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La Masonería y el laicismo

El laicismo es, en la definición clásica, la doctrina que defiende la independencia de la sociedad y del Estado de toda influencia eclesiástica o religiosa, o la escuela o enseñanza donde no se introduce ningún dogma religioso.

El laicismo es la expresión más moderna del proceso histórico de secularización que permitió los derechos y libertades fundamentales del hombre y que permitió, también, la consolidación de las instituciones democráticas en un plano de igualdad y tolerancia.
El laicismo ha sido la respuesta a todos los totalitarismo religiosos y políticos, a los dogmas inamovibles y a los poderes políticos y económicos definitivos e inapelables. El laicismo ha liberado progresivamente al hombre de toda suerte de servidumbres.
El laicismo ha sido, sin duda, el soporte fundamental de la soberanía popular y de la libre determinación de los individuos. El laicismo ha permitido la emancipación de todos los poderes que afianzan la libertad, no sólo en materia educacional y religiosa, sino en todos los proyectos éticos contemporáneos.
Después de la dura lucha desarrollada desde el siglo XVIII en que la iglesia y el estado se disputaron la escuela y la universidad, con más o menos discrecionalidad, el laicismo moderno enfrenta hoy cuestiones de singular gravedad como: el racismo, el empobrecimiento de continentes enteros, los fundamentalismos religiosos, el restauracionismo romano que pretende revitalizar a la iglesia como poder político y, desde luego, los nacionalismos excluyentes y las bárbaras limpiezas étnicas. En los 40 años que precedieron a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), se registraron 88 guerras mientras que desde 1945 han estallado 127 guerras, la mayor parte a consecuencia de conflictos étnicos (Yugoslavia, Ruanda, Somalia, Sudán, Burundi, Georgia, Chechenia), que constituyen un mayor peligro que el originado por la Guerra Fría (1949-1990).
Frente a ello, la Masonería aspira a que la fraternidad reine entre todos los hombres y los pueblos. Cree que ninguna diferencia por razones de raza, religión o concepciones políticas, sociales o filosóficas, debe ser suficiente para que los seres humanos no posean y practiquen, en toda su amplitud, los sentimientos fraternales. El amor y respeto a la Patria , dentro de un marco de solidaridad, es idea sagrada para todo masón.
Lograr que el hombre sea cada vez más perfecto, es la meta ideal de la Orden , particularmente en momentos en que la paz y la seguridad se encuentran en peligro y que la inquietud crece en los 184 países del mundo.
La globalización cultural, las difusas ideas de nación, las prédicas neoliberales conservadoras en contra de las fronteras y las aduanas, el exitismo económico dominante, las confesionalidades encubiertas, los totalitarismos colectivistas o indivualistas salvajes son, también, los nuevos enemigos del laicismo y la moral laica como expresión de la universalidad de los derechos humanos, la tolerancia, la solidaridad y la convivencia participativa.
El laicismo tiene hoy nuevos retos y la Masonería debiera dedicarle, en todos sus estamentos, como una política global, la atención que la propia sociedad reclama, tácita o explícitamente, como la única garantía del pluralismo y la convivencia, la armonía y el entendimiento nacionales.
El buen masón –dice la Masonería a lo largo de toda su doctrina- no es simplemente quien está ausente de errores en su vida, sino quien es capaz de hacer obras positivas y trabajar por el engrandecimiento de la Orden mediante la verdad y el conocimiento.
La desintegración de la Unión Soviética y la incapacidad de los sistemas capitalistas para atender las necesidades de la población y la defensa ecológica, ante el exterminio diario de especies de plantas y animales, han creado una situación de angustia e incertidumbre del cual la sociedad quiere desprenderse. El retroceso de las ideologías de contenido social y el estímulo a una ética personal en desmedro de los intereses colectivos, ha generado un empobrecimiento que amenaza las bases mismas de los regímenes democráticos.
Cualesquiera que sean las nuevas fórmulas que encuentre el mundo venidero para introducir cambios sustanciales que modifiquen, en beneficio del hombre, las viejas estructuras políticas y jurídicas, el laicismo será la doctrina básica para el entendimiento y el respeto de todos los movimientos que luchen por una sociedad solidaria.
La Masonería, con idealismo crítico kantiano, ha luchado siempre por el advenimiento de una sociedad más justa y más humana, más fraterna e igualitaria. Y ningún instrumento mejor y más vital que el laicismo para que el valor inapreciable de la tolerancia se desarrolle a favor de todos los hombres y su destino, cualesquiera que sean sus creencias, su raza y su nacionalidad.

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