Descargo de responsabilidad
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El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.
Justo en vísperas del Día Internacional del Laicismo y la Libertad de Conciencia que se celebraba el pasado lunes, hemos asistido en Andalucía, al despropósito de destinar 600.000 euros de supuestos “sobrantes” de la consejería de Cultura -algo que no sabemos que haya ocurrido en este negociado desde tiempos de Séneca- a una curiosa performance cofrade, en la que vírgenes dolorosas y cristos crucificados desfilaban bajo arcos de luces navideñas y al lado de escaparates, donde lo que se representaba era el nacimiento del niño que al loby cofrade “miarma” le ha dado por volver a ajusticiar, a poco más de dos semanas de su nacimiento.
No sé si semejante atentado historiográfico, incluso iconográfico, podría llevarnos a calificar esa nueva manifestación de “fervor religioso”, como una especie de deicidio, ya que el mundo capillita hispalense decidió ejecutar a Jesús en Sevilla, incluso antes de nacer, lo que no me negarán ustedes, es para darle un par de vueltas.
Incluso a nivel gastronómico e indumentario lo de la Magna sevillana fue un despropósito en toda regla, ya que para seguir la tradición como Dios manda el pasado fin de semana en Sevilla, había que decidir si desayunábamos torrijas o mantecados de Estepa, vestíamos a los niños con el capirote morado y la túnica de la Macarena, o de pastorcillos para la fiesta de Navidad del cole, si almorzábamos potaje de vigilia, o un buen plato de marisco e ibéricos propio de estas fechas, si tomábamos de postre pestiños o mazapán de Montoro. Un descalzaperros en toda regla.
Al universo “semanasantero” andaluz la cosa se le está yendo de las manos, porque entre traslados, regresos, estaciones de penitencia, magnas, coronaciones y demás acontecimientos “extraordinarios”, han conseguido que el término deje de serlo, porque ya no hay un fin de semana libre de procesiones y manifestaciones cofrades de todo pelaje y condición, algo absolutamente impropio de un estado que se considera constitucionalmente como “aconfesional”, aunque a tenor de los datos demoscópicos del personal patrio, podríamos calificar como “laico”.
Las cosas que estamos viviendo en este terreno por parte de todo tipo de administraciones parecen devolvernos a una realidad muy cercana a la de pleno franquismo, cuando España era una unidad de destino en lo universal y al igual que la Iglesia, que tanto amparo y cobijo dio a aquella dictadura, también era una tierra «católica, apostólica y romana», por imposición obvia de un gallego bajito que se autoproclamó «Caudillo de España por la gracia de Dios», que entraba en iglesias y catedrales bajo palio y dormía con el brazo incorrupto de Santa Teresa, en la mesilla de noche de su dormitorio del Palacio del Pardo.
Los sucesivos gobiernos nacionales, autonómicos y locales desde la recuperación de la democracia han sido extraordinariamente generosos, permisivos y benévolos, con todo lo que tiene que ver con la Iglesia Católica, lo que lejos de ser agradecido por ella, la ha envalentonado, animándola a mantener pulso tras pulso con el poder civil y lo que es peor, haciendo creer a sus seguidores que tienen «derechos» que no tienen y prerrogativas de las que se han ido apoderando ante la indolencia impresentable del brazo seglar.
La Iglesia Católica sigue contando en este país con privilegios absolutamente injustificados, debido en buena parte a una sucesión de gobiernos pusilánimes, que no han tenido la gallardía de hacer realidad la «aconfesionalidad» que se consagra en nuestra Constitución, que tanto dicen respetar.
Las sotanas insaciables de este país siguen pagando impuestos de aquella manera, continúan beneficiándose de centenares de millones de la caja del IRPF, se han apropiado de 35.000 templos, monumentos y fincas, por las impresentables inmatriculaciones y no contentos con ello, siguen ocupando con total impunidad los espacios urbanos de nuestras ciudades, que se supeditan un día sí y otro también, a sus caprichos.
Su voracidad no conoce límites, por la sencilla razón de que nadie se los ha impuesto en los últimos 45 años y no contentos con todo ello, no tienen pudor alguno en decirnos que estamos en deuda con la Semana Santa. Pues no, respetados cofrades. Como ciudadano que paga sus impuestos religiosamente, no creo que haya deuda alguna con una Semana Santa que pone nuestras ciudades patas arriba durante dos semanas, convirtiendo sus cascos históricos en invivibles, provocando la «huida» de buena parte de aquellos ciudadanos que son incapaces de soportar tanto cirio, incienso, cornetas, tambores, cortes de tráfico, supresión de líneas de autobuses y demás parafernalia.
Me dirán que gracias a la Semana Santa, miles de personas visitan nuestras ciudades durante esos días. Estaría por ver. Juntar cuatro días de asueto, sea por el motivo que sea, y que esas ciudades cuelguen el cartel de no hay billetes en hoteles y restaurantes, es algo absolutamente automático.
No seré yo quien propugne la supresión de la Semana Santa, manifestación religiosa, cultural y estética que respeto profundamente, aunque sí tendríamos que hacernos mirar, el abuso que a su calor se hace del espacio público, pero lo que bajo ningún concepto puedo admitir, es que ninguna ciudad esté en deuda con ella.
No estaría de más que los máximos representantes de las cofradías patrias, en lugar de extorsionar las arcas públicas de ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas, exigieran a hoteles, bares, restaurantes y comercios, que contribuyan económicamente al sostén de la Semana Santa, siendo como son los principales beneficiarios de los ingresos económicos que se generan durante esos días.
Tampoco estaría demás que nuestras administraciones remitieran a las cofradías las facturas por la ocupación de vía pública, horas extraordinarias de la Policía Local, bomberos, protección civil, montaje de tribunas, limpieza de cera en las calles, desvío de líneas de autobuses, etc, etc. Todo sin ánimo recaudatorio, simplemente a título informativo. Estoy convencido de que el síncope que recibiría la familia cofrade, seguramente moderaría sustancialmente sus insaciables exigencias.
Por cierto que al hilo de ese Día Internacional de Laicismo y por si el tema es de su interés, Granada Laica, en colaboración con UNI Laica y el seminario Galileo Lailei, han convocado a las ocho de esta tarde, un debate en el aula magna de la Facultad de Ciencias Políticas, en el que representantes del PP, PSOE, Podemos e IU. Allí les esperamos.
PD: Aunque les resulte extraño, parece que el PP ha excusado su asistencia al debate ¿Por qué será?