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La Fundación Francisco Franco presume de la condecoración que el Vaticano entregó al dictador y nunca le retiró

El dictador Francisco Franco sigue ocupando un lugar entre las “personalidades” condecoradas por el Vaticano. 67 años después de que la Santa Sede premiara al jefe del régimen con una de sus principales medallas, no ha habido ningún paso dirigido a retirar, aunque fuese de forma póstuma, aquella distinción. La Fundación Nacional Francisco Franco (FNFF) lo tiene muy presente.

El “boletín informativo” de esa organización ha recordado la entrega al dictador  del Gran Collar de la Orden Suprema de Cristo, concedido por el Papa Pío XII. En la capilla del Palacio de Oriente. “Franco se dirige al altar donde de rodillas y ante el Cardenal Arzobispo de Toledo y Primado de las Españas, renueva su solemne procesión de fe católica“, destacaba el NODO en un video que ha sido publicado estos últimos días por una cuenta de Twitter de ultraderecha y que ha sido reproducido por la FNFF en su boletín. 

 Aquel acto tuvo lugar el 25 de febrero de 1954 en la capilla del Palacio de Oriente. “Prometo, juro y quiero mantener este juramento hasta el último aliento de mi vida, que, con la ayuda de Dios, cons­tantemente retendré y profesaré íntegra e inviolada esta fe cató­lica, en la misma forma que ahora espontáneamente la profeso y declaro“, señaló entonces el dictador.

Del mismo modo, señalaba que haría todo lo que estuviese a su alcance para que la religión católica fuese “profesada, enseñada y practicada” por sus “súbditos” y por “aquellos cuyo cuidado tenga hoy o pueda tener más tarde a mi cargo”. En aquel acto, Franco prometió y juró llevar una “vida ejemplar, con las virtudes que convienen a un buen soldado de Jesucristo”.

“Nuestro amado hijo”

En la resolución dictada para condecorar al dictador con ese premio, el Vaticano se expresaba en términos tales como “nuestro amado hijo Francisco Franco Bahamonde, Jefe del Estado español” y le otorgaba “salud y bendición apostólica”. La jerarquía eclesiástica reivindicaba además la firma del Concordato con España que había tenido lugar el año anterior: “De este modo –señalaba– las necesarias relaciones que siempre existieron entre los Romanos Pontífices y la nación española han sido confirmadas para fruto y utilidad comunes”.

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