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La geopolítica del Ramadán: Putín lo facilita en Moscú, Trump no asiste a la cena habitual

También los medios resaltan una u otra noticia, así ABC reslata la estrategia de Putín de cara a las próximas elecciones, y El País viene a tachar de desaire  e islamofobia la no asistencia a ese acto religioso musulmán por parte de Trump. En ambos casos lo normal y democrático es que los musulmanes, o cualquier otra religión tengan sus cultos y fiestas religiosas sin la intromisión de los representantes políticos. Se trata de dos ámbitos diferentes y debe mantenerse una separación estricta entre ambos, en beneficio de la religión y de la política.


Putin busca el apoyo de la comunidad musulmana rusa (ABC)

Los musulmanes rusos festejaron ayer domingo el final del mes del ayuno sagrado del Ramadán a través de todo el país, especialmente en las repúblicas que profesan mayoritariamente esta confesión religiosa (Tatarstán, Bashkortostán y las del Cáucaso Norte), pero también en la capital rusa. La Gran Mezquita de Moscú se vio una vez más desbordada y la inmensa mayoría de los fieles tuvieron que seguir la liturgia desde las calles adyacentes. Los actos religiosos discurrieron sin incidentes y en medio de un fuerte dispositivo de seguridad.

La Policía calculó que asistieron a la celebración más de 250.000 personas, aunque otras fuentes dan una cantidad mucho mayor. Los oficios tuvieron lugar también en las otras tres mezquitas de la ciudad. Pero nadie recuerda un final del Ramadán tan multitudinario como el de ayer. Desde el Kremlin se ordenó facilitar el acceso a las inmediaciones de la mezquita, algo que en años anteriores estuvo mucho más restringido. Y es que, ante las elecciones presidenciales de marzo del año que viene, el primer mandatario del país, Vladímir Putin, parece querer ganarse el favor de los musulmanes, cuyo número en toda Rusia ronda los 25 millones sobre un total de 146 millones de habitantes. En Moscú viven unos dos millones de musulmanes. Antes, el presidente ruso se prodigaba entre los cristianos ortodoxos, la religión mayoritaria en Rusia, de la que se dice creyente.

Desde el mimbar del imán, sitial en la mezquita equivalente al púlpito, el presidente del Consejo de Muftíes de Rusia, Ravol Gainutdín, felicitó «a los que pueden estar satisfechos de haber cumplido el ayuno» y fustigó a quienes, incluso durante el ramadán, «no pueden contenerse, no pueden dejar de pecar, causando el mal y provocando sangre y destrucción», en alusión a los extremistas. «Tales actitudes contradicen la voluntad de Alá», dijo.

Vladímir Putin, no estuvo ayer presente en los actos religiosos, pero envió un mensaje de felicitación, resaltando «el papel de los musulmanes en el mantenimiento de la paz civil y la concordia, en el fortalecimiento de la amistad y el entendimiento entre las gentes». Hace dos años, Putin sí acudió a la Gran Mezquita de Moscú, una de las más grandes de Europa, para su reapertura después de ser remodelada. Le acompañaban los máximos dirigentes turco y palestino, Recep Tayyip Erdogan, y Mahmud Abás. El jefe del Kremlin atacó entonces al Daesh señalando que «compromete al islam (…) y lo pervierten sembrando la mentira».


Trump desaira a los musulmanes al romper con la tradicional cena del fin del Ramadán (El País)

Cuando Donald Trump no se comunica por Twitter, lo hace por gestos. Sonoros y fáciles de entender. Como el que lanzó este domingo a la comunidad musulmana al negarse a asistir a la tradicional cena de fin del Ramadán. Es la primera vez en 20 años que un presidente deja de acoger esta cita oficial, a la que acudían políticos, diplomáticos e importantes representantes del islam. Incluso tras los atentados del 11-S, George W. Bush asistió para demostrar que el combate de EE UU era contra el terrorismo y no la religión.

Como sustitutivo del acto, el mandatario republicano hizo público un escueto comunicado lleno de buenas palabras. “En nombre del pueblo de Estados Unidos, Melania y yo enviamos calurosos saludos a los musulmanes mientras celebran Eid al-Fitr. Durante estas fiestas recordamos la importancia de la misericordia, compasión y la buena voluntad. Junto con los musulmanes del mundo, Estados Unidos renueva su compromiso para honrar esos valores”. Poco más.

La decisión de romper con la cena, que se ofreció por primera vez en la Casa Blanca en 1805 con Thomas Jefferson, es entendida como una señal. El Ramadán, el mes de ayuno musulmán, posee un enorme simbolismo. Pese a ello, el propio jefe de la diplomacia, Rex Tillerson, rechazó celebrar el ágape que anualmente ofrecía su Departamento de Estado. Ahora le ha seguido el presidente marcando una línea clara. “Es un mensaje de que los musulmanes no importamos aquí. El presidente tiene tiempo para jugar al golf pero no para atender a quienes le necesitan”, afirmó a Newsweek el imán Talib Sharif, de la gran mezquita de Washington.

La acritud del gesto ha traído a la memoria, aunque muy aplacada, la islamofobia original de Trump. Cuando era candidato sostuvo públicamente que el islam odiaba a Estados Unidos y pidió el “cierre total y completo” del país a los musulmanes. Nada más llegar al poder intentó poner en práctica sus descabelladas ideas con un veto migratorio a siete países. Los jueces, tras una gigantesca movilización ciudadana, lo paralizaron. El varapalo y la necesidad de sacar adelante sus planes en Oriente Medio moderaron su discurso y le llevaron en Arabia Saudí, en su primera salida al extranjero, a lanzar un “mensaje de amistad, esperanza y amor” a los musulmanes. Unas palabras que se alejan ahora de los hechos.

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