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La desaparición de un librepensador granadino: Antonio Aróstegui

10 de julio de 2009

Cuando sus amigos recibíamos el último volumen de sus memorias y nos entreteníamos en comentarlas, Antonio Aróstegui decidía abandonarnos para siempre, sin ruido. Ocurría el pasado sábado, 4 de julio. La vida, que no siempre le trató bien, en esta ocasión optó por llevárselo sin que se diera cuenta, como merecía. Pero bueno, si le hacemos caso, habríamos de reconocer que él siempre llegó a los sitios con ruido, pero supo marcharse de ellos con enorme discreción.
 
Hombre público, porque pública era su actividad profesional e intelectual, trataba de pasar lo más inadvertido posible en lo personal. Amigo de sus amigos sin importarle las consecuencias, siempre dispuesto a compartir su tiempo con ellos, era enemigo del elogio, de los laureles y honores, de la vanagloria y la mentira.
Como Pemán, podría haber presumido de amigos importantes, pues los tuvo: Andrés Segovia, Manuel Rivera, Antonio Buero Vallejo, Eduardo Maldonado, Martín Recuerda, Antonio Arribas Palau, José Luis López Aranguren, Paco Izquierdo, Antonio Jiménez Blanco… y tantos y tantos más.
Hablar de Antonio Aróstegui es hacerlo de un librepensador, de un hombre ilusionado por la vida, volcado en la educación, enamorado de la cultura en todas sus facetas. Un maestro sin pretenderlo.
En Granada supo escribir páginas y más páginas de una cultura siempre combativa y combatida, con posiciones valientes, que en ocasiones le granjearon no pocos problemas, pero que sin duda le valieron el respeto de los más. La prensa granadina le recompensó dándole carta ejecutoria de crítico literario y artístico, que él supo devolver con obras tan importantes como El arte abstracto (1954), Panorama actual de la pintura granadina (1962), 60 años de arte granadino (1974), La vanguardia cultural granadina 1950-1960 (1996)…
El arte, quizá, fue uno de los ámbitos que le dio mayores satisfacciones y mejores éxitos que aparte de los títulos mencionados se complementa en sus estudios y biografías de artistas como Eduardo Maldonado, Elena Laverón, Killis, Marina Lorente… 
En Ceuta y Madrid puso en marcha proyectos educativos y culturales que le dieron fama pero, sobre todo, alumnos, discípulos, apasionados discípulos diría yo. Catedrático de Filosofía, Maritainólogo confeso, deja una importante obra en su disciplina, que le han hecho entrar en las enciclopedias por derecho propio. Recordar El espacio en la física tomista y en la física actual (1961), La Persona (1962), Antología del pensamiento filosófico y científico (1963), Doctrina social Católica (1964), La lucha filosófica (1975).
Su marcada preocupación social y política se reflejará en títulos como Pluriempleo y destajismo en la enseñanza media oficial (1967), El marxismo y las tendencias marxistas (1975), La conciencia política del pueblo español (1994) o Función educativa de los institutos: Una experiencia en el “San Juan Bautista de Madrid” (2000).
Sobre su vida intelectual y profesional nos dejó, este mismo año, El libro de las vivencias, de las obras no escritas y del llanto (a modo de “memorias”) que siguieron a esas otras memorias de sus luchas por decir lo que quería y cuando quería: El muro democrático y otros muros (2003).
Antonio Aróstegui Megías (Ogíjares, Granada 1922-2009 Ceuta) deja en todos nosotros una huella de bonhomía, de integridad, de saber y de ética imborrable. Una huella que nos exigirá recordarle, leerle y beber a su salud.

* (Escritor y académico)

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