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La importancia del Estado laico

No puedo dejar de preguntarme las razones por las cuales se aceleró el proceso de reforma al Artículo 24 constitucional para que pasara dos semanas antes de terminar el año. ¿Será que los diputados esperaban su regalo por parte del niño Dios? O… ¿Es quizás la mejor manera de evitar que quienes estamos a favor de un Estado laico, igualitario y democrático manifestemos nuestro desacuerdo?

Extraña encontrar entre estos diputados los "representantes de las minorías" que no son respetadas por la Iglesia católica, a la que le dan con estas reformas la fuerza y la posibilidad de regresar, poco a poco, al lugar que ocupaba hace tres siglos como parte de la clase oficial gobernante, con la que compartía fueros especiales, privilegios políticos y hasta ejercer "el derecho de vida o de muerte" sobre los "súbditos" de esa clase de estados.

México contaba, hasta hace algunos años, con una Constitución muy evolucionada en materia de laicidad, sólo faltaba integrar lo concerniente a la salud para lograr una verdadera protección de las diferencias y la igualdad. Ahora proponen una regresión en materia de educación, de libertad; en la prohibición al clero en su participación en la política. No en balde quieren que dicha reforma esté lista para darle la bienvenida a Benedicto XVI en marzo próximo, para refrendarle, en tanto latinoamericanos, que sigue contando con un México católico, ya no sólo en la intimidad, privacidad y libertad del individuo al nivel de su conciencia, sino como nación. De esta manera regresamos 300 años atrás, olvidando que la base de una democracia, como la que aspiramos a ser, esta formada también por ateos, judíos, cristianos y de todo mexicano cuyo derecho a ejercer y a practicar sus creencias y su religión, no coincida con la católica apostólica.

¿Por qué esta necesidad de nuestros actuales políticos de romper con la separación Iglesia-Estado? Me pregunto: ¿Qué negociaron nuestros representantes "con ideas sociales y demócratas", que pudiera ser más importante que el hecho de respetar el principio básico de un Estado democrático? Ese principio que le permite a usted, querido lector, vivir de acuerdo con su propia ética, su propia conciencia, en base a su libertad y su voluntad, mientras respete la de los otros. ¿Terminarán cediendo nuestros derechos laborales, aquellos que impiden que nadie se obligue a aceptar trabajos sin remuneración, por tiempo indeterminado? ¿Acabarán los curas pudiendo heredar a sus familiares, los bienes que supuestamente le pertenecen a la comunidad, creando nuevas oligarquías? ¿Terminará por haber un partido eclesiástico o un sacerdote-diputado que le rinda directamente al Vaticano, mientras nos diga que "representa nuestros intereses" como ciudadanos de un país "independiente"? ¿Tendrán los judíos que convertirse por miedo a la expulsión, o los ateos salir del país o declararse miembros de una religión única, so pena de muerte?

No estoy diciendo que eso diga la propuesta de reforma, pero, como el Dr. Valadés explica, el primer espacio de defensa de la laicidad se da en la educación, y es precisamente por ahí que comienzan los cambios propuestos por esta sacro santa reforma. Le pido, querido lector, que reflexione: Usted y yo tenemos derecho a ejercer la religión que nos mueva y que sea coherente con nuestras ideas y creencias; por principio constitucional, pero la legitimidad de nuestro derecho depende del respeto a la pluralidad y la diversidad de creencias, religiones, prácticas y de pensamiento. Sin esta garantía, todo respeto a la diferencia se pone en riesgo, incluso el suyo.

Escritora e Investigadora IIJ-UNAM

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