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La SGAE exime a la Iglesia de cualquier pago en la Jornada Mundial de la Juventud

En los últimos tiempos la Sociedad General de Autores y Editores (o SGAE) se ha destacado especialmente por su afán recaudatorio absolutamente desmedido. Desde hace años vienen cobrando derechos de autor a todo lo que se mueve, también a eventos benéficos, por lo cual han recibido gran cantidad de críticas que ahora se acaban de reactivar al conocerse la incongruente decisión con la tónica descrita de no cobrar nada a la Iglesia católica en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que tendrá lugar dentro de unos días en Madrid.

Y es que según ha confirmado el director de comunicación de la JMJ a elEconomista, Rafael Rubio, la entidad gestora que nos ocupa se ha convertido en patrocinador de la fiesta católica de la juventud al firmar un acuerdo de patrocinio que exime a la Iglesia católica de pagar cualquier tasa por el uso de música durante el desarrollo de las jornadas; hecho completamente insólito ya que las veces que la SGAE ha eximido a alguien de pagar derechos de autor se cuentan con los dedos de una mano. Pero el caso no es solamente inédito e incongruente sino también absolutamente vergonzante.

Durante años la SGAE ha esgrimido mil veces como argumento de defensa ante las críticas por sus ansias desmedidas de recolectar euros que ellos solamente se limitan a cumplir la ley que les obliga a recaudar el dinero de los autores por el uso de sus obras donde sea, incluidos actos o conciertos benéficos. Es decir, que por un lado con la decisión de no cobrar derechos de autor en la JMJ se están riendo en la cara de todos nosotros, otra vez, porque tira por el suelo el argumento que han usado durante años para justificar el cobro de derechos sin contemplaciones de ningún tipo; por el otro el eximir al acto de la Iglesia católica, que para encima no es benéfico, de pagar tasas supone un imperdonable agravio comparativo hacia todos los eventos, conciertos y resto de iniciativas con fines benéficos que sí han tenido que pagar derechos de autor a lo largo de los años.

Además, y que quede claro que aunque mi única religión es la ciencia no tengo nada contra los creyentes de base, no puedo llegar a entender cómo es posible que un organismo público pueda convertirse en patrocinador de un acto católico en un estado aconfesional como es el español.

Lo que sí tengo claro es que este caso es otra prueba más, que se suma a la bochornosa Operación SAGA, de que la SGAE debería desaparecer ya que estamos ante un organismo que realmente hace lo que le da la gana y también que urge una remodelación profunda de la ley de propiedad intelectual española porque la misma, entre otros numerosos agujeros imposibles de parchear, es la que justamente ha permitido que las entidades de gestión puedan hacer lo que quieran.

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