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La teología política de Calvino

1. PROTESTANTISMO Y FILOSOFÍA

Este trabajo tiene, ante todo, un propósito crítico: revisar la concepción del protestantismo más extendida en nuestro medio filosófico. En efecto, practicar la filosofía moral y política exige para muchos, tal como observase Habermas, una «conversión» previa al protestantismo, que vendría a consistir, esencialmente, en la asunción del primado de la subjetividad, junto con la secularización de las principales categorías sociales empezando por el Estado o la Nación1. No discutiremos, desde luego, que esto sea necesario para iniciar una reflexión auténticamente moderna; cuestionaremos en cambio que la adopción de semejante punto de vista se adjetive sin más de protestante.

Ciertamente, de origen protestante eran los grandes filósofos del XIX alemán a cuya recepción de las tesis luteranas se debe en buena parte el tópico y es indudable que su versión sería de algún modo inexplicable sin su particular adscripción religiosa. Pero cuando se invocan los efectos del protestantismo sobre la Modernidad no se piensa tanto en la versión que de sus teologías diera este o aquel filósofo, cuanto en la propia doctrina de los reformadores y la secuencia de sus efectos sobre las comunidades que les acogieron 2. El credo adoptado por el converso a una u otra modalidad del protestantismo explicaría la difusión de ese primado secularizador de la subjetividad en la cultura occidental. Es obvio que corresponde a Max Weber el mayor mérito en la defensa de esta tesis, y los ecos del debate sobre su clásico ensayo La ética protestante y el espíritu del capitalismo distan todavía de apagarse 3.

Nuestra investigación, como tantas otras, tuvo su primera inspiración en la tesis de Weber en la medida en que allí parecía ejemplificarse canónicamente un argumento que aún continúa siendo de interés filosófico sobre la efectividad de la ética. Tesis teológicas muy abstractas sobre la predestinación determinaban una doctrina moral que al ser asumida intencionalmente por un sujeto tenían efectos indiscutibles sobre su actividad en el mundo. O, con mayor precisión, la angustia que experimenta el creyente ante la inescrutabilidad de su salvación le llevará a cumplir con sus obligaciones empresariales de modo tal que pueda ver en sus resultados algún indicio del destino que la divinidad le reserva a su alma. Como autor de esta doctrina sobre la doble predestinación, quién podría dudar de la influencia el reformador francés Jean Calvin –de ahora en adelante, Calvino, siguiendo el uso español– en el surgimiento del capitalismo.

En nuestro país fue José Luis L. Aranguren quien mejor supo captar en dos ensayos cruciales la relevancia de las tesis weberianas para la ética a través de su idea de talante 4. Para Aranguren, Calvino estaría en el origen del proceso secularizador que redujo la religión a simple moralidad al ofrecer como signo de la elección las consecuencias de un talante disciplinado, sistemático y laborioso, como el suyo propio. Aun cuando Calvino sometería al creyente a la más absoluta de las heteronomías –la teonomía–, la doctrina kantiana y postkantiana de la autonomía tendría en ella su origen, al decir de Aranguren, siquiera sea por oposición 5.

La aportación de la doctrina de Calvino a la transformación práctica de la subjetividad del creyente, rompiendo con la vieja tradición católica, daría la razón, por tanto, a quienes encuentran en esa subjetividad protestante el punto de partida de la filosofía moderna6. Sería una cuestión de hecho, un proceso documentable históricamente cuyo primer episodio se encontraría en la intervención de Calvino en la reforma de Ginebra continuado después por las sucesivas versiones europeas y norteamericanas del calvinismo durante los siglos que siguieron 7.

2. ÉTICA Y ACCIÓN

Historiadores y sociólogos se apresuraron a verificar cumplidamente si cabía sostener la tesis de Weber en semejante disparidad de contextos. Pese a la diversidad de resultados obtenidos 8, en general no suelen recibir demasiada atención en el debate filosófico, quizá porque, siguiendo al propio Weber, el calvinismo se sigue considerando un tipo ideal aplicable justamente al análisis de cuantas excepciones se descubriesen en el calvinismo empírico. Con independencia de que las objeciones metodológicas recibidas por este enfoque sean ya antiguas 9, lo cierto es que las alternativas hoy en discusión sobre cómo llevar a cabo la Historia de la teoría política y la propia Historia del protestantismo aconsejan un replanteamiento de la cuestión más allá de los tipos ideales weberianos 10. Si pretendemos explicar el papel de las doctrinas protestantes en el desarrollo de nuevas normas éticas y políticas, es importante considerar tesis como las defendidas a lo largo de los últimos treinta años por autores como Quentin Skinner o Robert Kingdon.

Quentin Skinner es ya bien conocido entre los filósofos por integrar un enfoque pragmático sobre la constitución del significado de los conceptos políticos en el análisis histórico 11. Asumiendo la continuidad entre la práctica política y el discurso teórico que sobre ella pudo elaborarse, se trata de analizar cada concepto desde la intención de su autor al usarlo como parte de un argumento, mostrando cómo ese uso le confiere su significado. Desde este punto de vista, según Skinner, lo que Weber habría mostrado en su Ética protestante sería cómo algunos protocapitalistas supieron servirse de conceptos religiosos para justificar su propia práctica 12. Es decir, con independencia de que su propia intención estuviese originalmente animada por motivos religiosos, tuvieron que modificar su conducta a medida que comenzaron a servirse de ellos para defenderla contra sus críticos. Dicho de otro modo, los efectos normativos de la doctrina protestante comenzaron a sentirse en el momento en que comenzó a usarse de un modo novedoso, esto es, cuando se convirtió en parte intencional de la propia acción que se pretende explicar.

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Marta García Alonso

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