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La promoción de la libertad religiosa en el mundo se ha convertido en una prioridad de Trump y dibuja ante la ONU un EE.UU. acogedor para los perseguidos por religión

El laicismo defiende la libertad de conciencia, que incluye la libertad de tener o no unas creencias religiosas. Pero este tipo de encuentros promueven más la “libertad” de las confesiones religiosas para su proselitismo y sus privilegios, y olvidan las persecuciones o dificultades legales de quienes no tienen religión. No sorprende que Estados Unidos y el evangelismo sean los principales promotores de esta “libertad” que les permite gozar de privilegios para extender su ideología conservadora política en todo el mundo.


El presidente de Estados Unidos, Donald Trumpperfiló este lunes ante la ONU una imagen de su país como un lugar acogedor para las víctimas de persecución religiosa en el mundo, a pesar del discurso antimusulmán que caracterizó su campaña electoral y de sus políticas para restringir la entrada de refugiados.

“Estados Unidos siempre será una voz para las víctimas de la persecución religiosa, en todas partes. No importa donde vayan, tienen un lugar en los Estados Unidos”, dijo Trump en su discurso en la Reunión Global para Proteger la Libertad Religiosa, en la sede de Naciones Unidas.

El Gobierno estadounidense organizó ese encuentro a la misma hora que la Cumbre de Acción Climática que congregaba a decenas de líderes en la sede de la ONU, y a la que Trump no tenía previsto asistir pero finalmente llegó por sorpresa y se sentó durante unos minutos en el auditorio, sin intervenir.

“Pido a todos los países del mundo que se unan a nosotros en este deber moral urgente”, subrayó Trump.

“Honren el derecho eterno de todas las personas a seguir su conciencia, vivir de acuerdo con su fe, y dar gloria a Dios (…). Detengan los crímenes contra la gente de fe. Liberen a los prisioneros de conciencia (…). Protejan a los vulnerables, los indefensos y los oprimidos”, agregó.

Su afirmación de que esos colectivos “tienen un lugar en EE.UU.” chocó con su promesa electoral de 2016 de “prohibir completa totalmente la entrada de los musulmanes” al país, un objetivo que trató de poner en práctica con varias versiones de su veto migratorio.

La tercera versión de ese veto sigue en vigor impide la entrada en EE.UU. de los ciudadanos de varios países de mayoría musulmana -Libia, Irán, Somalia, Siria y el Yemen, además de imponer restricciones a algunos ciudadanos venezolanos y norcoreanos.

Las palabras de Trump llegaron además en un momento en el que su Gobierno se está planteando reducir a cero el número de refugiados que pueden entrar en Estados Unidos cada año, y que en 2019 ya tiene un límite de 30.000, el nivel más bajo desde 1980.

La promoción de la libertad religiosa en el mundo se ha convertido en una prioridad de Trump debido a la influencia de su vicepresidente Mike Pence y su secretario de Estado, Mike Pompeo, que son cristianos evangélicos y comparten religión con uno de los bloques de votantes estadounidenses más fieles al mandatario.

Pence habló en la reunión justo antes que Trump y arremetió contra Nicaragua, al asegurar que “está prácticamente librando una guerra contra la Iglesia católica”, y Venezuela, donde dijo que el chavismo “usa las leyes contra el odio para procesar al clero”.

El secretario general de la ONU, António Guterres, también participó en la reunión, y afirmó que “la persecución de minorías religiosas es completamente inaceptable” y le “rompe el corazón”.

“Debemos hacer todo lo que podamos para evitar la limpieza religiosa de las sociedades”, añadió Guterres.

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