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La enseñanza pública después del Covid-19

Los servicios públicos son esenciales para la convivencia y la supervivencia de la sociedad. En solo tres meses hemos tomado conciencia de que la inversión en sanidad es urgente e imprescindible. Pero, ¿y qué pasa con la educación como servicio público? Tengo la impresión de que a la educación se le trata como un asunto menor.

Se han construido hospitales de campaña (en Valencia, sin ir más lejos); se ha hecho lo imposible por dotar de EPIs a los sanitarios; se han reforzado las plantillas; se han establecido protocolos de actuación claros y concretos. ¿Y en la enseñanza? Nadie habla de los recursos informáticos que se necesitarán en septiembre en las aulas (igual confían en que los ponga el profesorado, como en el confinamiento); ni una palabra sobre nuevas aulas; no hay previsión de contrataciones de profesorado, necesarias para disminuir la ratio; y todavía no hay instrucciones concretas para el curso que viene y, sin estas, en septiembre tendremos un calco del final de este que acaba: «bienvenido a la república independiente de mi Centro».

Desde que la Ministra Celaá anunciara en rueda de prensa del 15 de abril que la repetición de curso sería una medida extraordinaria (como si descubriera la pólvora) y que delegaba en las Comunidades autónomas y sobre todo en los equipos educativos la decisión de la promoción o titulación del alumnado, bajo el pretexto de que el profesorado es el que mejor conoce al alumnado, cada Centro ha tenido que concretar por su cuenta los criterios por los que el alumnado promocionaba o titulaba, ante la falta de instrucciones concretas al respecto. La Conselleria de Educación no aportó mucho más. Y el resultado final ha sido que a lo largo y ancho de la Comunidad Valenciana ha habido tantos criterios diferentes como centros educativos. Si esto hubiera pasado con las restricciones de movilidad en cada municipio, nos llevaríamos las manos a la cabeza.¿Se imaginan?

El Ministerio anuncia que en septiembre la enseñanza será presencial, con medidas de seguridad. La Conselleria de Educación acepta su propuesta, y no sé si con ello también la instalación de pupitres en los pasillos (lo que nos indigna en hospitales, parece una buena solución para un centro escolar, ¡vaya!). Se propone «la reducción de ratios, siempre que sea posible», y si no es posible, en los niveles de ESO y Bachillerato, se podría usar la alternancia diaria entre enseñanza presencial y online para el alumnado. ¿Alternancia diaria? Vale, pero ¿cómo se hace eso? Cualquiera que conozca el número de materias que cursa un alumno y que la distribución horaria es semanal, sabe de sobra que no puede haber alternancia diaria. Bajar la ratio es más que posible. Ante una situación extraordinaria, inversiones extraordinarias (como se ha hecho en sanidad).

Si nuestros políticos quieren liderar la nueva normalidad educativa deberían dar instrucciones concretas y hacer las inversiones necesarias. Cualquier otra opción es una clara invitación a que cada centro vaya de por libre al grito de ¡sálvese el que pueda!

Eugenio Piñero Almendros | Profesor de Filosofía y socio de Europa Laica – València.

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