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La polémica de los alminares en Europa

La polémica de los minaretes se calienta en Francia

El Gobierno trata de calmar los ánimos en pleno debate sobre la identidad

Con más de cinco millones de musulmanes, Francia es el país donde el inesperado rechazo de Suiza a los minaretes ha tenido mayor impacto. La polémica sobre la presencia de este símbolo del islam en el paisaje urbano ha irrumpido en pleno debate sobre la identidad, contaminando la reflexión hasta el punto de desbordar al Gobierno. Los sondeos descubren que un 41% de los franceses rechazan las mezquitas, los musulmanes se sienten estigmatizados y la tensión política ha subido varios grados.
En este agitado contexto, el Ejecutivo se ha visto obligado a calmar los ánimos. «Lo que hay que combatir es el integrismo, no los musulmanes», clamó el primer ministro, François Fillon, el pasado viernes en una intervención que inicialmente debía realizar el presidente, Nicolas Sarkozy, sobre el tema de la identidad. El jefe del Estado dejó que Fillon actuara de fusible y saliera al paso de las acusaciones de la oposición, que culpa al Gobierno de abrir un debate peligroso atizando el populismo de la extrema derecha con fines electoralistas. Francia elegirá a sus representantes regionales en marzo.

HOMENAJE A LOS CAÍDOS / Existen al menos una veintena de minaretes en Francia. El más alto, de 33 metros, es el de la gran mezquita de París, construida en 1926 con fondos del Estado en homenaje a los 100.000 musulmanes muertos por Francia. El centro puede acoger hasta 10.000 fieles. Nadie ha cuestionado jamás esta construcción situada a un tiro de piedra del barrio latino, en un entorno burgués muy alejado de las zonas desfavorecidas de la periferia, donde vive gran parte de la población musulmana.
Sin embargo, cuando los proyectos de mezquitas han empezado a extenderse, no siempre han sido bien recibidos. En Marsella, por ejemplo, las alegaciones –básicamente del Frente Nacional– han retrasado varios años la construcción de un gran centro de culto con un minarete de 27 metros. Justo cuando acababa de obtener luz verde, el voto suizo ha reabierto la cuestión. Para evitar que arruine definitivamente el debate de la identidad, algunos miembros del Gobierno lo reducen a un problema urbanístico.

LA VISIBILIDAD DEL ISLAM / Pero al plantear restricciones en este terreno –hay otros cinco proyectos de grandes mezquitas–, no hacen más que dar la razón a los suizos y aumentar el estupor de los musulmantes. Los imanes están divididos sobre la cuestión de la visibilidad del islam, ya que el Corán no juzga imprescindibles los minaretes.
«La integración pasa por que los musulmanes practiquen su religión de forma digna y no en los sótanos», sostiene el dirigente socialista Manuel Valls. En la ciudad de la que es alcalde, Evry, la mezquita tiene un minarete de 25 metros y la catedral carece de campanario.

Aplausos conservadores, contrariedad del Vaticano

El referendo suizo generó aplausos y también incredulidad en Italia, donde se levantan 411 mezquitas, generalmente pequeñas, algunas con minaretes discretos. «La voz del pueblo deber ser siempre escuchada y no solo la de las élites más o menos iluminadas», comentó Roberto Maroni, ministro del Interior por la Liga del Norte. El partido liderado por Umberto Bossi aprovechó para lanzar la idea de añadir el crucifijo a la bandera italiana. El Vaticano expresó su contrariedad ante el resultado de la consulta, como en general ha hecho siempre sobre la intolerancia religiosa.
Mientras se construía la gran mezquita de Roma, que constituye un verdadero monumento de arte moderno en el que se mezclan varias culturas, los responsables visitaron casa por casa a los italianos para explicarles lo que estaban haciendo. El Vaticano dio su visto bueno a la construcción, aunque alguien tuvo la idea, puesta en práctica, de que el minarete fuese rebajado de tal manera que el horizonte de Roma jamás pudiera asociarse a él.
Paralelamente, la mayoría conservadora se ha opuesto a conceder la nacionalidad italiana a los inmigrantes que lleven más de cinco años en el país y a sus hijos, a pesar de que aportan casi el 10% de la riqueza nacional (PIB) y más del 90% paga sus impuestos. Este mes la Liga del Norte ha tenido que retirar, por injusto, un proyecto de ley con el que pretendía reducir a la mitad el subsidio de desempleo de los inmigrantes. Gian Franco Fini, presidente del Congreso, propuso que en las escuelas se dedicase una hora de enseñanza del islam. Fue como pisar un avispero. Se rechazó.

Entre la libertad religiosa y la falta de integración en Alemania

El referendo suizo sobre la prohibición de minaretes ha desatado también la polémica en Alemania y ha dado lugar a un acalorado debate político. La controversia se encendió a raíz de las declaraciones del responsable de Interior de la Unión Socialcristiana (CDU/CSU) en el Parlamento, Wolfgang Bosbach. El diputado conservador afirmó en varios periódicos que había que «tomar muy en serio» la decisión de los suizos porque se trata del reflejo de un «creciente miedo a la islamización que existe también en Alemania». Políticos del resto de partidos criticaron las declaraciones de Bosbach e insistieron en que el tema no es exportable a Alemania, donde, reconocen, existe un problema en la integración, pero se respeta la libertad religiosa. De hecho, en el país no hay ninguna limitación a la construcción de mezquitas y minaretes y, según los archivos de organizaciones musulmanas, hay ya 206 mezquitas en funcionamiento y al menos otras 120 en construcción.
Bosbach recordaba que también en el país ha habido problemas y rechazo social a algunas construcciones, como la planificada gran mezquita de Colonia, que tendrá un minarete de 55 metros de altura. El otoño pasado, varias manifestaciones ultras en contra de esa mezquita acabaron en graves enfrentamientos entre grupos de izquierda radical y de extrema derecha. Solamente en Berlín, considerada la tercera ciudad con más población turca del mundo después de Estambul y Ankara, existen ahora mismo 80 mezquitas.

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