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La Iglesia lanza una campaña en contra de la investigación con células madre embrionarias

La tercera campaña de la Conferencia Episcopal (las anteriores fueron contra la eutanasia y los matrimonios homosexuales) es un rotundo no a la «cultura de la muerte» y una clara apuesta por la defensa de la vida desde la concepción. Se titula Todos fuimos embriones y, en ella, los obispos, en nombre del principio de la defensa de la vida, rechazan cualquier tipo de investigación con células madre embrionarias. Incluso con las sobrantes o las defectuosas.
 

   Como dice el padre Martínez Camino, secretario del Episcopado, «la vida es un don que no está a disposición de nadie». Por eso, a su juicio, «donde hay un cuerpo vivo, hay un ser humano, inviolable, aunque sólo tenga un día, desde el inicio de la concepción».A pesar de ser ésta una de las ideas claves del Pontificado de Juan Pablo II, los prelados españoles consideran que tienen que volver a «llevar a pie de calle» esta doctrina, para ayudar a sus fieles a «fortalecer la fe y a vivir de acuerdo con ella».

   El objetivo de la campaña es dotarles de suficientes «armas», para que puedan participar con garantías de éxito «en la tremenda batalla que se está librando a nivel mundial entre la vida y la muerte». Una campaña, programada en tiempos del cardenal Rouco y que, por lo tanto, hereda su sucesor al frente de la cúpula episcopal, Ricardo Blázquez.

   La campaña episcopal aporta tres novedades significativas. La primera tiene que ver con la posibilidad de investigar con los embriones sobrantes de las técnicas de reproducción asistida y, en la actualidad, congelados en las clínicas. «Aunque estén en una situación violenta como es la congelación no se les puede matar ni convertir en cobayas», señala Martínez Camino. Y añade, tajante: «No se puede experimentar ni siquiera con los embriones sobrantes o defectuosos».

   En cambio, el 25 de julio de 2003, los obispos aprobaron el documento Una reforma para mejor, pero insuficiente, en la que se admitía la descongelación de los embriones y la posibilidad de investigar con ellos.

   Dos años después, Martínez Camino señala que, «aunque pudieran ser utilizados para la investigación, siendo ya poco viables, no se les puede matar». ¿Qué hacer, entonces, con los embriones congelados? El portavoz no lo tiene claro: «No hay ninguna salida buena para este problema. Es una situación radicalmente injusta.Lo que no se puede hacer, en cualquier caso, es matarlos o seguir congelando más».

   La segunda novedad atañe a uno de los puntales más sólidos de la teología católica, Tomás de Aquino. Según explicaba en EL MUNDO el pasado día 25 el semiólogo Umberto Eco, «Santo Tomás tiene una visión muy biológica de la formación del feto: Dios introduce el alma sólo cuando el feto va adquiriendo, gradualmente, primero el alma vegetativa y, después, el alma sensitiva. Sólo en ese momento, en un cuerpo ya formado, es creada el alma racional».

   Martínez Camino reconoce que Santo Tomás es «una autoridad teológica, pero no el magisterio». «Hoy», dijo, «sabemos más claramente dónde comienza la vida: desde el momento de la concepción».

La tercera novedad llegó al ser preguntado Martínez Camino por la licitud o ilicitud de adoptar embriones congelados (una iniciativa que han puesto en marcha en Barcelona los seguidores del sacerdote italiano Oreste Benzi y militantes de los movimientos neoconservadores).Dijo que «la Iglesia no tiene doctrina» al respecto y no puede aconsejar la adopción de embriones, porque ante este problema hay que preguntarse si «es ética la maternidad y la paternidad fuera de la relación interpersonal entre los cónyuges».

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