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La iglesia católica se niega a oficiar un funeral por el enfermo terminal italiano que solicitó la eutanasia

Piergiorgio Welby murió el miércoles a los 61 años gracias a que un médico desconectó su respirador artificial

La iglesia católica se ha negado a celebrar un funeral religioso por el alma de Piergiorgio Welby, el enfermo terminal de 61 años que había solicitado la eutanasia durante años y al fin murió el pasado miércoles con ayuda de un médico. La familia, muy religiosa, había solicitado el servicio en su parroquía, pero la iglesia le ha contestado que “no podrá ser” porque Welby se suicidó.

“Había expresado repetidamente y en público su deseo por acabar con su vida, algo que contradice la doctrina católica”, asegura la iglesia en un comunicado; un portavoz del Vaticano, Marco Fibbi, ha añadido que con esta decisión la iglesia manda “una señal clara a sus fieles de que lo que hizo Welby es inaceptable”. Añade además Fibbi que un funeral religioso se convertiría en un acontecimiento mediático que transmitiría el mensaje erróneo a la gente.

Welby había reclamado su derecho a morir sin sufrir por más tiempo un tratamiento que sólo servía para prolongar su agonía. Su última palabra fue: “Gracias”. Enfermo desde la adolescencia, desarrolló una vida normal pero en silla de ruedas hasta hace cinco años, cuando quedó inmóvil y conectado a un respirador. Desde entonces luchaba para que el Parlamento legislara una solución para casos como el suyo y poder así morir por voluntad propia.

El pasado mes de noviembre escribió una carta al presidente de la República, Giorgio Napolitano, en la que explicaba el calvario que atravesaba cada día y reclamaba: “Estará pensando, presidente, que reclamo una muerte digna. No, no se trata de eso, ni se trata solamente de mi muerte. La muerte no puede ser digna. Digna, o decorosa, debe ser la vida. Quiero obtener la eutanasia”.

Los tribunales ampararon su petición, pero consideraron que retirarle el respirador sería un homicidio. Aun así, el pasado miércoles un médico anestesista, Mario Riscio, acudió a su casa, le pidió que confirmara “su deseo de que fuera interrumpida la ventilación asistida”, le sedó y le desconectó. La Fiscalía no ha abierto un proceso, pese a las peticiones de la derecha.

Riccio ha negado que su acto fuera eutanasia (ilegal en Italia, se castiga con penas de 10 a 15 años de cárcel); según cuenta, simplemente se trataba de un enfermo que rechazaba el tratamiento que se le estaba aplicando.

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