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La laica o la libre

Todo comenzó el 23 de diciembre de 1955, cuando el gobierno de la llamada Revolución Libertadora sancionó el decreto 6403, cuyo artículo 28 dice exactamente: “La iniciativa privada puede crear universidades libres que estarán capacitadas para expedir diplomas y títulos habilitantes, siempre que se sometan a condiciones expuestas por una reglamentación que se dictará oportunamente”.

El promotor de la iniciativa fue el ministro Atilio Dell’Oro Maini, un cuadro político e ideológico del pensamiento católico conservador. Dell’ Oro Maini no era nuevo en estas lides. En 1918, siendo un tierno jovencito, encabezó la movilización de estudiantes en oposición a la Reforma Universitaria. La antirreforma entonces contaba con una institución que la representaba: Corda Frates. Dell’ Oro Maini fue uno de sus entusiastas animadores

La propuesta a favor de la existencia de universidades privadas con capacidad para expedir títulos habilitantes no fue una novedad caída del cielo. A lo largo de la primera mitad del siglo veinte, intelectuales católicos se movilizaron con este objetivo. Una de las experiencias más destacadas fue la creación de los Cursos de Cultura Católica, una institución que contó con la participación de los intelectuales católicos más destacados de su tiempo.

El artículo 28 provocó en su momento el repudio de los grupos políticos e intelectuales identificados con la tradición laica y liberal. En la Junta Consultiva, las primeras voces que se levantaron en contra fueron las de Alicia Moreau de Justo y Américo Ghioldi. No era para menos. La iniciativa avalada por el gobierno militar rompía el acuerdo forjado entre liberales y católicos para derrocar a la dictadura peronista. José Luis Romero, historiador medievalista; creador de la revista Imago Mundi; integrante del Colegio Libre de Estudios Superiores y simpatizante del Partido Socialista, había sido designado rector de la UBA, responsabilidad compartida con José Luis Babini como vicerrector.

Que el liberalismo progresista se haya hecho cargo de la UBA no quería decir que la política educativa en general iba a quedar en mano de ellos. La designación de Atilio Dell’ Oro Maini así lo demuestra. O sea que mientras en la Universidad se iniciaba un proceso de cambios signado por el reformismo liberal, cuyas consecuencias darían como resultado -entre otras innovaciones- la creación de carreras como Sociología, Ciencias Económicas, Ciencias de la Educación y Psicología, en otros despachos del mismo gobierno, se trabajaba en una dirección inversa y voceros de la facción de Dell’ Oro Maini no vacilaban en calificar a estas carreras de comunistas, subversivas y anticatólicas.

La crisis política provocada por el artículo 28, concluye con la renuncia de Romero a su cargo de rector, pero también con la renuncia de Dell’ Oro Maini. El “empate” no dejó conforme a nadie. Los reformistas, por lo pronto, supusieron que el conflicto se cerraba con estas renuncias. Se equivocaron. La película no concluía, recién comenzaba y las principales escenas aún se ignoraban.

Arturo Frondizi asumió la presidencia el 1º de mayo de 1958. El 26 de agosto, cuatro meses después, el Poder Ejecutivo hace pública su decisión de reglamentar el artículo 28. Después se supo que ya se había creado una comisión para estudiar los detalles. La integraban Aristóbulo Aráoz de Lamadrid, el dirigente peronista Raúl Matera y el sacerdote Ismael Quiles.

La Fuba, por supuesto, puso el grito en el cielo. La palabra “traición” comenzó a circular con intensidad para referirse a Frondizi. Uno de sus ministros, Gabriel del Mazo, había sido uno de los dirigentes reformistas de 1918 y luego presidente de la FUA. Durante cuarenta años el nombre de Del Mazo fue sinónimo de reformismo laico y liberal. No por casualidad la Fuba se movilizó frente a su casa y la FUA le envió una carta reclamándole en nombre de cuarenta generaciones que se oponga a la llamada “Ley Domingorena”, el nombre del diputado oficialista Horacio Domingorena. Del Mazo no modificó su posición. Consideraba que la ley no violaba los viejos principios reformistas. Los dirigentes de la FUA no pensaron lo mismo. “Ex maestro le escriben- cuarenta generaciones os repudian”.

Inmediatamente los estudiantes salen a la calle. Es lo que mejor saben hacer y, además, les gusta. La movilización se extiende por todas las ciudades del país y, por primera vez, se suman los estudiantes secundarios. En Buenos Aires, la gimnasia callejera se despliega en un territorio preciso: Callao, Santa Fe, avenida 9 de Julio y Rivadavia. Allí estudiantes católicos y laicos se dan el gusto de repartirse palos y trompadas de lo lindo. No por casualidad en ese perímetro están los colegios de El Salvador, San José y Champagnat.

Los laicos por su parte contaban con sus propios reductos: el Colegio Nacional, la Escuela Normal Mariano Acosta, la Facultad de Medicina considerada “nido de comunistas”. En Santa Fe los “libres” cuentan con los Colegios Mayores, entonces dirigidos por el padre Leyendecker. Los “laicos” tienen su fortín en el Club Universitario. También en nuestra ciudad abundan los palos y puñetes

¿Por qué peleaban? Para los reformistas liberales estaba claro que la llamada enseñanza libre era la designación inapropiada para fundar universidades católicas portadoras del “oscurantismo medieval”. Lo dijo Risieri Frondizi en un memorable acto en Filosofía y Letras: “Son universidades privadas no libres. La libertad de enseñanza está ligada con la libertad de cátedra. Y si no hay libertad de cátedra la libertad de enseñanza es una ficción”. Dice más adelante: “Tienen derecho a educar a una secta, a lo que no tienen derecho es a agitar las banderas de la libertad para atraer incautos”

Para la izquierda llamada liberal, la imputación se extendía al proyecto de las multinacionales para crear universidades privadas que cumplan con la misión de formar cuadros técnicos y científicos destinados a reproducir el sistema imperialista de explotación. Las consigas cantadas en la calle eran muy representativas del clima ideológico de la época: “FUA, FUA, FUA, la lucha continúa”, “Reforma, laicismo, antiimperialismo”, “Los monjes al convento, escuelas de Sarmiento”. “A la lata a latero, que manden a los curas a los pozos petroleros”, Los “libres” no se quedaban atrás. “Chu chu chu, chu chu, chu, que se vayan a Moscú”.

El 15 de septiembre los libres hacen su gran acto en la Plaza Congreso. Los laicos denuncian que el gobierno ha pagado pasajes de colectivos y trenes. Allí hablan, entre otros, el estudiante Alberto Mazza y Ricardo Zorraquín Becú. Alvaro Alsogaray manda un comunicado de solidaridad en contra del “monopolio totalitario de la enseñanza”. Monseñor Plaza bendice a los manifestantes.

Los católicos dan a conocer sus razones religiosas y políticas. Por primera vez los curas salen a la calle a discutir y defender sus posiciones. No aceptan el argumento de que la religión y la moral son temas privados. Aseguran que el cristianismo tiene un aporte que hacer a la juventud en materia educativa.

No son éstos los únicos argumentos de los defensores de “la libre”. Las empresas tienen derecho como lo hacen en todo el mundo- a financiar universidades, dicen los liberales clásicos, pero, además, esa facultad debe hacerse extensiva a otros sectores. ¿O acaso el Centro Libre de Estudios Superiores preguntan- no merece constituirse como universidad y expedir títulos? preguntan. ¿No es un buen estímulo para las universidades públicas competir con las privadas?

La movilización laica, se realiza el 19 de septiembre. Duplica o triplica en número a los “libres”. Los trenes conducidos por los obreros de la Fraternidad traen estudiantes de todas partes. Las columnas llegan a la Plaza Congreso desde todos los puntos cardinales. Por Avenida de Mayo avanzan tomados del brazo docentes y autoridades. Allí están Risieri Frondizi, José Luis Romero, Gregorio Klimovsky, Manuel Sadosky, Florencio Escardó, Eva Giberti, Hilario Fernández Long y Rolando García. Detrás, viene la columna de la FUA con sus principales dirigentes a la cabeza: Guillermo Estévez Boero, Omar Patti, Ariel Seoane y Bernardo Kleiner. (Continuará)

protesta estudiantil 1958 Argentina

El proyecto de Ley Educativa en 1958 divide al país.

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