Las tres mujeres han sido objeto de atención de organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional, pero el régimen iraní es sordo a los reclamos de la sociedad civil.
En estos días nos enteramos por colectivos iraníes de la muy posiblemente inminente ejecución en la teocracia medieval de Irán de tres mujeres condenadas a muerte por “rebelión contra Dios”. Estas mujeres son:
Pakhshan Azizi, trabajadora humanitaria y activista kurda condenada a muerte en julio de 2024 por sus actividades pacíficas como activista de derechos humanos, tal como asistir a mujeres y menores desplazados. Sus denuncias de tortura y malos tratos no fueron atendidas, por supuesto.
Irán representa hoy lo peor del fanatismo religioso y de la venganza inmisericorde contra los y las que no doblan el espinazo y tienen el arrojo y la dignidad de protestar
Sharifeh Mohammadi, igualmente condenada a muerte en julio de 2024, es una ingeniera industrial acusada de ser miembro del partido separatista kurdo Komala, prohibido, y de actividad sindical orientada a mejorar las condiciones laborales y a la abolición del trabajo infantil. Al parecer la primera acusación no es cierta. Sin embargo, la actividad sindical está prohibida si se aleja de la “Casa de los Trabajadores”, que debe de ser algo parecido a nuestro franquista sindicato vertical.
Varisheh Moradi, trabajadora humanitaria y activista por los derechos de las mujeres, fue condenada también a muerte en octubre de 2024.
Las tres mujeres han sido objeto de atención de organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional, pero el régimen iraní es sordo a los reclamos de la sociedad civil, tanto nacional como internacional, y las organizaciones de derechos humanos y las feministas concitan especialmente su ojeriza. Irán representa hoy lo peor del fanatismo religioso y de la venganza inmisericorde contra los y las que no doblan el espinazo y tienen el arrojo y la dignidad de protestar. De las teocracias vigentes, seguramente esta sea la más cruel, por los ahorcamientos constantes de disidentes, la persecución feroz contra ellos y las torturas y malos tratos, que van en el paquete.
El aislamiento del régimen iraní recuerda al del régimen franquista que padecimos durante casi cuatro décadas en España, donde la religión también jugó un papel clave bajo el manto del nacionalcatolicismo
El aislamiento del régimen iraní recuerda al del régimen franquista que padecimos durante casi cuatro décadas en España, donde la religión también jugó un papel clave bajo el manto del nacionalcatolicismo. La Iglesia católica fue pilar ideológico de la dictadura y principal adoctrinador de la población, empezando por los tiernos infantes, gracias a que el dictador le cedió la educación, teniendo carta blanca para adoctrinar a base de barbaridades.
Irán no es la única teocracia, le acompañan países como Afganistán, Yemen, Arabia Saudí, Mauritania, Sudán o Ciudad del Vaticano. El catolicismo, al menos por nuestra órbita geográfica y cultural, no llega a tales extremos de crueldad, aunque tiene un papel fundamental en el adoctrinamiento religioso de menores y goza de prerrogativas injustificables que otorgan los estados por diversas razones. La crueldad de las teocracias islámicas, donde no se distingue entre religión y política, está muy por encima de la de los países con fuerte implantación católica, aunque no hay que olvidar que el catolicismo tiene sus páginas negras en la historia, con prácticas inquisitoriales que incluían torturas hasta la muerte, quema de brujas (mujeres que no agachaban la cabeza ante el patriarcado), censura de libros, películas, obras de teatro, canciones…
Irán no es la única teocracia, le acompañan países como Afganistán, Yemen, Arabia Saudí, Mauritania, Sudán o Ciudad del Vaticano
En todo caso, el motivo de este artículo es poner el foco de atención en las tres mujeres mencionadas, que corren grave peligro inminente de ser ejecutadas, así como llamar la atención de la sociedad y las autoridades. El gobierno español debería pensar en el coste, en imagen y en coherencia de principios, de mantener sin rechistar relaciones con algunos países amigos de prácticas atroces que no podemos tolerar desde nuestras democracias, por imperfectas que sean. El embajador de Irán debería ser llamado a consultas, y el estado español debería, por sí mismo y por conductos internacionales, presionar a este país para que derogue la pena de muerte y aplique una moratoria hasta su derogación. Asimismo, alguna institución cultural también debería pensarse invitar al embajador para que haga propaganda de un régimen tan anormalmente bárbaro.
Pedro López López | Profesor (jubilado) de la Universidad Complutense. Activista de derechos humanos. Miembro de Europa Laica, integrante de su junta directiva entre 2021 y 2024