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La visibilidad del islam

Recientemente se ha celebrado en Madrid la I Feria Musulmana de España, en cuyo marco se concedieron los Premios Islam y Convivencia a personalidades del mundo de la cultura, la política, la religión y la sociedad civil por su defensa de la libertad y la pluralidad ideológica y religiosa y su acción a favor del diálogo y la convivencia, más allá de los estereotipos y las convenciones sociales, entre musulmanes y no musulmanes.

El lugar elegido para la celebración de la Feria no podía ser más idóneo: el barrio de Lavapiés, donde conviven una gran pluralidad de culturas, etnias, religiones y tradiciones espirituales en un clima de diálogo, respeto y comunicación abierta, no exento a veces de conflictos generados por tamaña diversidad. En Lavapiés hay comunidades musulmanas de distinta procedencia cultural, siendo las más representativas las de Marruecos, Pakistán, Senegal y Bangladesh, con sus respectivas mezquitas.

La Feria estaba organizada por la Federación Musulmana de España (FEME), la Junta Islámica, la Unión de Mujeres Musulmanas (UMME), la Liga de Imames de España y otras federaciones y comunidades islámicas. Su objetivo era visibilizar y acercar el islam a la sociedad española en su diversidad cultural, social y religiosa, huyendo de la concepción uniforme que se tiene, equivocadamente, de esta religión. Los organizadores se proponían también crear espacios de encuentro entre las distintas comunidades musulmanas, abrirse a la ciudadanía madrileña, fomentar dinámicas de interacción con otras comunidades religiosas y cívicas, y colaborar con cuantos colectivos trabajan por la integración y la convivencia en la pluralidad. Se trataba de mostrar la multiculturalidad y el pluriverso religioso como un hecho que constituye un valor, una riqueza y una seña de identidad de las sociedades avanzadas del siglo XXI. Un siglo que no tiene por qué desembocar en un choque de civilizaciones, sino, más bien, en un encuentro de ideologías, culturas y religiones.

Hoy en España no se puede identificar sin más el islam con la inmigración, como tampoco con el mundo árabe. Sería un empobrecimiento tanto del islam como de la inmigración y del mundo árabe. El islam, para empezar, es parte de la identidad española, de su historia, de su cultura. Luego, el número de compatriotas que se declaran musulmanes es cada vez mayor. Son otras tantas razones para no ver el islam como un fenómeno extraño a nuestro país, y menos aún como un problema, ni a los musulmanes, españoles o no, como ciudadanos atípicos.

Todas las actividades de la Feria fueron en la misma dirección: cómo gestionar la diversidad cultural y religiosa, y desde ella construir tejido vecinal, sociedad civil y comunidad política democrática. Los seminarios giraron en torno a temas de profundo calado político y religioso en perspectiva integradora: musulmanes y ciudadanía; racismo, intolerancia e islamofobia; unidad y diversidad en el islam; mujeres musulmanas en España; lo halal como un concepto de calidad de vida, más allá de las prohibiciones al uso. Los stands de diferentes asociaciones islámicas, instituciones oficiales españolas, empresas e instituciones culturales mostraron con objetividad la realidad musulmana de España y de otros países.

Y el concierto ofreció una muestra de diversas tradiciones musicales musulmanas: palestina, iraní, egipcia y de Madagascar.

La celebración de la Feria en sí es un paso necesario muy importante para incorporar el islam al espacio público. Pero no con la intención de confesionalizar la sociedad -tendencia muy frecuente en las religiones- ni para hacer proselitismo, sino para dar a conocer esta religión críticamente y en toda su complejidad, más allá de los estereotipos fijados en el imaginario colectivo. Dar a conocer su historia, su cultura, su variada legislación -no existe una sola ley islámica-, su filosofía, sus principios morales, su forma de vida, su gastronomía y su modo de relacionarse con otras concepciones religiosas o laicas.

La Feria ha supuesto un gran avance al incorporar al islam en el debate público en torno a cuestiones políticas, económicas y éticas de interés que requieren la participación de todos los interlocutores, sin etiquetas previas, para exponer libremente sus puntos de vista, pero sin dogmatizar ni imponer las propias ideas. Las opiniones y propuestas valen en la medida en que son argumentadas intelectualmente y son legitimadas por la sociedad.

Creo necesario que las religiones colaboren en la construcción de una convivencia cívica en la diversidad, que no es fácil ni gratuita, pero resulta enriquecedora a la larga, aun cuando cree problemas, provocados a veces por los prejuicios, que irán resolviéndose con el conocimiento del otro.

El islam es hoy un actor religioso, político y cultural fundamental tanto en la esfera internacional como en el escenario europeo y español. Por eso debe salir de las mezquitas, pisar la calle, sin ningún tipo de complejo, e implicarse en cuantos procesos de emancipación se llevan a cabo en la sociedad. Uno de ellos es el de la liberación de las mujeres, tema de un seminario de la Feria, que contó con la participación de mujeres musulmanas líderes en la vida política, cultural y religiosa. El feminismo islámico, movimiento social y corriente de pensamiento muy pujante, puede hacer importantes aportaciones al respecto.

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