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La ‘marcha atrás’ que acometen varios países con los derechos de las mujeres pese al avance global del feminismo

Turquía, Hungría y Polonia rechazan ahora el Convenio de Estambul contra la violencia machista, firmado hace 10 años. “Hay países donde a las niñas se les enseña que el marido pega a la mujer si de verdad le quiere”, explican a 20minutos desde Amnistía Internacional. 

“No todos los hombres tienen fuerza de voluntad. Si sigue aumentando la vulgaridad, tendrá consecuencias”. Esta frase dirigida a las mujeres fue pronunciada por Imran Khan, el primer ministro de Pakistán, cuando se le preguntó qué está haciendo su Gobierno para frenar el aumento de casos de violencia sexual contra mujeres y niñas. Pakistán es tan solo un ejemplo de los países que, lejos de implementar políticas orientadas a la protección y erradicación de la violencia machista, continúan con un discurso de criminalización y desprotección de la mujer.

Sin embargo, no hace falta irse al continente asiático para observar este tipo de medidas desde las instituciones. Turquía ha tomado dos decisiones en este sentido en las últimas semanas. La primera fue su salida del Convenio del Consejo de Europa para la prevención de la Violencia contra las Mujeres y la Violencia Doméstica, conocido también como la Convención de Estambul, debido a que se firmó en la ciudad turca en 2011. La segunda fue hace apenas una semana, cuando se anuló el decreto que establecía como delito la violencia por parte del marido hacia su mujer, volviéndolo a permitir y contentando de esta forma al ala islamista más conservadora de Turquía.

El Convenio, elaborado por el Consejo de Europa, señala que “la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica representan en Europa una de las violaciones más graves de los derechos de la persona fundamentado en el género, y permanece enterrado en un manto de silencio”. Tiene como objetivo que los estados implementen políticas para erradicar este tipo de violencia, pero todavía hay otros nueve países -además de Turquía- que no lo han ratificado. Se trata de Bulgaria, la República Checa, Letonia, Lituania, Liechtenstein, Eslovaquia, Ucrania, el Reino Unido y Hungría, este último, junto a Polonia, están considerados como estados alineados internacionalmente en muchos aspectos con los turcos. 

Mientras la mayoría de los países avanza a distintas velocidades en la lucha contra la violencia machista, otros retroceden el camino logrado. Además, lo hacen en un momento delicado, según explica a 20Minutos Maribel Tellado, responsable de Campañas de Amnistía Internacional: “Hay estados que están negando su obligación de proteger a las mujeres y están intentando socavar derechos que ha costado mucho conseguir. Lo están haciendo además en un momento en el que la pandemia ha multiplicado la violencia de género a nivel mundial. El caso de Turquía es flagrante, porque fue el primero en ratificar el Convenio y manda un mensaje peligroso a Europa, tras haber registrado 266 mujeres muertas a causa de la violencia de género en el pasado 2020″. 

“Las instituciones de muchos países no luchan contra la violencia machista y además reprimen con violencia a la sociedad civil que sí lo hace”

Turquía encabeza una lista con países de todo el mundo 

El país liderado por Erdogan no es el único que practica una política que ignora o potencia la violencia machista. En el seno de Europa, Hungría y Polonia siguen la estela turca. Los polacos incluso han planteado al Tribunal Constitucional si la pertenencia al Convenio de Estambul está dentro del marco legal o lo que se propone viola las normas actuales. “Este mismo Tribunal fue el que vetó la posibilidad de abortar para los casos de malformación grave, que es el mayoritario en el país”, aclara Tellado. Por su parte, Hungría, que duplicó el número de denuncias de violencia de género durante los meses de confinamiento, cuenta con una declaración que elaboró el congreso para no ratificar el Convenio y calificó de “lloriqueos políticos” las protestas que se produjeron pidiendo la anexión al acuerdo internacional. 

Más allá de las fronteras europeas, donde las corrientes antifeministas ya están presentes en todos los países, hay otros estados donde el machismo y la cultura de la violencia hacia la mujer están completamente instaurados. Irán o Arabia Saudi son dos países donde hay un sistema de tutela masculina, “que trata a las mujeres como personas de segunda clase. Necesitan el permiso de un tutor legal hombre para muchas cuestiones como puede ser la tutela de las hijas o circular solas y libremente”, explica Tellado. Además, desde las instituciones, lejos de implementar medidas por la igualdad se dedican a perseguir a las activistas que promueven derechos para las mujeres, para callar las voces disidentes y asegurarse que se mantiene el status quo.

Al otro lado del atlántico, en Latinoamérica, la situación no es mucho mejor. El caso más llamativo es el de México, donde en 2020 hubo cerca de 1.000 muertes certificadas como violencia de género y las manifestaciones -en su mayoría pacíficas- son reprimidas violentamente por parte de las autoridades. “La mayoría de las instituciones en muchos de estos países no luchan contra la violencia machista y además reprimen con violencia a la sociedad civil que sí lo hace”, aseguran desde Amnistía Internacional. Por otro lado, Brasil es otro de los países latinos donde continúa el crecimiento del número de feminicidios desde el 2019, cuando aumentó un 7,2%. Su gobierno, liderado por Bolsonaro, modificó la ley para facilitar el acceso a la posesión de armas e incluyó una disposición para disminuir las sanciones penales cuando los homicidios se cometen “bajo estrés”, a pesar de que este último punto no se aprobó. La medida se hizo para frenar el narcotráfico, pero desde varias asociaciones de mujeres denuncian que fomenta el feminicidio.  

¿Por qué crece esta corriente de pensamiento en contra de luchar para erradicar la violencia de género?

Los motivos que se esconden detrás de este tipo de políticas que proponen retrocesos en materia de lucha contra la violencia machista son diversos. “Se utilizan muchas excusas, que son en definitiva falsas acusaciones. Muchos argumentan que se está intentando derrumbar los valores tradicionales o que se están tratando de normalizar la homosexualidad. En realidad, lo que esconden detrás es una lógica misógina y en muchas ocasiones homófoba. En el fondo lo que hay es un desprecio absoluto a los derechos de las mujeres y las niñas. Buscan mantener a las mujeres en unas condiciones de inferioridad”, relata Tellado. Esto ocurre principalmente en los países donde la religión tiene una gran influencia política y ven los derechos de las mujeres como un ataque a su percepción de valores, utilizando todos sus mecanismos para que no triunfen.

Por otro lado, el aspecto educativo es una de las claves para mantener la superioridad del hombre sobre la mujer. Muchos de los países mencionados son conscientes de ello y educan con esa orientación. Les inculcan desde que son niñas a normalizar la violencia por parte de los hombres, interiorizando que son inferiores. De esta forma, consiguen que las voces disidentes -que son muy a menudo perseguidas- no tengan apenas fuerza, porque en su mentalidad ese discurso es contrario a sus costumbres y a lo que están acostumbradas, por lo que lo rechazan y mantienen el orden vigente. 

La experta de Amnistía Internacional ejemplifica esta situación de una manera concisa: “Mientras trabajábamos para la elaboración de un informe sobre la situación de la mujer en el África subsahariana, una activista nos explicó que en Mozambique a las niñas se les enseña que el marido pega a la mujer si de verdad le quiere. Vincula el amor con la violencia de género, lo que se traduce en la pervesión total del relato, para que se interiorice y se perciba como algo natural e incluso bueno”.

De esta forma, en pleno año 2021 se puede comprobar cómo hasta hace relativamente poco la mayoría de los estados luchaban de una forma u otra contra la violencia de género. Ahora, en vez de avanzar a distintas velocidades, hay países que han decidido dar media vuelta y circular en dirección contraria, tratando además de convencer a los demás de que esa es la senda adecuada. Sin embargo, mientras esquivan a los países que recorren el camino acertado, miles de mujeres pagan a diario y con sus vidas las consecuencias de este tipo de políticas.

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