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Laicismo, religión católica y asignatura de historia

Leo con interés la carta de D. Tomás Pérez Díaz publicada por este diario el pasado 9 de mayo. En ella se acusa al sindicato STEC de querer relegar la asignatura de Religión Católica. Quiero aclararle que esta organización sindical no pretende relegar este área a una posición secundaria dentro de nuestro sistema educativo, sino hacerla desaparecer por completo. Esta asignatura, como dice el filósofo, no enseña nada verificable científicamente, ni aporta contenidos ni valores civilmente establecidos como válidos para todos. Por eso queremos que desaparezca. No es ninguna novedad: en todo tipo de foros y a través de los medios de que disponemos, siempre y sin ambigüedades, hemos defendido un modelo de educación laico.
 

El laicismo, D. Tomás, no es antirreligioso ni pretende perseguir a ninguna iglesia en concreto, más bien al contrario. El laicismo es la doctrina que defiende la independencia y la completa separación del Estado respecto de cualquier organización religiosa. El Estado laico deviene así en máximo garante del conjunto de confesiones, doctrinas y credos de todo tipo; asegurando que ninguna juega en condiciones ventajosas con respecto al resto y que todas pueden desenvolverse en condiciones de libertad plena. El hecho religioso adquiere, por tanto, su pleno desarrollo no en el ámbito público, sino en el privado. Es en las conciencias individuales de las personas, en la intimidad de las familias o en el seno de parroquias, mezquitas o sinagogas, donde la religión tiene su sitio y su sentido. Desde la óptica laicista no se entiende que el sistema público de enseñanza de este país tenga que ofertar obligatoriamente la asignatura de Religión Católica, o que el Estado pague, con los impuestos de todos, a un profesorado que es seleccionado por la jerarquía de esta confesión.

Trasladar la asignatura de religión al horario de tarde está dentro de la legalidad, lo mismo que se trasladan dos horas de idioma en los centros con secciones bilingües. Es la solución al problema, es lo más lógico y lo más sensato. La Consejería se niega en rotundo a ello y lo hace sin argumentos. Desde fuera parece fervor religioso. Desde dentro puede que simplemente se trate de cobardía política.

Mucho nos tememos que las tensiones precongresuales que está viviendo el Partido Socialista de Cantabria se estén trasladando a la Consejería de Educación. Quizás los máximos responsables de este departamento están muy preocupados por sus poltronas y, en sus cálculos políticos, no encaje ahora un posible enfrentamiento con el Obispado y con sus voceros mediáticos. Los paganos: el alumnado que cursa Bachillerato y el conjunto de centros de Secundaria que se ve abocado a un grave conflicto.

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