólogos y bajemos a la arena de nuestros días observando el fenómeno con una mirada laica. Es bien conocida la idea de que los grandes relatos han muerto, la razón se ha eclipsado y la gente anda huérfana.
Además, un ultracapitalismo depredador todo lo controla, desde el interior de las conciencias hasta el color de las uñas. El vacío lo ha rellenado el consumo y una superficialidad imbécil. Y está siendo el caldo de cultivo de mitos, magia y todo tipo de retorno de los dioses. Lo que ha dado lugar a que las necesidades de la gente estén acabando en manos de unos sabuesos que con el nombre de auto-ayuda engordan su bolsillo. En este mercadeo sobresale un renacido espiritualismo. Con perfiles borrosos, se presenta como una combinación de meditación y un guiño a un Más Allá que cobija. Dicho espiritualismo ha sido una tentación siempre. Incluso en la muy racional Grecia sobrevivieron misterios como los de Euleusis.
Siendo esta la situación, una ética laica debería actuar en dos direcciones.
Por cierto,»ética laica» se ha aplicado a la filosofía del genial y excéntrico Wittgenstein.Tal enfoque laico constaría de dos partes. Una desvela un nuevo sectarismo. El vacío de las Iglesias lo llenan los nuevos brujos. Un sano compromiso político cede ante la avalancha de una distracción que entontece. Habría que alertar de este peligro en todos los niveles de la enseñanza.
Por otro lado, no hay que dejar en manos de nadie sentimientos muy humanos que no se escapan hacia el cielo, sino que nos hacen gozar de la tierra.
* Filósofo. Miembro del Grupo de Pensamiento Laico.