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La iglesia no puede moverse

Se han hecho bastantes comentarios periodísticos sobre las declaraciones de los obispos acerca del uso del preservativo. La última de ellas ha sido reiterar su prohibición. Pensando en la terrible plaga del sida, hay gente que se ha escandalizado de la inflexibilidad de la Iglesia.

Yo no, sinceramente.
Lo que me extraña, precisamente, es que se pida a la Iglesia católica que renuncie a ser lo que es: una institución basada en dogmas. En los primeros tiempos, existió un cristianismo inicial. Después la fe se encarnó en una organización, con concilios, dogmas, el Vaticano. Esta Iglesia es la que se ha mantenido hasta hoy en día. Ha habido cismas, y movimientos contestatarios, la teología de la liberación…
Pero seamos serios. La Iglesia es la Iglesia, y en su constitución los dogmas son invariables. Toni Soler ha escrito que a la Iglesia "no le van las medias tintas ni las fronteras difusas". Naturalmente. "La Iglesia no renuncia jamás a sus tics intolerantes, a su afán de control espiritual". Es lógico. Si renunciara, ya no sería esta Iglesia.
Puede haber sacerdotes y obispos y fieles que defiendan una Iglesia puesta al día, y es una actitud tan admirable como, a mi parecer, doctrinalmente inútil. Porque una Iglesia basada en dogmas es invariable por definición. Diccionario: un dogma es "un punto de doctrina establecido, proclamado autoritariamente como cierto, incontestado, fundamental". O sea que modificar la doctrina significa convertirse en otra Iglesia. Los cristianos de infantería hacen lo que pueden para adaptar la doctrina milenaria al mundo de hoy. Pero la autoridad no puede negarse a ella misma.
Hoy tenemos una serie de problemas éticos y sociales que son nuevos e importantes. Se acusa a la Iglesia de alejarse de estos problemas. No parece que se trate de esto, porque la Iglesia no se ha movido. Y entiendo muy bien que no lo haga, si no quiere tambalearse. Lo que hay que decir es que es la sociedad la que, insatisfecha, se aleja de la Iglesia.

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