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Laicismo con Mezquita

PARECE ser que a estas alturas de la Historia la gente está dispuesta todavía a pelearse por la religión. Contemplo las distancias culturales, e incluso criminales, entre las distintas confesiones, con la diferencia de que las primeras las respeto y las segundas no. Tengo la sensación de que al final todos los excesos son comunes, y del mismo modo que un radicalismo cristiano tiene un cariz oscuro de limitación de derechos, especialmente en la mujer, también el extremismo islámico, que quizá luce mucha más presencia, representa un oprobio para los derechos femeninos, entendidos en la disposición del propio cuerpo y la propia inteligencia, la educación y una identidad.

Viene todo esto por la escaramuza que se vivió el miércoles en la Mezquita-Catedral. Yo la llamo, como muchos cordobeses, la Mezquita, porque lo que singulariza el monumento es su Mezquita, por más que sea, a efectos legales, una Catedral, que es lo que ha sostenido, y protegido, a la Mezquita primigenia del cansancio del tiempo. Resulta que un grupo de musulmanes austriacos se dispuso a orar entre los arcos: fuentes policiales informaron de que sobre las 19:40 los vigilantes advirtieron a estos visitantes que está prohibido rezar en la Mezquita-Catedral. El asunto acabó a mamporros entre dos de estos luchadores de Dios y la Policía Nacional, después de que hubiera tratado de mediar, antes, la Policía Local, y antes aún los propios vigilantes del conjunto arquitectónico, rechazados con un cuchillo que no llegaba a alfanje. Parece ser que se habían organizado bastante eficazmente, y esto puede ser lo preocupante: tras comprar las entradas, estos turistas islámicos se mantuvieron en contacto a través de unos walkie-talkies, reunidos en la parte de Abderramán I. No se privaron de nada: guiados por un imán, se organizaron en filas mirando hacia el mihrab. Otros ocho se posicionaron alrededor del grupo para vigilar la llegada los guardias de seguridad, como al final sucedió. En fin, una película. Pensando en estos aguerridos musulmanes, creo que tratar de improvisar ahora, y más en Córdoba, un falso conflicto religioso, es una memez sólo comparable a denunciar la falsa persecución de la educación católica por parte del laicismo constitucional. Pienso en Santa Sofía, iglesia cristiana durante 916 años: desde la caída de Constantinopla en 1453 -magnifica recreación de Stefan Zweig en Momentos estelares de la humanidad– fue una mezquita, hasta la restauración completa ordenada por Mustafa Kemal Ataturk, padre de la patria turca y su laicismo democrático. Quizá ese pueda ser, también, el futuro de nuestra Mezquita, porque su grandiosidad está por encima de las escaramuzas de culto. A mí, a estas alturas, sólo me importa el Estado de Derecho: y las libertades religiosas, cada una en su templo y Dios en cada uno.

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