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La doble moral

Cuatro mujeres, de bajos ingresos, mueren todos los días por abortos mal practicados. Además de la dolorosa experiencia que significa la interrupción de un embarazo y el cuestionamiento social, religioso y familiar, alrededor de 1,800 mujeres en nuestro país mueren desangradas o por infección y solas cada año.

El aborto se práctica en México, pero en condiciones de gran desigualdad. Para unas es una buena excusa para hacer un shoping cruzando la frontera, o para visitar algún hospital de lujo y hacerse un check up, de paso; para otras se convierte en un drama en la que la matrona, el brujo, la curandera o un charlatán las induce a la muerte. ¿La desigualdad, mueve a la doble moral? O, ¿en nuestro país, tener dinero es la verdadera manera de tener libertad y decidir? ¿No es hora ya de acabar con la desigualdad y con la hipocresía que significa este tema en nuestra sociedad?
No piensa que deben darse respuestas a ello el Presidente y el Secretario General adjunto panista; el PAN del Distrito Federal y la Iglesia católica. Del señor Espino, de la Iglesia mexicana y de la dirección del PAN en el DF no me extraña, ni la forma, ni la inadecuada e ilegal arenga moral y religiosa, en el contexto de un estado laico de derecho. Me sorprende del licenciado Abascal, en cambio. Me explico.
En efecto, gran revuelo ha suscitado la propuesta de la Coalición Legislativa Socialdemócrata en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y en particular la propuesta de los diputados Jorge Carlos Díaz Cuervo y Enrique Pérez Correa del Partido Alternativa Socialdemócrata. Ésta consiste en que se añada al Código Penal del DF una quinta eximiente de responsabilidad al delito de aborto. En sus términos lo que la propuesta sostiene es que “una mujer no será sujeta de responsabilidad penal, si considera que su embarazo es contrario a su proyecto de vida y podrá solicitar en las instituciones de salud, por esa sola declaración, le sea practicado un aborto en el lapso no mayor a las doce semanas de la concepción”.
Más allá de lo que significa la propuesta en sí misma y de las reacciones más conspicuas, el tema no es nuevo y mueve a toda clase de torpezas. La primera consiste en que la Iglesia católica tiene un lugar para ofrecer su posición y defender sus creencias: el púlpito. No en la calle y mucho menos con el contubernio de un partido político. La ley se los prohíbe y por muy buenas razones.
La segunda es una necesidad. Ya el licenciado Abascal ha sufrido, en un ambiente de pluralidad innegable en el que se desempeñó como secretario de Gobernación, una discusión innecesaria y de la que salió muy mal parado cuando quiso abrir el tema de la píldora del día siguiente. No era legalmente procedente y con un desconocimiento de la ley o abiertamente ignorándola, invitó a la Iglesia católica a manifestarse en contra y a abrirle los espacios institucionales para que dieran públicamente su opinión a pesar de tenerlo prohibido. Vuelve a caer en el mismo error y es de lamentarse. Es necesaria la enmienda.
El asunto principal, consiste en un detalle, sin embargo. La Iglesia judía permite el aborto hasta las 14 semanas. La Iglesia musulmana permite el aborto, también hasta la semana 12. En un estado laico de derecho, como es el nuestro, ¿por qué la Iglesia católica quiere imponerle a las demás, que no creen en lo mismo, su visión moral y sus reglas? Además, cualquier texto de derecho canónigo hace explicita una máxima: la libertad de acción en conciencia. Es decir, que aún mandándolo las autoridades religiosas, un ser humano está obligado a defender sus creencias y hacerle caso a su consciencia. Sólo así se gana el reino de los cielos.
En efecto, la libertad de decisión personal está al centro de la máxima católica. El respeto a todas las creencias, a la voluntad y a la libertad individual está en la Constitución de México. Es hora de poner a la moral en su lugar y a la hipocresía con la que se defiende la doble moral y por esa vía a la desigualdad, un alto.

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