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La Iglesia iluminada y el Estado

Los españoles y las españolas, en general, estamos todavía bajo la influencia de la Iglesia Católica: Todos los ritos de nacimiento, unión sexual y muerte siguen estando gestionados por esa iglesia.

En la conveniencia o no de que la gestión de las relaciones sociales estén monopolizadas por una religión, ahora quiero señalar algo que todas y todos sabemos en demasía: Que bajo el nombre de Iglesia Católica conviven dos iglesias católicas distintas y que ambas están iluminadas.

Tenemos a la iglesia iluminada por dentro y a la iglesia iluminada por fuera.

Estas dos iglesias, desde siempre, hacen política pues las dos forman parte indisoluble de nuestra sociedad. La iglesia iluminada por dentro hace política a favor de que el sistema económico internacional deje de ser una trampa para la tercera parte de la Humanidad. La iglesia iluminada por fuera es una empresa multinacional que dispone de inmensos capitales, en dinero, en edificios, en tierra, en arte, siempre a favor del clasismo totalitario, de la fractura social y del fundamentalismo.

La iglesia iluminada por dentro es participativa, hace política, según aquellas palabras de Jesús, con el fin de erradicar la pobreza, las humillaciones y las persecuciones. La iglesia iluminada por fuera presiona y ordena, y su política inquisitorial y a favor de la más reaccionaria derecha es la misma desde hace dos mil años.

Pero a pesar de las diferentes iglesias católicas, el estado español debe de iniciar un sólido y claro proceso hacia el laicismo. No es posible que este país gaste tantísimo dinero en “religionar” a los ciudadanos.: 2.000 millones de euros han recibido en metálico las iglesias “iluminadas” católicas desde 1987 a 2004; además están los gastos que suponen la construcción y reparación de sus locales por parte de ayuntamientos, comunidades autónomas y gobierno central; y, además, las subvenciones a los centros educativos, centros médicos, centros sociales, etc. etc.

¿Y el resto de las religiones que celebran los ciudadanos y ciudadanas españoles? ¿Y la aconfesionalidad que define la Constitución? Y, entonces, si las estadísticas apuntan a que las españolas y los españoles, “gracias a Dios”, somos cada vez menos religiosos, católicamente hablando, ¿por qué el Estado gasta tantísimo dinero en las iglesias católicas?

Necesitamos un estado laico y que nuestros políticos apuesten por organizar la sociedad civil desde la ciudadanía, es decir, desde la democracia.

Pero las iglesias católicas están encantadas. A pesar de mantener una firme oposición al gobierno centrista de Zapatero, que les llena los bolsillos, presionan todavía más para meter a España toda en la secta fundamentalista que predican. Y mientras tanto los obispos, los sacerdotes y los “profes” de religión siguen cobrando sus sueldos del Estado.

Quienes no lo llevamos tan bien con este asunto del autoritarismo religioso somos los ciudadanos y ciudadanas de este país que alentamos a Zapatero y a su gobierno a la vez que observamos cómo ese mismo gobierno alimenta al verdugo que amputa derechos sociales y libertades de la persona.

Tenemos derecho a ser libres y a organizar nuestras vidas como nos plazca. Y si nos apetece, iluminados por una claridad interior y, por qué no, sin la obsesión de confundir religión con gestión social.

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