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“La ley de suicidio asistido me dará más tiempo para vivir”

Debbie Purdy es una británica de 46 años que rezuma vitalidad y ganas de disfrutar la vida, pero la esclerosis múltiple que ha confinado su cuerpo a una silla de ruedas le lleva a considerar en un futuro el suicidio asistido "para no sufrir más de lo necesario cuando se acerque el final". Lo explica con un sorprendente tono jovial desde su casa de Bradford (norte de Inglaterra), un día después de que cinco jueces lores erigidos en la máxima instancia judicial del Reino Unido le dieran la razón en su batalla legal contra el Gobierno. Purdy exige que se clarifique si su marido, el músico cubano Omar Puente, sería procesado si le ayudase a desplazarse a Suiza para poner fin a su vida en la clínica Dignitas. La sentencia, por unanimidad, avala ese derecho a saber, aunque no confiere inmunidad a Puente, porque ese no es el papel de la judicatura. El caso Purdy ha forzado a la fiscalía a anunciar una modificación provisional de la ley en septiembre y un texto definitivo para la próxima primavera, previa consulta pública. Su protagonista está convencida de que, a resultas, si un día toma ese avión hacia Zurich, su compañero de los últimos 14 años podrá acompañarla en ese último viaje sin tener que afrontar la cárcel por ello.

Pregunta. La sentencia le ayudará a clarificar la situación legal si algún día decidiera recurrir a Dignitas, pero no es la última palabra sobre el suicidio asistido ¿Qué espera del proceso iniciado por la fiscalía?

Respuesta. El sistema judicial no puede cambiar la ley, pero creo que el fiscal jefe, Keir Starmer, es un hombre de gran integridad y que buscará una fórmula para proteger a la gente. Sé que sabrá discernir entre la ayuda compasiva a los enfermos que sufren un dolor insoportable (en el suicidio asistido) y los casos en los que media presión o coerción. De hecho, la fiscalía ya había hecho esa distinción: ninguna persona que se enmarcara en el primer supuesto ha sido procesada nunca, a pesar de las disposiciones de la ley actual [aprobada en 1961 y que contempla penas de 14 años]. Esa circunstancia, unida a la enorme publicidad que ha rodeado a mi caso, me da esperanzas ante los acontecimientos de los próximos meses.

P. Después de dos años de intensa batalla legal, ¿está dispuesta a seguir su campaña por una muerte digna?

R. Sí, desde luego, porque apoyo la legalización del suicidio asistido con todas las salvaguardas que sean necesarias. Los británicos quieren una ley, aunque con restricciones. Una encuesta publicada ayer mismo indica que el 95% la apoya cuando se trata de enfermos terminales, el 65% en crónicos (ese es mi caso) y el 55% si se sufre un dolor insoportable. Sólo el 13% se niega rotundamente a considerar la cuestión.

P. ¿Cree que su caso puede conducir a esa legalización? A raíz de la sentencia de los lores, el diputado laborista David Winnick acaba de anunciar que planteará al Parlamento la necesidad de una reforma de la ley.

R. Los políticos se están viendo forzados a encarar la necesidad de una ley que asista a los más débiles, pero hasta ahora la judicatura ha demostrado mayor valentía que ellos.

P. ¿Qué le diría al primer ministro, Gordon Brown, quien el mismo jueves, tras conocerse la sentencia de su caso, seguía mostrándose inflexible al respecto?

R. Gordon Brown sigue ciñéndose a su molde presbiteriano y yo entiendo que eso es importante y relevante para su vida, pero no lo es para la mía. El primer ministro puede tener sus creencias, pero también debe gobernar. Y entender que la ley no forzaría a quienes la rechazan por cuestiones religiosas o morales. Creo que es un buen hombre, sólo desearía que escuchara a la gente… Aprobar esa ley nos procuraría a todos una suerte de red de seguridad.

P. Usted ha subrayado que su batalla se sustenta "no en el derecho a morir, sino en el derecho a vivir"…

R. Quiero vivir, y si pudiera… ¡para siempre! Pero tengo que asegurarme de que Omar no afronta una pena de cárcel, de que no sufre las consecuencias de una decisión que habré tomado yo. Si la ley se clarifica en el sentido que espero (que los familiares que ayuden en un suicidio asistido eludan un proceso) no me veré obligada a decidir ir a Suiza antes de tiempo, cuando me queden fuerzas para viajar aunque todavía no tenga el deseo de morir. Es decir, esa decisión me procuraría más tiempo para vivir. Creo que ese fue un argumento decisivo en la sentencia de los jueces lores.

P. ¿Qué planes inmediatos tiene ahora que ha "recuperado" su vida, tal como proclamó después de que la más alta instancia judicial le diera la razón?

R. Omar es un hombre maravilloso y divertido, quiero volver a discutir y pelear con él, salir juntos al cine, escaparnos de vacaciones… En otoño se publica su primer álbum (de jazz) y quiero estar ahí ayudándole en la producción y promoción… Después de un proceso tan agotador, queremos volver a vivir como la gente normal.

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