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La educación y el progreso: el positivismo universitario en México

Desde la reforma de Juárez hasta el fin de gobierno de Díaz, México vivió la búsqueda de una identidad propia, a pesar de seguir recurriendo a conceptos europeos. Con la implantación del positivismo tomado de Augusto Comte (más que de Darwin o de Spencer), tanto en México como en los demás países latinoamericanos se logró alcanzar un gran avance científico, social y cultural. Justo Sierra, fue uno de los políticos y poetas que armaron severas revueltas evolucionistas y científicas con la finalidad de propugnar el avance educativo en México. Con su discurso en la inauguración de la Universidad Nacional, el autor expone toda su filosofía del porvenir social y cultural.

En 1860 el positivismo apareció institucionalmente, el 16 de septiembre de 1867, Gabino Barreda lo introdujo al currículo escolar con la oración cívica del discurso de la independencia. Ante esto, fue Juárez quien dio el impacto inicial al copiar las leyes de reforma a los Estados Unidos dando prioridad a la doctrina Monroe. El eje central era la libertad, el orden y el progreso: la libertad como medio, el orden como base y el progreso como fin. Sin embargo, en América latina las interpretaciones del positivismo fueron algo alteradas, algunos las mezclaron con ideas espirituales siendo que el positivismo atacaba a la metafísica, otros la connotaban como liberalismo gnoseológico, éste ultimo término adoptado por Sierra.

El autor colocó al hombre como voluntad de poder -al igual que Nietzsche- y siendo su espíritu la potencia capaz de transformar las actividades mentales, sentimentales y físicas, para así poder determinar la evolución humana. Para Justo Sierra, la educación se daba en las relaciones y el diálogo entre los individuos, y además, la planteaba como el punto de fuga de donde parten los horizontes y las dificultades políticas, sociales o culturales. Ante esto, se requeriría de la voluntad propia, es decir, de auto asignarse el papel de héroe en potencia de aventura sin caer en el egoísmo sino que, al contrario, ejecutar la virilidad en la vida social y engendrar un ser moral colectivo creando valores.

Por lo tanto, según Sierra el maestro era quien tenía el mayor deber de ésta conducción. Mas la universidad no era el único factor del efecto, ya que lo esencial era la voluntad de poder hacia lo intelectual. La universidad como tal, sólo tenía el deber de producir cabezas pensantes y construir el conocimiento. Es por ello que la ciencia -principio del positivismo y defensora de la patria- llevaba como finalidad el progreso, ya que estaba implantada por los espíritus socialmente reformadores. Y tenía que estar en contacto mutuo como la personalidad, siendo ésta conscientemente nacionalista. Para el autor, el hombre ocupaba el lugar central porque lo consideraba el átomo pensante (una espiga pensante como decía Pascal).

Ahora bien, Justo Sierra no deja de reconocer que la nación estaba precedida por las civilizaciones "bárbaras" en las que el hombre había sido (y tendrá que seguir siendo) la mayor interrogante. Es así que la nación debía de cambiar, porque al estar su potencia conformada tanto por los indígenas como por los españoles y la mezcla de ambos (naturaleza e historia) se acrecentaba la capacidad pensante. La mayor propuesta de Sierra era que la ciencia y la patria conformaran el alma de los estudiantes mexicanos para que llegaran a su máxima maduración en la lealtad moral.

Posteriormente, Justo Sierra aludió a la contemplación (al igual que Aristóteles) como preámbulo de toda acción inteligente, como la antorcha de vida que conducía el ideal de salud, de belleza y de verdad. Sin embargo, la Universidad Mexicana nació en un momento sin historia, sólo con precursores enemigos como el era el gremio y el claustro de la antigua Pontificia Universidad de México, que se basaba en la escolástica siendo todo estático: lo prevalente era la retórica y no el hecho de generar pensamiento, además del determinismo religioso (absorbiendo sólo lo conveniente respecto a Aristóteles, Santo Tomás y Luis Vives, entre otros) no haciendo otra cosa más que violaciones mentales. Por eso mismo fue que el autor apelaría por el estado laico en todas sus dimensiones.

Por otra parte, Justo Sierra no veía en la ciencia la última palabra, es decir, el absolutismo, ya que aceptaba la relatividad de las teorías así como de los resultados científicos, con lo que la ciencia sólo llega a la mayor aproximación probable de la verdad, es decir, no buscaba la verdad sino realidades. Ante esto, colocaba a los filósofos como seres de total importancia en todo terreno tanto científico como social debido a su profunda introspección y cuestionamiento de las acciones y circunstancias. El poeta finaliza mencionando que sólo al transformarse la idea en pensamiento se podría generar el movimiento, productor de las revoluciones del pensamiento y de los cambios sociales, donde prevalecería el espíritu laico sin reglas pre-establecidas y como productor de los valores nacionales.

Finalmente, a Justo Sierra se unieron posteriormente varios políticos y escritores mexicanos como el filósofo José Vasconcelos con sus grandes aportes a la educación, o el grupo llamado "Hyperión" formado por Leopoldo Zea, Luis Villoro, Emilio Uranga, Samuel Ramos y Alfonso Reyes. Desgraciadamente, en México estas ideas y pensamientos que llegaron a formular valiosas teorías sociales, artísticas y culturales fueron totalmente esfumadas, aunque no dejaron de ser un punto culminante para el cambio pues marcaron el principio del modernismo en México.

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