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La República Federal de Alemania, el Impuesto eclesiástico y el concordato de Hitler

El caso del Dr. Peter Nittmann ante el Tribunal Europeo para los Derechos Humanos

Desde la derrota de la Unión Soviética en la Guerra Fría, las iglesias gustan de autoproclamarse como organizaciones de resistencia contra Adolf Hitler. Gracias a su moderación, el Papa Pio XII habría salvado la vida a miles de judíos. Debió de tratarse de una oposición curiosa que cuando era el cumpleaños de Hitler decoraba sus salas de reuniones con banderas con cruces gamadas, ¡y eso era lo que hacían los cristianos alemanes con sus iglesias! Era de esperar la falsificación de la historia, ya que después de la derrota militar del fascismo, los recuerdos de la relación real entre la Iglesia cristiana y Hitler, entre la cruz y la cruz gamada, estaban demasiado frescos. Se trató de una colaboración llana y simple, como puede consultarse más detalladamente en Karlheinz Deschner (Mit Gott und den Faschisten [Con Dios y los fascistas], Hans E. Günther Verlag, Stuttgart,1965, www.deschner.info ),

“Por sus hechos les conoceréis“, dice en la Biblia (Mateo 7,16) y el hecho de la colaboración entre la Iglesia y el Fa¬scis¬mo está de máxima actualidad e influye también diariamente sobre los que somos aconfesionales. El niño – o debería decirse la criatura deforme – de esta Sagrada Alianza se llama: Concordato del Reich y ha sobrevivido asombrosamente ileso a la derrota militar de Hitler e incluso fue ampliado por la legislación de subsidiariedad de Ade¬nau¬er: un titular eclesiástico de un hospital o una guardería tiene preferencia sobre un titular estatal. Los aconfesionales no tienen ningún sitio bajo la excusa de la protección de la tendencia. Con una mayoría de los titulares eclesiásticos está muy próxima la prohibición profesional de los médicos, enfermeras y educadoras infantiles aconfesionales. Con la misma excusa, los trabajadores cristianos pueden ser despedidos en caso de divorcio. ¡Con esta insolencia se mezclan las iglesias en la vida privada de los ciudadanos! Adenauer cosechó lo que Hitler había sembrado. En lugar de ser condenado en el Juicio de Nuremberg, el Clero organizó la fuga de altos funcionarios fascistas a Sudamérica, la llamada “rat-line“ con la que también marcharon Mengele y Eichmann. No debemos olvidar nunca la profunda implicación del Vaticano en el campo de concentración y de exterminio de Jasenovac en Yugoslavia, descrito por el antiguo Presidente del Tribunal Russel contra crímenes de guerra Vladimir Dedijer en la editorial Ahriman (www.ahriman.com)

Las escandalosas consecuencias del Concordato de Hitler son todavía actuales. En la Ley fundamental sigue viviendo en forma del artículo 123 párrafo 2, que no dice nada más que la violencia fascista crea derecho, algo oculto para un lego hasta ser prácticamente irreconocible, para que esta insolente apología de Hitler no se convierta en un debate público: sin la Ley de Autorización no hubiese existido el Concordato entre Hitler y el Papa. Lo que antes era derecho, hoy no puede ser injusto. El terrible jurista Filbinger, ex miembro del NSDAP (Partido Nazi) y posteriormente soberano de la CDU en Baden-Württemberg, envía saludos. Por lo tanto, el estado cobra en la RFA el Impuesto eclesiástico y lo liquida a la Iglesia. Sólo esto supone un coste de administración de 1.000 millones de Euros aprox. anuales y consecuencia directa del Concordato. Pero también el cuidado de las almas de los militares va a cargo de todos los ciudadanos, cualquiera que sea su confesión o convicción ideológica. Los salarios de los profesores de religión, la financiación de las facultades cristianas y su profesorado, las subvenciones a las misiones, órdenes, medios, días de la Iglesia e incluso indemnizaciones debido a la secularización de hace 200 años – en total se cobra a los ciudadanos unos 20.000 millones de Euros anuales de los impuestos generales (detalles en: www.stop-kirchensubventionen.de ). ¡Un escándalo y algo único en todo el mundo en esta forma! Las iglesias utilizan sólo el 8% de esta suma como coartada para fines sociales, el resto lo devora su organización reaccionaria.

No debemos olvidar que en los años 20 había mucha agitación por la cuestión social. La cuestión del modo de distribución de la producción social, de la autorización de la propiedad privada en los medios de producción y los bloques de pisos, de la autorización de la miseria y la posibilidad de la máxima fortuna para una mayoría máxima. Esto causó la alarma entre la clase burguesa, ya que temía por sus privilegios y ahora tenía también delante de la misma puerta de casa el ejemplo estimulante para la clase trabajadora y el modelo de la joven Unión Soviética. El freno de emergencia con el que se quiso parar este tren rumbo a la igualdad y la emancipación para todas las personas tenía un nombre: ¡Adolf Hitler! Sin el soporte financiero masivo para el aparato de su partido y de propaganda por parte de la industria pesada y el capital financiero, no habría tenido ninguna oportunidad y hubiera sido un psicópata aislado e insignificante. El desmantelamiento del movimiento obrero fue la misión por la que se le pagó y la Iglesia estaba en ello, ya que el trasfondo histórico del movimiento obrero en general y del KPD (Partido Comunista Alemán) de la República de Weimar fueron la Ilustración y la Revolución Francesa y en ellas no había sitio para la religión, el oscurantismo, el antisemitismo y la Edad Media. Había un enemigo común y se apostó por la misma solución: Adolf Hitler. Desde el punto de vista de la clase dominante, el antisemitismo de Hitler y su ideología nacional eran sólo una manía que se tuvo en cuenta hasta que acabó su ”trabajo“, desde el punto de vista de la Iglesia, su antisemitismo era la continuación de su propia tradición con una nueva vestimenta después del periodo interglacial de la Ilustración que se aproximaba a su fin.

Los millones de marcos del Reich para subvencionar financieramente el fomento de la fidelidad de las masas por parte de la Iglesia, fue en 1933 una manera de cubrirse las espaldas moralmente. El Vaticano, que presentía el aire de una nueva Edad Media, fue la primera instancia extranjera en reconocer diplomáticamente el Tercer Reich – una señal pro-Hitler decisiva para los otros estados, que en principio habían quedado en estado de shock por la evolución en Alemania. El brazo terrenal del Catolicismo alemán, el Zentrumspartei (Partido de Centro), aprobó la Ley de autorización, con la votación democrática en el Parlamento no habría existido el reaccionario Concordato entre Hitler y el Papa. Como recompensa por éste y otros servicios, sin los que Hitler no hubiera podido imponerse o sólo con dificultad, el Vaticano recibió el 20 de julio de 1933 su Concordato, con sus privilegios únicos hasta la actualidad, negociado por el Nuncio Papal en Berlín, Eugenio Pacelli, al posterior Papa de la Guerra Mundial, Pio XII. Militarmente, Hitler tenía la guerra perdida, pero en cierto modo había logrado su objetivo: el desmantelamiento del movimiento obrero, no sólo en Alemania.

Pero volvamos a la actualidad, a las consecuencias del Concordato de Hitler: como a las víctimas del capitalismo, los desempleados, no les fue lo suficientemente mal, la RFA tuvo la desfachatez hasta 2004 de descontar también el Impuesto eclesiástico de su miserable subsidio de desempleo, aunque fueran aconfesionales o pertenecieran a otras confesiones, consecuencia directa del Concordato entre Hitler y el Vaticano. Incluso las víctimas más pobres de las relaciones ¡modificables! deben apoyar el oscurantismo fomentado estatalmente. De modo ejemplar para muchos de estos desempleados aconfesionales, el Dr. Peter Nittmann reclamó contra esta práctica, logrando el éxito de que a finales de 2004 tuviera que suspenderse, ya que se trataba de algo escandaloso. En principio, los tribunales alemanes intentaron aplacar los ánimos y llamaron a este escándalo: Impuesto eclesiástico "ficticio“, pero el dinero no se descontó de manera ficticia, sino real y como antes, las iglesias se subvencionan transversalmente con un total de 20.000 millones de Euros de los impuestos generales, para lo cual tienen que aportar también su óbolo los desempleados aconfesionales, lógica perversa del estado sucesor de Hitler.

El Dr. Peter Nittmann exigió también la devolución de este Impuesto eclesiástico anticonstitucional. En esta causa, un Juez de la Audiencia Territorial de lo Social de Stuttgart destruyó actas relevantes para los tribunales, que pueden consultarse en las cartas de Ketzer 129 y 135 de la Editorial Ahriman y también el Tribunal Constitucional Federal de Karlsruhe la minimizó. Actualmente existe una demanda contra la República Federal de Alemania ante el Tribunal Europeo para los Derechos Humanos en F-67075 Strasbourg Cedex (Número de recurso: 36798/059). Las cartas de solidaridad en esta causa son muy importantes; ¡todos los desempleados aconfesionales deben recuperar su Impuesto eclesiástico cobrado inconstitucionalmente!

Como motivo para el Impuesto eclesiástico descontado de forma globalizada se usa, como anteriormente, la supuesta clara mayoría de cristianos que pagan el impuesto sobre el salario sobre el total de la población que paga dicho impuesto. Es suficientemente grotesco que según la definición jurídica, deba existir una “clara“ mayoría del 55%. En el año 2004, según el grupo de investigación Ideologías en Alemania (fo/w/i/d) se redujo por primera vez y se situó sólo en el 54,2%, con tendencia a seguir bajando. También el autor aconfesional de este artículo tuvo que protestar enérgicamente ante la Agencia Tributaria de Berlín antes de recibir el reembolso del Impuesto eclesiástico globalizado, que se cobró sobre la tarifa de sus empleados aconfesionales.

El Concordato de Hitler, que como anteriormente tiene rango constitucional, no sólo es reaccionario y odioso(!!!) y totalmente incompatible con la neutralidad ideológica del estado prescrita en la Ley suprema (artículo 3, párrafos 3, 4, párrafos 1, 33 párrafo 3). Podría ser eliminado de la Constitución por mayoría de 2/3 de la Gran Coalición, para acabar finalmente sobre las montañas de basura de la historia. Merkel, con su capacidad para fijar directrices, debe reflexionar sobre lo que prefiere: el precepto de neutralidad o el Concordato de Hitler. ¡Y confesar el color! ¡Ambas cosas no se pueden tener! Pero con independencia de todas estas cosas: formalmente es ahora todavía menos legitimable, después de reducirse esta denominada “clara“ mayoría dudosa del 55% de cristianos sujetos al impuesto sobre el salario de toda la población que paga dicho impuesto. La religión tiene que volver a ser de nuevo una cuestión privada, ¡como establece la Constitución!!! El Estado y la Iglesia deben estar separados y las Iglesias deben perder la condición de Corporación. Deben tener la condición de Asociación. La religión es un anacronismo peligroso y que daña la razón.

El Concordato de Hitler, que nos cuesta a todos – también a los aconfesionales, también a los conciudadanos judíos o los de cualquier otra confesión – cada día millones de Euros, debe estar de nuevo en el Orden del Día. ¡Vaya una fuente de ahorro genial para el caso de saneamiento de Alemania, más bien político que económico! Lo peligroso en el Concordato de Hitler es que pasa desapercibido. En ninguna escuela figura en el Plan de estudios. Bajo la campana de vidrio de lo no manifiesto, tiene sin embargo un fuerte olor a la guerra Mundial y a Auschwitz.

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