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La Iglesia albergó durante diez años a una secta de abusadores en un convento

La segunda semana del juicio contra el líder de la secta religiosa Orden y Mandato de San Miguel Arcángel, amparada durante una década por las autoridades eclesiásticas gallegas, se cerró este viernes con la declaración de dos de las pseudo-monjas que –presuntamente- se dejaban “purificar” sexualmente por su líder, el supuesto “arcángel” fundador Feliciano Miguel Rosendo da Silva.

La segunda semana del juicio contra el líder de la secta religiosa Orden y Mandato de San Miguel Arcángel, amparada durante una década por las autoridades eclesiásticas gallegas, se cerró este viernes con la declaración de dos de las pseudo-monjas que –presuntamente- se dejaban “purificar” sexualmente por su líder, el supuesto “arcángel” fundador Feliciano Miguel Rosendo da Silva. En sus declaraciones, Ivana y Miriam Lima dejaron evidencia incontestable de su fervor por su guía espiritual: ambas constataron ante el tribunal que están “dispuestas a ir a la cárcel” para defender a Rosendo.

La orden de los miguelianos –como es conocida popularmente- operaba de forma muy activa desde hace más de una década en varias localidades de los alrededores de Vigo. En Oia poseía un complejo –Las Murallas de Jerusalén, lo bautizaron- dotado de vivienda, torreón, capilla, edificaciones menores para los miembros de su comunidad y piscina climatizada; y en Nigrán disfrutaba del Convento de los Franciscanos de Vilariño, cedido a la secta por el Obispado de Tui-Vigo en 2004 y restaurado por los propios miguelianos. Ya entonces tenía unos 200 adeptos.

El 11 de diciembre de 2014, día en que Rosendo fue detenido por abusos sexuales, estafa, blanqueo de capitales y asociación ilícita, ya eran 400 sus seguidores. Pero las primeras sospechas sobre la conducta moral de Rosendo llegaron al Obispado de Tui-Vigo en septiembre de 2012 a través de un seminarista que había pertenecido a la Orden de San Miguel. Ya entonces, el obispado no solo había avalado a la secta con la cesión del convento de Vilariño, sino que en 2009 le había concedido rango de Asociación Pública de Fieles con Derecho Diocesano. No fue hasta mayo de 2013 –tras varias denuncias- que la diócesis decidió enviar a un visitador canónico para que ejerciera de investigador in situ de las ya numerosas denuncias.

El detective diocesano tardó más de un año en poder elaborar su informe. La discreción con la que actuaba Rosendo, y la aparente ejemplaridad de su conducta de puertas afuera de las Murallas de Jerusalén, dificultaban las pesquisas. No podían dejar de llamar la atención el lujo que rodeaba a Rosendo, con un complejo valorado en 500.000 euros, una vivienda en la localidad madrileña de Collado-Villalba y dos coches de gama alta: estos dos últimos habían sido regalados por dos adeptos que consideraron, según las testificales, que un líder como él no puede moverse por ahí en cualquier vehículo; y el complejo residencial había sido erigido con las generosas aportaciones de los miguelianos.

Tampoco podía pasarle desapercibido al abate detective el trato que Rosendo dispensaba a ciertas fieles. Las de más confianza eran denominadas bastones, y dormían en habitaciones comunicadas con la de Rosendo. Hoy se sabe que Rosendo, de puertas adentro, convencía a sus seguidores que él era realmente la encarnación del arcángel San Gabriel. Y que los flujos de su cuerpo tenían poder para expiar pecados y purificar el espíritu. Se sospecha que Rosendo, que antes de ser salvador de cuerpos y almas tenía una tienda de herboristería, drogaba a sus víctimas para someterlas: varios bastones han declarado que les dispensaba pastillas sin desvelar su composición.

“No hay nada que decir”

El líder migueliano fue detenido en Madrid el 11 de diciembre de 2014 e ingresó sin fianza en la prisión pontevedresa de A Lama. El 22, el obispado suprimió la Orden de San Miguel Arcángel.

El departamento de comunicación de la Diócesis Tui-Vigo admite a Público la cesión del convento, pero del resto afirma que “no hay nada que decir. Todo el mundo se equivoca”.

Aseguran que “actuamos con confianza en sus buenas obras… Y Rosendo hacía buenas obras, era querido en el pueblo y aportaba vocaciones”, con respecto a la pregunta de si es habitual este tipo de cesiones del patrimonio de la Iglesia para que cualquier particular monte una congregación.

“Se le cede el convento para hacer el bien. Es como si alguien te pide un cuchillo para contar carne y lo usa para matar”, responden desde la Diócesis Tui-Vigo.

El juicio se completará con más de una veintena de testimonios, que de momento han arrojado conclusiones dispares. Ana Reguera, abogada de la acusación, ha confirmado a este periódico que varias de las pseudo monjas que ya han declarado se ratificaron en acusar a Rosendo por abusos sexuales, físicos y psicológicos. Otras, como las dos hermanas Lima, persisten en su fe: “Estamos dispuestas a ir a la cárcel por él”, dijeron el viernes en el juzgado.

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