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La reputación del servicio público

“Una funcionaria en Bélgica ha sido despedida por hacer reportajes eróticos en las oficinas donde trabaja. Sin embargo, nadie va a ver en peligro su trabajo por colocar belenes y otros símbolos religiosos en edificios públicos del Estado español”.

Una funcionaria del Ministerio de Interior de Bélgica ha sido suspendida de su trabajo mientras se tramita su eventual despido. La razón es que unos compañeros la han reconocido en un reportaje de televisión sobre hombres y mujeres que cobran por hacer reportajes eróticos. Ella aparecía en unas fotografías realizadas en las oficinas donde trabaja y en el ascensor del edificio. Cuando su jefe se enteró le pidió que entregara de inmediato su ordenador portátil, sus claves y su tarjeta de acceso al ministerio. Según afirmó, sus actos pueden causar daños a la reputación del servicio público.

Sin embargo, nadie va a ver en peligro su trabajo por colocar belenes y otros símbolos religiosos en edificios públicos del Estado español. Al parecer, eso no causa daños a la reputación del servicio público. Que una parte de los funcionarios imponga su ideología al resto de sus compañeros y al conjunto de la sociedad, es decir, a aquellos que le pagan su sueldo, no tiene ninguna importancia. Esa funcionaria ha acudido al Consejo de Estado para recurrir la decisión alegando que esas actividades forman parte de su vida privada y que no interfieren negativamente en su trabajo. Sin embargo, ocupar el espacio público con los símbolos de una ideología sí que interfiere en el trabajo de esa institución pues se está lanzando el mensaje de que los ciudadanos no católicos son de segunda categoría, y sin embargo no se van a adoptar medidas disciplinarias contra nadie.

Cabría hacerse varias preguntas: ¿Con qué dinero se compran esos belenes? ¿Sale de alguna partida de dinero público o es financiada por los funcionarios católicos de cada organismo público? ¿El proceso de instalación se realiza en horario laboral o fuera del mismo? ¿Por qué los católicos de este país consideran normal imponernos al resto su ideología al ocupar el espacio público con sus símbolos? ¿Cuando sea la fiesta del cordero permitirán que sus compañeros musulmanes degüellen a un cordero en el vestíbulo del edificio público o solo ellos están legitimados para celebrar sus fiestas religiosas en su lugar de trabajo? ¿Por qué cuando uno se hace estas reflexiones es radical, cuando lo radical es tratar de imponer a los demás su ideología y además hacerlo con su dinero?

Miguel Hernández es miembro de la Associació Valenciana d’Ateus i Lliurepensadors (AVALL)

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