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La ONU ¿a favor de los fundamentalismos?

En un artículo de El País del pasado día 19, Soledad Gallego-Díaz se adentra en un asunto controvertido pero de gran trascendencia social y política para las democracias del mundo. La autora reseña el debate que comenzó el día 20, en la sede de la O.N.U., sobre un informe del senegalés Doudu Diène que pretende "alertar" sobre lo que denomina "difamación de las religiones" y lo que considera la "expansión de una cultura contraria a la religión".

La Organización de Naciones Unidas es un Organismo Internacional que, fundado en 1945, implica a 192 Estados miembros en una cooperación para preservar a la humanidad de la guerra, promover el progreso social, mantener la paz y la seguridad internacional, y llevar a cabo la búsqueda conjunta y pacífica de soluciones a los problemas y conflictos globales. Uno de sus mayores logros y, a la vez, su más ambicioso objetivo es, en teoría, promulgar y garantizar el cumplimiento universal de la Carta Magna de los derechos humanos.


Artículos 18 y 19 de los Derechos Humanos
El artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (proclamada en resolución de Asamblea general de la ONU el 10 de diciembre de 1948) garantiza el derecho universal a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; y el artículo siguiente, el 19, garantiza, a su vez, la libertad de opinión y de expresión, como un ideal común, que todos los pueblos y naciones deben esforzarse por conseguir "por el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias", a fin de que "el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión". (Estas últimas son palabras literales del preámbulo de la Declaración).


¿Vetar los derechos humanos?
Resulta, cuanto menos, asombroso que el máximo organismo internacional que supuestamente vela por el reconocimiento de esos derechos inalienables contemple un debate cuyo objetivo es, con evidencia, recortar esos derechos, amordazar libertades supremas y proteger a las religiones que, por cierto, suelen ser las grandes "expertas" en, además de difamar a los que no comparten sus postulados, alienar a los ciudadanos de los derechos por los que la ONU debería velar.


Las religiones son las que más difaman
Quizás el debate debiera centrarse en alertar sobre la "difamación a la inteligencia humana y a los Derechos Humanos" ante los severos ataques, tanto verbales como políticos, que algunas democracias soportan de las religiones. El caso de España sería muy gráfico y no hay duda de que se podría redactar un informe de muchas páginas conteniendo insultos, difamaciones y despropósitos intolerables contra el Estado de Derecho y contra la voluntad de la ciudadanía por parte de la Iglesia católica.


Ban Ki-moon miembro de la Secta Moon
Quizás no sea casual que el actual Secretario general de la ONU (el coreano Ban Ki-Moon) pertenezca, según múltiples fuentes, a la Iglesia de la Unificación (también denominada Secta Moon), y quizás tampoco sea casual que la Iglesia católica ostente la anacrónica función de "Observador permanente como Estado no miembro" en la ONU, cuando ni siquiera ha firmado la Carta Magna de los Derechos Humanos. La deducción de conclusiones ante este silogismo es muy sencilla.


Neo-medievalismo teocrático
Los gobiernos y los mandatarios de los países que refrendan los Derechos Humanos deberían aliarse contra estas actuaciones que podrían suponer el retroceso de las sociedades hacia nuevas formas de medievalismo teocrático, la vulneración de derechos fundamentales que sustentan la dignidad suprema del ser humano por encima de cualquier ideología o confesión, y el sometimiento de las instituciones públicas a los totalitarismos religiosos. Hay que recordar, por otro lado, que los Derechos Humanos están formulados en defensa de los ciudadanos, y no de ideologías, credos o confesiones, y ambas premisas son, del todo, incompatibles.


Alianza democrática contra las tiranías
Porque nadie deberíamos olvidar que las tiranías, las guerras, las dictaduras y los genocidios vienen, casi siempre, promovidos por las religiones en su afán fundamentalista por imponerse sobre la razón, los derechos humanos y los avances democráticos. Espero y deseo que la fortaleza de los mecanismos democráticos internacionales sea lo suficientemente férrea como para superar este desvarío inaudito que pretende vetar la libertad de expresión y, por tanto, anular uno de los principales derechos humanos. Aunque, como dijo el político inglés John Morley, "nunca se convence a un hombre ni a un pueblo por reducirle al silencio", y, como dijo Rubén Darío, "la verdad, aunque sea acallada, sigue siendo la verdad."

(A modo de epílogo me permito dedicar estas palabras y la intención que las motivan a un gran ser humano y gran amigo que acaba de morir y que logró ser, mientras vivió, una persona libre.)

Coral Bravo es Doctora en filología y miembro de Europa Laica

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