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La importancia de la laicidad

Cada tanto en nuestra sociedad surgen voces que reclaman que se abran espacios en nuestra educación pública para la práctica de las religiones o para la enseñanza de la historia de las mismas.

Algo de esto acaba de pasar en los últimos días, al grado que esas voces llegaron al Parlamento Nacional, donde como corresponde se recibió a los representantes de estas inquietudes.

Creemos que estamos ante una inquietud válida, que debe ser razonada colectivamente, pero que no se puede hacer en abstracto, sin tener en cuenta la rica experiencia de la sociedad.

Nuestra escuela pública es laica, donde no se enseña ningún tipo de religión, pero a la vez no dispara críticas contra las religiones. Respeta el libre pensamiento de los individuos, poniendo énfasis en los niños que son los que menos tienen para desarrollar un pensamiento crítico.

Dentro del aula pública no hay lugar para la práctica de las religiones, pero la hay en todos los hogares y en toda la sociedad. El uruguayo es libre de creer o no creer en un ser superior, pero a la vez es libre de optar por las distintas corrientes religiosas, muchas que vienen de lejos, otras que conocemos desde hace poco tiempo.

Si hacemos un balance de nuestra educación pública, de la práctica de la laicidad, nos encontramos que ha sido una de las piedras fundamentales de nuestra vida democrática.

Por suerte ­por la laicidad, deberíamos decir­ en nuestro país no se conocen grandes confrontaciones que tengan que ver con los conflictos religiosos. Han existido debates, pero no guerras ni persecuciones.

Incluso se puede decir más: la laicidad no ha quitado del alma de los uruguayos la posibilidad de un pensamiento religioso, en tanto más del 80% de los compatriotas son creyentes en un ser superior.

Vivimos en un país en que los no creyentes son franca minoría y donde la Iglesia Católica representa la primera religión que practican los uruguayos. Se podría agregar que somos de los pocos países en que la fuerza de izquierda que está en el gobierno, tuvo como corrientes fundacionales a los marxistas (comunistas y socialistas), junto a los demócratas cristianos, porque ambas corrientes priorizaron resolver primero los problemas de los hombres en la Tierra, para después discutir los problemas extraterrenales.

Por todo lo dicho, no parece justo que el Uruguay se ponga a debatir este tipo de propuestas, cuando vivimos en un clima de paz, como lo ha destacado el presidente José Mujica, en donde todos salimos democráticamente fortalecidos porque la libertad y con ella el libre pensamiento son un documento de identidad.

Pero si hay que debatir, debatimos. No para vencer al otro, sino para seguir construyendo una sociedad cada vez más tolerante y democrática.

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