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La educación laica es una conquista de siglos

En la Constitución Política de nuestro país, se declara al Estado boliviano como laico, es decir sin ninguna inclinación religiosa, reconociendo, más bien, a todas las creencias espirituales, sin tomar parte activa en alguna de ellas. De esta manera se aplica fehacientemente la separación de la Iglesia y el Estado, lo que no ocurría con anteriores disposiciones constitucionales, en las que se reconocía como religión oficial a la que imparte la Iglesia Católica Apostólica y Romana.

Dentro de este contexto, es lógico esperar que en la nueva Ley Educativa, como ya se ha anunciado, la educación en los establecimientos públicos se adecúe a esa premisa, obviando la materia de religión, que era parte obligatoria de los programas de enseñanza. Aunque, para muchos, esta disposición también tendría que abarcar a los establecimientos privados y de convenio, si es que se quiere implantar un modelo racional, siendo optativa la concurrencia a las materias de educación religiosa en los que tengan determinadas tendencias de fe, sin que exista de por medio obligatoriedad y menos discriminación, como sucede actualmente. Seguramente muchos se preguntarán qué es lo que se busca con estas medidas. A lo que se contestaría con una respuesta simple: la práctica y el ejercicio de la Libertad de Conciencia, la que también está comprendida en los derechos humanos establecidos mundialmente. La Libertad de Conciencia, que debe ser privilegiada tanto en los establecimientos privados como públicos, está destinada a la formación de nuevos ciudadanos, libres de dogmatismos y de supersticiones, ávidos de la investigación y de la comprobación científica, con un uso adecuado de la inteligencia y la razón, para la búsqueda de la propia verdad de cada uno de ellos. La educación y un Estado laico, no es privativo del actual régimen, el que es calificado como anticatólico, sino que este sistema ya se implantó en los primeros años del siglo XX en nuestro país, en Gobiernos liberales que no tenían nada de populistas, pero que si concebían que un Estado no puede ser dependiente de lineamientos religiosos o de poderes de esta naturaleza. Por supuesto que estas medidas no son aceptadas por los afectados, en este caso la Iglesia Católica, por cuanto su concepción de educación está basada en Dios, en la revelación divina y en el credo, que no pueden ser cuestionados y mucho menos analizados por la razón, corriente que tampoco fue un patrimonio de ese tiempo, sino de los albores del Humanismo en el siglo XVIII, en esa época que se denominó como el Siglo de las Luces. Debemos recordar precisamente que hace trescientos años, empezó el rechazo religioso a esas corrientes liberales, atacando a la razón como a un enemigo de la Fe. En el siglo XX, en Bolivia, las corrientes clericales organizaron procesiones y prohijaron pronunciamientos, señalando que los Gobiernos de la época propiciaban la educación sin Dios y la familia sin ese Ser Supremo, al implantarse también el matrimonio civil. Hoy, en este tiempo, en el que se han superado las restricciones del conocimiento de esos siglos, por el mismo acceso que se tiene a los medios de comunicación e información en el campo cibernético, así como los adelantos y los descubrimientos de la Ciencia desde el mismo origen del Universo y de la vida, nos parecería ilógico que se trate de mantener en tinieblas a la Conciencia, privando al ser Humano de escoger y llegar a su propio destino, en forma completamente libre. Quizá el nombre de Siglo de las Luces no sólo se lo atribuye a la conquista de las libertades, sino también a la apertura del conocimiento para la humanidad, la que salió de siglos de Tinieblas y de oscurantismo, implantados por el dogmatismo y el despotismo, para acceder al Conocimiento y a la Verdad, por medio de la razón, la que fue calificada como la Luz que alumbró los cambios en los que hoy transita el ser humano.

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