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La «Loi Falloux» de Wert: de vueltas al nacionalcatolicismo

Tenemos una derecha que gobierna aplicando la doctrina cristiana desde la legislación parlamentaria; que duerme junto a la encíclicas papales para aplicar luego sus doctrinas

Si dios no fuera de derechas, esta ley ni tan si quiera se podría haber planteado en un parlamento democrático. Daría vergüenza. Todo sistema educativo tiene un fundamento ideológico. Con el franquismo la Iglesia se hizo dueña de la enseñanza e impuso su voluntad en beneficio de la Dictadura. Ahora, la misma derecha franquista, revestida de demócrata, ha decidió hacer lo mismo. Porque tenemos una derecha hecha a medida del santo. Esto es, de la Iglesia católica y su corporación de facciosos. Una derecha rancia, clerical, franquista, reprimida, asexuada y con voto de castidad.

De la mano de la doctrina cristiana y del franquismo volvemos a los tiempos oscuros, rancios, siniestros de la caverna. Tenemos un país en el que entre dictadura, derrota republicana, franquismo, clericalismo, monarquismo y transición sin revolución no somos capaces de limpiarnos de esos virus que invaden el cuerpo nacional: el miedo a la libertad. El poder en la sombra de una institución guerracivilista, dirigido por su mayor cruzado: Rouco Varela, ha decidió imponer la doctrina cristiana para acabar con la inocencia de la infancia y corromper la ausencia de sentimiento de culpa en los adolescentes.

A golpe de decreto gobierna esta derecha franquista y clerical. Utiliza la legislación para dar  un golpe de Estado permanente desde la democracia contra las libertades. Se suponía que la transición había superado la dramática concepción de las dos Españas. Y no fue más que una puesta al día de los franquistas para, con paciencia, esperar a retomar el Poder y, desde él, imponer el clima dictatorial franquista.

El procedimiento de utilizar la democracia para destruir las libertades no lo inventó Hitler, antes que él,  en el primer tercio del siglo XIX, lo propuso Lamennais, tan adelantado a su tiempo que el propio papa lo condenó. Lo continuó su compañero Montalembert en su ensayo: “Du devoir des catholiques dans la question de la liberté d`enseignement”. Hasta que Luis Napoleón Bonaparte la impuso en la conocida “Loi Falloux”. Con ella la derecha autoritaria y la Iglesia triunfaron frente a los liberales y socialistas.

Hasta que setenta años después, la cabeza clarividente del papa León XIII comprendió que la democracia se podía justificar como una “forma accidental de gobierno” útil para conquistar democráticamente el Poder y desde ahí legislar contra las libertades. El papa Pío XI pondría en práctica, veinte años antes que Hitler, la forma de transformar la democracia en fascismo. Gracias a él Mussolini llegó al Poder, cuando no tenía ninguna posibilidad de conquistarlo.

Tenemos una  derecha clerical especialista en crear un neolenguaje orweliano. Se han creído que prohibiendo la palabra parado, se acabará con el paro; que prohibiendo la palabra desahucio, se acabará con los desahucios; que prohibiendo la palabra juventud, se acabará con el desempleo juvenil; que prohibiendo la palabra sexo, se acabará con el placer; que prohibiendo la palabra feminismo, se acabará con la igualdad de género; que prohibiendo la palabra homosexual, se acabará con la homosexualidad; que prohibiendo el hambre se acabará con el hambre; que prohibiendo las respuestas ciudadanas, se conseguirán otros 25 años de paz. De su paz bajo los cipreses. A 100.000 € de multa por gritar: ¡libertad!

Tenemos una derecha que gobierna aplicando la doctrina cristiana desde la legislación parlamentaria; que duerme junto a la encíclicas papales para aplicar luego sus doctrinas; que nunca mantiene relaciones sexuales porque es pecado mortal…Una derecha troglodita acostumbrada a vivir en las cavernas. Como si no existiera la civilización, el progreso, la libertad. Confunden sus sombras con las luces y pretenden dejarnos a todos a oscuras.

Una derecha quinta esencia de los valores cristianos: totalitaria, clerical, antifeminista y homófoba. Dispuesta a imponer su voluntad a los ciudadanos. A transformar a los ciudadanos en súbditos de dios. A utilizar la democracia contra la libertad. Confundiendo legalidad con legitimidad. Una derecha que llama inmovilistas a todas las fuerzas políticas que se le han opuesto porque confunde someterse a su voluntad con consenso. Ella no está inmóvil. Ella siempre retrocede, como los cangrejos, porque sólo tiene una dirección: el pasado: el pasado franquista y clerical.

Ha impuesto su propia ideología, la doctrina cristiana, a todos los españoles. Como en tiempos de la Inquisición. Ha declarado la guerra a todos los ciudadanos que nunca encontrarán acomodo ni político, ni económico, ni cultural, ni moral, ni ideológico en sus cavernas. Ella misma ha deslegitimado la tan idealizada “transición”. ¿Qué esperan? ¿Prohibir las elecciones? No nos queda más alternativa que la República. Sólo ella pudo parar los pies a esta derecha clerical, fascista y guerracivilista.

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