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La trampa del ‘Dios quiere que seas rico’

Reseña del libro de Barbara Ehrenreich sobre el pensamiento positivo “Sonríe o muere”

Pasó muchos meses trabajando como limpiadora y reflejó esa vida ganada entre empleos mal pagados en Nickel and dimed; en Bait and Switch retrató las experiencias de las personas con estudios universitarios y experiencia profesional que quedaron atrapadas en el desempleo o en trabajos infracualificados; dio cuenta en This land is their land de las crecientes desigualdades en la tierra de las oportunidades. Obras de ese categoría, junto con sus artículos en la revista Time o en el New York Times, hicieron de Barbara Ehrenreich una de las periodistas estadounidenses más prestigiosas.

El último libro de Ehrenreich, quien estará en el CCCB barcelonés el 2 de noviembre para hablar del mundo tras el 11 S, en Sonríe o muere (Editorial Turner), un intenso recorrido por la tendencia social más en boga, la del pensamiento positivo. Bajo esa denominación se esconde una visión del mundo altamente popular entre la sociedad estadounidense y particularmente vigente en el entorno de los negocios que Ehrenreich cataloga como la continuación del calvinismo por nuevos medios.

Para esta doctrina, las cosas malas que nos ocurren están causadas por una actitud negativa, mientras que las buenas llegan a nosotros porque hemos sabido atraerlas gracias a una forma positiva de pensar. De este modo, si alguien quiere hacerse rico, lo único que tiene que hacer es creer en ello a pies juntillas y repetirse todos los días que las cosas van a ir bien; lo que, pasado el tiempo, producirá un estado de ánimo gracias al cual se conseguirán toda clase de riquezas. De igual modo, si una persona no logra convertirse en un magnate será, sin género de duda, porque se ha dejado dominar por los pensamientos negativos. El 'positive thinking', pues, es una tarea exigente que obliga a la introspección continua y al examen riguroso de uno mismo. Nunca hay que dejarse vencer por ideas derrotistas, incluso (especialmente) cuando se corresponden con la realidad.

La enfermedad es producto de tu negatividad

Pero este tipo de creencia mágica alcanza más allá de las pretensiones de dinero o éxito: nuestra salud depende por completo de que sepamos tener la disposición mental adecuada. El caso extremo es el del cáncer, cuya cura pasa por activar un tipo de mentalidad que confíe plenamente en vencer a la enfermedad. Es cierto que, como asegura Ehrenreich, “no hay apoyo empírico a la idea de que el pensamiento positivo ayude a prevenir o a curar el cáncer, además de que las exhortaciones a ser optimista y positivo puedan ser una carga para las personas con cáncer u otras enfermedades graves”, pero eso no es un problema para quienes defienden la teoría, ya que esas dudas no son más que la prueba de que no se es suficientemente optimista. Es verdad que “en general, la muerte no es el resultado de no ser positivo", pero esas son objeciones de segundo orden para los creyentes convencidos.

Ese mismo razonamiento se aplicó a la economía con resultados catastróficos, especialmente porque, por algún extraño motivo, acabaron mezclándose creencias religiosas con imperiosas exhortaciones al gasto. Como dice Ehrenreich, que las iglesias cristianas comenzaran a predicar que “Dios quiere que vivas como un rico” no deja de resultar peculiar. Según esta lectura del cristianismo, Dios había decidido que la gente tenía que ser próspera: aun siendo un negro pobre o un inmigrante sin papeles tenías derecho a todo, empezando por una buena casa. Bastaba con pensar en positivo. Eso les decían sus predicadores, quienes les llevaban de la mano a las oficinas de generosos bancos que estaban dispuestos a darles esa hipoteca que hasta entonces les había sido negada.

Es cierto que tenían difícil devolverlo, algo que siempre argumentaban quienes iban a solicitar el préstamo, pero sus asesores espirituales les incitaban a apartar esas feas ideas de su mente. Les aseguraban que “mientras el enemigo te dice que nunca llegarás a nada, Dios te dice que puedes conseguirlo todo gracias a Jesús” o que “si el enemigo te dice que habrá problemas demasiado graves, Dios te ayudará a resolverlos”.

Como afirma Ehrenreich, estas prácticas “allanaron el camino a la crisis financiera de 2007-2008”, pero no sólo porque convencieran a los pobres para que contrajeran deudas que no iban a poder pagar, sino porque potenciaron el optimismo irracional reinante en el sector financiero, donde “la alta dirección despidió a aquellos que se atrevieron a hacer preguntas o plantear dudas acerca de estas hipotecas. Para 2005, no había nadie en ninguna compañía que pusiera en duda la afirmación de que los precios de las casas seguirían subiendo siempre”.

Las burbujas del buen rollo

Las grandes empresas del sector, asegura Ehrenreich, se habían convertido en una isla de buen rollo. Todo el mundo decía que las cosas marchaban bien y que iban a funcionar aún mejor. Y si a alguien se le ocurría abrir la boca para decir lo contrario, era rápidamente despedido. Para el mundo del pensamiento positivo, asegura Ehrenreich, los demás no están ahí fuera para darnos baños de realidad, sino para animarnos y halagarnos. En otro caso, si se les ocurre invocar hechos que perturben nuestra felicidad, y más aún si resultan ciertos, se les tachará de quejicas, de gente que rompe el buen ambiente y que debe ser apartada. Eso ocurrió en Lehman Brothers, al igual que en el resto del sector.

Como cuenta en Sonríe o muere, hubo muchos directivos que se creyeron Dios, que vivían en una burbuja de lujo (viajando en un avión privado, desplazándose en limusinas, comiendo en salones reservados y durmiendo en hoteles de cinco estrellas) en la que no dejaron penetrar el más mínimo atisbo de realidad. Y si alguien se atrevía a abrir la puerta, le despedían. Los análisis críticos, éticos y racionales son grandes enemigos del positive thinking, asegura la autora, que siempre está pendiente de los peligros que trae darle demasiadas vueltas a la cabeza. Para los gurús del 'positive thinking', la razón pinta poco: “creer en nuestros instintos es lo correcto”.

El tercer uso del pensamiento positivo, y el que ha conseguido que se dispare su popularidad, está relacionado con el hecho de que las ocupaciones actuales se desempeñan gestionando y manejando a otras personas y no objetos o máquinas, como en el pasado. “Se nos anima a hacer una marca de nosotros mismos para luego salir a vendernos”. Vivimos en un instante donde los trabajos de cuello blanco están decreciendo, donde la clase media va hacia abajo y donde las perspectivas de futuro laboral que una vez se soñaron están desapareciendo. En ese escenario, la ideología del pensamiento positivo es muy reconfortante, ya que lleva a pensar que todo lo malo que ocurre es porque se ha hecho algo mal, y creer eso significa que bastaría con realizar las acciones correctas para que todo comience a funcionar de nuevo, algo que implicaría el control absoluto sobre el propio destino. En realidad, asegura Ehrenreich, “el positive thinking es una forma genérica de control social, que transmite un mensaje muy claro: no te quejes, porque todo lo malo que sucede es culpa tuya”. Precisamente por eso, "muchos estados represivos, como la Unión Soviética, han alentado o impuesto el pensamiento positivo, donde la gente era castigada por ser derrotista".

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