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La ofensiva represiva de Erdogan en Europa

Las decisiones políticas del presidente turco Tayyip Erdogan llevaron consigo una serie de desventuradas relaciones con el resto de Europa. El conflicto aún latente está sometido a las presiones nacionales, sobretodo religiosas.

“Si decido ir a Turquía, no será por la invitación de Erdogan, sino como hacía antes frecuentemente, aceptando la invitación de tantos disidentes, kurdos incluídos, que se ven frente a un severo ataque durante tantos años”, replicó Noam Chomsky a Tayyip Erdogan.

La réplica sucedió a raíz de un sonado manifiesto. Más de mil docentes, en su mayoría de universidades turcas, pedían que se reabriera el proceso de paz en el sureste del país, donde la mayoría es de origen kurdo. Y si una invitación contiene siempre algo amable, en aquel caso que Chomsky comprobase él mismo cómo el manifiesto no reflejaba la realidad, para el resto de firmanentes la reacción fue directamente detenciones y expulsiones de la Universidad.

Pero amable o no, la invitacion de Tayyip Erdogan a Noam Chomsky señala un momento en el que la largo mano de Erdogan se hace más presente en Europa. En la campaña presidencial alemana que se dirimirá este domingo, Erdogan ha llamado a los 2.5 millones de migrantes turcos en Alemania a no votar a Merkel o Schultz, ni al Partido Verde o a Die Linke. El motivo: que son antiturcos.

El artículo 301 del Código Penal Turco comenzaba de forma inquietante: “La persona que denigre la Turquicidad…”. El 301 ha sido criticado entre otros por el Tribunal Europeo de Derechos Humano, porque “ su interpretación es tan amplia y vaga que constituye una amenaza contra la libertad de expresión”. De poco sirvió que el término “Turquicidad” fuera substituído por Nación Turca, en la práctica sucede que el 301 no permite criticar las decisiones de quienes controlan las instituciones. Una se pregunta entonces ¿el nacionalismo surge cuando una cultura, con toda su complejidad, acaba por percibirse nada más que como unas instituciones o quienes las representan?

La política de Turquía entra en Alemania

Memet Killic, candidato a diputado en estas elecciones alemanas, es de raíces turcas. Desde hace un tiempo acostumbra a volver a casa antes de que anochezca porque, a las amenazas xenófobas por su origen turco, se han unido ahora las amenazas por ser crítico con Erdogan. No es el único amenazado. Otra es la candidata Sevim Dagdelen, quien en unas declaraciones al periódico digital DWseñaló a la Unión de Demócratas Europeos Turcos (UEDT), como uno de los grupos en Europa que recoge información sobre personas de origen turco críticos con el gobierno Erdogan. “Su Secretario General”, señaló Dagdelen, “fue uno de los administradores que el Estado nombró para el periódico Zaman, de gran tirada en Turquía, después de que la policía clausurara su redacción”.

UETD organizó junto a la Unión Turcoislamica de Asuntos Religiosos (DITIB) (estaban en su derecho) manifestaciones a las puertas del Bundestag, cuando esta cámara baja aprobó hace un año, por amplia mayoría, reconocer el genocidio armenio. Este reconocimiento ha crispado las relaciones entre ambos gobiernos. La persecución de Dogan Akhanli, todavía pendiente al igual que Hamza Yalçin, de si la judicatura española decide extraditarlo a Turquía, parece más bien motivada por su denuncia del genocidio armenio. El primer ministro turco, Binali Yildirim, replicó a la declaración del Bundestag que Turquía “es un país orgulloso de su pasado”. Esta declaración no hace sino llevar lo que es una cuestión histórica o política al terreno de la identidad nacional.

Identidad nacional como religión

Clérigos de la Unión Turcoislamica de Asuntos Religiosos (DITIB), que gestiona unas 900 mezquitas en Alemania, están siendo investigados por la fiscalía alemana bajo la hipótesis de que se dediquen a recopilar información sobre posible simpatizantes del movimiento Gülen. La tensión entre Turquía y Europa por este tema no se limita sólo a Alemania. DITIB depende de un ente público, el Directorado para los Asuntos Religiosos. Conocido popularmente como Diyanet, tiene su sede en Ankara, gestiona dentro de Turquía unas 85.000 mezquitas y 2.000 más en otros 40 países, a través de filiales como DITIB. Según Hufftinton Post, las autoridades belgas negaron el visado a una docena de imanes y Bulgaria expulsó a uno. El embajador turco en Dinamarca fue llamado a dar explicaciones por este tema, y en Austria, estas sospechas de fascismo religioso han llevado a la extrema derecha a manifestarse con el suyo propio frente a la sede de UETD.

Los jueces aún no han fallado al respecto, y el Ministro de Justicia turco deplora estas actuaciones. Pero es interesante entender el papel de Diyanet porque se enmarca también dentro de una idea rígida de la identidad nacional. Según el Central Asia Caucasus Institute de la Universidad John Hopkins, Diyanet, durante la administración Erdogan, además de introducir una perspectiva religiosa en las decisiones gubernamentales, proyecta una visión única del islam sunita, la Hanafi. La diversidad islámica de Turquía no queda entonces representada por Diyanet, y un tercio de la población que se identifica como islámica, se marginaliza: alevíes, alauitas, la población kurda (que sigue la visión Shafi y no la Hanafi), y quizás tres millones de chiítas.

Radio Suecia emitió recientemente una grabación en la que la rama sueca de la UEDT trataba de convertir en informante a un simpatizante del movimiento Gülen en Suecia: “lo que te puedo decir es que si ayudas al estado el estado te ayudará a ti”, le prometía con una mano, mientras con la otra advertía con represalias en caso de negarse.

Al conflicto con el movimiento del clérigo Abdullah Gülen, al que Erdogan responsabiliza del intento de golpe de estado de 2016, ningun alto gobernante ha podido enunciarlo en términos de identidad nacional, porque Erdogan y Gülen fueron aliados durante años y prosperaron juntos. Tras el golpe, Erdogan se disculpó públicamente por su antigua relación, aunque no parece que haya aceptado ninguna consecuencia por ese error.

Después del referéndum

El referéndum para la concentración de poderes que se celebró en Turquía también enemistó a Erdogan con aquellos países europeos que no le permitieron celebrar actos electorales en su territorio. Bélgica fue uno de ellos.

Cuando llegó el día de la votación, junto al consulado turco en Bruselas, que actuaba de colegio electoral para la diáspora turca, tres personas kurdas fueron heridas a cuchilladas. Según la agencia de noticias kurda ANF, se dirigían a votar “no” cuando fueron atacadas por partidarios del “sí”. Pocos meses antes, un tribunal belga decidía no enjuiciar a miembros de organizaciones kurdas por acusaciones de terrorismo. El tribunal reconocía que en Turquía se estaba produciendo una guerra por la cuestión kurda, por lo que plantear la cuestión en términos de terrorismo no tenía sentido. La decisión fue calificado de “escandalosa” por la prensa progubernamental turca.

Sin embargo los movimientos kurdos en Turquía, desde hace varios años, han cambiado de estrategia política. En lugar de reivindicar una estructura de estado independiente, en dondeser mayoría, plantean el problema ahora en términos culturales. Las reivindicaciones pasan a ser el respeto a la diversidad cultural y la posibilidad de desarrollarla.

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