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La tierra de María Santísima

EL señor presidente del Partido Popular de Granada, recientemente se sintió muy molesto porque mi colega y amigo Alejandro Víctor García le criticaba en una columna que hubiese definido a Andalucía, en pleno siglo XXI, como "la tierra de María Santísima". Don Sebastián, reclamaba además respeto para quien "expresa lo que sienten millones de españoles". No creo que asociar la identificación anteriormente dicha con "la confesionalidad de la enseñanza, la voluntad de los obispos, los pecados, la moral católica y el catecismo", así como con las opciones políticas que esas creencias representan y han representado en un pasado cercano, sea ninguna falta de respeto. Sobre todo, teniendo en cuenta que el señor Pérez reivindica en su artículo de réplica las bondades de Cáritas, los Hermanos Obreros de María, las monjas de la Caridad, los hermanos de San Juan de Dios, etcétera. Pero es que además, don Sebastián no predica con el ejemplo, sino todo lo contrario.

El comienzo de su artículo de réplica a la crítica del periodista (Granada Hoy, 11de febrero de 2010), es un ataque de dudosa gracia contra los que él llama "progres", en un larguísimo párrafo por el que deambulan, sin mucha seguridad ni acierto, la caída del muro de Berlín, el coliseo de Atarfe, la cocina desestructurada, las hojas del rábano, los soplillos de los antiguos braseros (sin nota a pie de página), los brotes verdes, el tizne, etcétera. Todo con muy poca gracia y muy poco respeto.

No sé qué papel ocupó el señor Pérez en la transición española de la dictadura a la democracia, pero quizá le interesaría saber que la mayoría de esos a los que él llama despectivamente "progres" se dejaron la piel para que esa transición se produjera y lo hiciera sin traumas mayores, sin retrocesos, sin trampas. En definitiva, para poner en marcha una democracia moderna a cuyas normas él pudiera acogerse más tarde y hacer carrera política en uno de los dos partidos mayoritarios. Muchos de esos "progres" tuvieron entonces y han tenido más tarde una vocación democrática indubitable y una trayectoria también inequívoca, al margen de sus posibles errores o incapacidades. Como digo, no sé si el papel del señor Pérez en la transición se pareció al de algunos líderes idolatrados en su partido, reticentes con la Constitución que se aprobó en 1978, o no, pero lo que sí ha provocado una reacción inmediata y fulminante ha sido su defensa de Andalucía como la "tierra de María Santísima".

La semana pasada, la Universidad de Granada se vio obligada a clausurar una exposición artística titulada Circus Christi de la que es autor el artista jienenese Fernando Bayona, al no poder ofrecerle a él ni a su obra la protección necesaria ante las "amenazas de muerte" recibidas de parte de fanáticos religiosos intolerantes. No voy a entrar ahora en la oportunidad con la que la Universidad ha organizado, o autorizado, o permitido, una exposición que podía ofender a una parte considerable de la comunidad que la constituye, ni tampoco en el juicio que personalmente a mí pueda merecerme. Pero lo que me parece un intolerable atentado a la libertad de expresión, es que las amenazas de unos fanáticos hayan suspendido una actividad cultural libremente programada por una de las instituciones de nuestra ciudad. ¿Qué diferencia hay con otras intolerancias de otras confesiones religiosas que tanto criticamos cuando se producen? Y lo que es más importante -y tiene que ver con la "tierra de María Santísima" a la que se refería el señor Pérez- ¿quién me defiende a mí, laico, agnóstico, partidario del aborto, de los matrimonios homosexuales, de la enorme misericordia de la eutanasia, etcétera, de los ataques de obispos cardenales, sacerdotes y afición en general, cuando me acusan de asesino, de inmoral, de antidemócrata, de antipatriota? ¿Quién clausura sus púlpitos, sus periódicos, sus emisoras de radio? ¿Quién me va a defender mañana de sus "espontáneas" medidas contra los que no comparten sus creencias?

Ahora que tanto se habla de la necesidad de cambiar el voto, del relevo, de la alternancia política, etcétera, deberíamos reflexionar antes de decidirnos sobre la cantidad y calidad de democracia que queremos poner en ese voto.

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