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La mujer saudí, la eterna menor de edad

En Irak, Jordania, Egipto, Omán, Yemen o Afganistán hay diputadas. De Irán, donde las profesionales son legión y más de la mitad de los universitarios son féminas, ha salido una premio Nobel de la Paz; en Siria, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos o Bahrein hay ministras, en Pakistán llegó a haber una jefa de Gobierno y en muchos movimientos armados musulmanes las mujeres tienen un papel activo.

El peso de las mujeres musulmanas en las esferas del poder sigue siendo muy inferior al de los hombres, pero aumenta paulatinamente. Pero, ¿qué papel juegan las féminas en Arabia Saudí, el principal socio de Occidente en el mundo árabe? Exactamente ninguno, sin que ningún país critique a la dictadura monárquica y teocrática de los Saud por tratar a sus mujeres como ciudadanas de segunda clase.

El medio centenar de mujeres que tomaron este viernes los mandos de sus coches en el reino wahabí desafiaban una prohibición radicada en la tradición, que no en la ley ni en la religión, pero también echaban un pulso a un Estado que les impide alcanzar nunca la mayoría de edad.

En Arabia Saudí, las mujeres no pueden caminar solas, ni viajar solas, ni estudiar o trabajar sin un permiso de su 'mahram', su custodio, un varón de la familia responsable legal que a menudo es menor que ella y tiene una formación muy inferior a la de su protegida.

Discriminación

No pueden conducir, no pueden votar ni tampoco deben estudiar carreras relacionadas con el Derecho, la Arquitectura o la Ingeniería porque son los trabajos más frecuentados por los varones, como tampoco pueden casarse con un no musulmán �ellos sí pueden contraer matrimonio con hasta cuatro mujeres sea cual sea su religión- y, si deciden divorciarse, deben razonar sus motivos ante un juez mientras que ellos se limitan a repudiar en público a su esposa para quedar formalmente divorciados.

La discriminación de la mujer saudí es tal que, en el informe elaborado por el Foro Económico Mundial de 2009, Arabia Saudí figuraba en el puesto 130 de 134 países en lo que a discriminación sexual se refiere.

A pesar de que el nivel académico de las saudíes es cada vez mayor �si bien las clases son segregadas por sexos y cuando el profesor es varón la lección se recibe por videoconferencia– su poder político es nulo. "Las seis mujeres que sirven como asesoras parlamentarias, la máxima posición que pueden alcanzar en Arabia Saudí, parecen figurar más a modo de decoración que por su capacidad de trabajo�, reseña la activista y periodista saudí Asmaa al Mohamed en su informe Los Derechos de las Mujeres Saudíes: atascadas en la luz roja.

"La ley no obliga a las mujeres a tener carnés de identidad. Algunos saudíes tapan las fotos de sus familiares femeninas con cinta negra, dado que les parecen muy insinuantes. Las restricciones de movimiento también se imponen a las mujeres, que necesitan el permiso del guardián para abandonar el país: en algunos casos, el guardián es el hermano menor, a veces no mayor de 20 años, quien prohíbe a su hermana doctorada que viaje. Las mujeres están casi completamente ausentes de los espacios públicos del reino no sólo en imágenes, también en persona. La consecuencia directa de este statu quo es que incluso los derechos más fundamentales quedan en un segundo plano, no dejando muchas posibilidades de que haya cambios", prosigue Al Mohamed.

El problema no es el islam

El problema no es el islam, sino la interpretación patriarcal que se hace del mismo en la conservadora sociedad saudí, la más restrictiva del mundo en cuanto a los derechos de la mujer.

En el reino de los Saud, los derechos de sus ciudadanos son definidos por la tradición tribal y por la interpretación que hace de la Sharia �ley islámica- la versión más estricta del islam suní, el wahabismo. No hay leyes como tales sino dictámenes de los clérigos religiosos, y eso provoca no pocas polémicas.

Un buen ejemplo fue el anuncio del Sheikh Ahmed Qassim al Ghamdi, jefe de la Mutawin �Departamento para la Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio- en la región de Meca, según la cual la segregación sexual no está amparada por la Sharia. Otro prominente clérigo, Abdul Rahman al Barrak, emitió una fatwa �edicto religioso- según el cual quienes defienden el final de la discriminación sexual deben ser asesinados.

La monarquía de los Saud, en concreto su sector más conservador, representado por el ministro del Interior, príncipe Nayaf, se apoya en los clérigos más reaccionarios para mantener tradiciones que las nuevas generaciones no defienden. "Es la cultura, no la religión", suele decirse en Arabia Saudí.

La cultura y el poder indiscutible de los religiosos, capaces de argumentar cosas disparatadas para mantener la tradición intacta e impedir la evolución social. Un buen ejemplo es la solución aportada por los clérigos para que las mujeres puedan compartir sus vehículos �o su espacio de trabajo en contadas ocasiones- con varones que no son de la familia como los conductores, obligatorios para poder desplazarse ya que no se les permite conducir. ¿La solución? Amamantarles.

"El hombre debe tomar la leche pero no directamente del pecho de la mujer. Debe beberla y entonces se convierte en un familiar de la mujer, lo que le permite estar en contacto con ella sin romper las leyes islámicas sobre la segregación", argumentaba nada menos que el asesor de la monarquía y consultor del Ministerio de Justicia Abdel Mohsen Obeikan, un renombrado clérigo saudí.

Su opinión se basaba en que los vínculos creados por el amamantamiento son similares a los vínculos de sangre. Sin embargo, otros clérigos discrepaban de la forma de amamantar propuesta por Obeikan, apostando a que el hombre extraiga la leche directamente del pecho de la mujer. "Puede ir de lo grotesco a lo irónico pero definitivamente no tiene nada que ver con algo maternal", escribía al respecto una bloguera saudí.

La cultura saudí también perfila los derechos que exigen las activistas saudíes implicadas en la conquista de libertades, como Manal al Sharif, quien pagó con la cárcel el lanzamiento de la campaña que llevó el viernes a las féminas saudíes a tomar el volante en desafío de una tradición, o como la periodista Maha Akil.

Las conductoras se guardaron mucho de no concentrarse, de no conducir sin velo y de no romper ninguna ley escrita o no escrita de Arabia Saudí. Son muchas las saudíes que exigen cambios, pero eso no implica que quieran dejar de vestir sus abayas o niqabs �velos integrales- e imitar el modelo occidental.

"No pedimos derechos femeninos según los valores o el estilo de vida occidental. Queremos las cosas tal como las dicta el islam. Miramos a nuestra Historia, a nuestros modelos a seguir", defiende Asma al Mohamed. "Si todas las mujeres tuvieran los derechos que nos garantiza el Corán, sin ser suplantados por las costumbres tribales, entonces el problema de la igualdad de derechos de las saudíes quedaría muy reducido".

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