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La vida de los santos inspirará Educación para la Ciudadanía en colegios católicos

La patronal de los centros subvencionados elabora una guía moral para sus profesores

La patronal de los colegios católicos financiados con fondos públicos FERE ha redactado una guía con los criterios morales en los que han de basarse sus profesores para impartir Educación para la Ciudadanía, la polémica asignatura que se estrena esta semana en tercer curso de la enseñanza secundaria. Según fuentes de FERE, dicha guía recurre a la Biblia, la vida de los santos y las enseñanzas de los últimos papas para despejar cualquier duda a los docentes. "Está dentro de nuestro derecho a adaptar la asignatura al ideario católico", razonan.

 

Esta adaptación al catolicismo de una materia pensada en un principio como transmisora de valores universales laicos es el resultado de la discreta y tenaz oposición de los colegios católicos concertados a la idea original de Educación para la Ciudadanía. Nada ha quedado para los colegios católicos de los "tipos de familia" que equiparaban heterosexuales y homosexuales en los borradores del Ministerio de Educación. Ni tampoco la "dimensión humana de la sexualidad", ni las referencias al "género" para definir la discriminación sexista; menos aún el "pluralismo moral" recogido en los textos iniciales.

 

Los representantes de los colegios católicos subvencionados alegaron durante las negociaciones que tal expresión "podría derivar en relativismo moral". Sólo retiraron una de sus demandas: la referida a "Los interrogantes del ser humano". Los católicos querían responder a este epígrafe con "Una vía para la trascendencia", una vía hacia Dios. Renunciaron por entender que tal concepto está ya suficientemente reflejado en clase de religión.

 

El pasado otoño, los representantes de FERE y del Ministerio de Educación cerraron el acuerdo: la mención a los tipos de familia fue sustituida por "La familia en la Constitución"; la dimensión humana de la sexualidad pasó a ser "Afectos y emociones", el "pluralismo moral" eliminado y únicamente se mantuvo el término "género" para referirse a la violencia. Superado este escollo, sólo ha sido necesario seleccionar los libros de texto acordes a sus ideas y aleccionar al profesorado. El objetivo de esta última medida es que "el último eslabón, que es el profesor, sepa a qué atenerse y qué es lo que piensa la Iglesia sobre cada uno de los temas", asegura Manuel de Castro, presidente de FERE.

 

Esta patronal, que recibe cada año 3.200 millones del Estado como subvención para gestionar sus 2.000 colegios, ha cerrado filas con el Gobierno, marcando distancias con otros sectores católicos educativos que promueven la objeción de conciencia contra la asignatura, especialmente CECE – la patronal de colegios no subvencionados- y la asociación de padres CONCAPA. FERE desaconseja la objeción de conciencia que muchos obispos promueven y otros dicen comprender.

 

Educación garantiza así la paz en las aulas católicas. A cambio, algunos conceptos importantes de la asignatura han quedado tan difuminados que cada colegio puede impartirla como mejor le convenga. Ésta es una de las razones que explican por qué los libros de texto transmiten valores contrapuestos. Igual que existen manuales a disposición de los colegios que siguen al pie de la letra el espíritu inicial de la asignatura y hablan con claridad de los homosexuales, los métodos anticonceptivos y las diferencias de género, otros condenan las leyes que regulan el aborto y el matrimonio homosexual, si bien la mayor parte de los textos pasa de puntillas sobre las cuestiones susceptibles de controversia.

 

Esta diversidad ha sido interpretada desde sectores socialistas como una cierta devaluación de la asignatura. Recientemente el ex rector de la Universidad Carlos III, Gregorio Peces-Barba, escribía en este periódico: "El Gobierno ha evitado las confrontaciones y ha retirado los aspectos más delicados del programa de Educación para la Ciudadanía, aunque están aprobados por leyes del Parlamento". Peces-Barba criticaba que, a pesar de los esfuerzos moderadores del Ejecutivo, la jerarquía eclesiástica sólo acepta la democracia "con la boca chica y para lo que les favorece".

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