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La Cuestión del Velo Islámico en Francia: Balance y Perspectivas tras una Década de Leyes Prohibicionistas

Hace ya una década que la cuestión del velo islámico se ha vuelto una obsesión en la clase política como en la sociedad francesa. Varias leyes han sido adoptadas para limitar su uso: primero su prohibición bajo todas sus formas en los colegios públicos (2004), y luego la interdicción del niqab y de la burqa en todos los espacios públicos (2011). Los políticos se empaparon de nobles argumentos para legislar: proteger los derechos de las mujeres, preservar la laicidad – un principio fundador de la república francesa –, y favorecer el vivre ensemble, es decir el convivir en armonía, superando las diferencias inherentes a la diversidad cultural y religiosa.

Sin embargo, en la práctica, estas leyes han producido exactamente lo opuesto a los principios proclamados.

¿Derechos de las mujeres?

Este es probablemente el más falaz de los argumentos. Los políticos, con el apoyo de varias feministas de renombre como Elizabeth Badinter y Anne Zélensky, han pretendido querer legislar para proteger a las mujeres contra una vestimenta considerada como un instrumento de opresión y sumisión patriarcal. Lo raro de esta “protección” es que termina excluyendo a estas mismas mujeres de los espacios donde podrían realmente emanciparse. En efecto, las nuevas leyes y reglamentos mandan prácticamente a las mujeres musulmanas que llevan velo a quedarse en sus casas: exclusión de las escuelas públicas para las alumnas que se nieguen a retirar su pañuelo(1), prohibición para las mamás con velo de acompañar a los niños en las salidas escolares (2), interdicción de caminar en la calle para las mujeres con velo integral (3), propuesta de ley para autorizar a las empresas a despedir o no contratar mujeres profesionales con velo (4). Toda esta reglamentación tiene como consecuencia impedir que mujeres consideradas como “víctimas” puedan socializarse en un espacio que no sea el del hogar.

Si realmente son sus padres, hermanos o maridos los que las obligan a cubrirse el cabello o el rostro, ¿de qué manera estas leyes pueden ayudarlas? ¿Bajo cual concepto su exclusión de la educación, del trabajo o simplemente de la calle puede ser considerada como emancipadora? Es como mínimo absurdo que reglas supuestamente feministas desemboquen en la relegación de mujeres a la esfera privada, y exclusivamente de mujeres. En efecto, mientras la barba masculina es polisémica – la barba de Fidel Castro no es tan diferente a la de un Bin Laden –, solo el velo femenino es considerado como signo religioso.

En cuanto a todas las otras mujeres, las que decidieron voluntariamente usar el velo, su libre arbitrio es simplemente denegado. Es aquí otra paradoja de estas leyes “feministas”(5): la de negar a ciertas mujeres el derecho a decidir y ser dueñas de su propio cuerpo. ¿La obligación dictada por el Estado francés de descubrir su rostro y su cabello no es entonces el espejo perfecto de la prohibición dictada por Estados teocráticos como Arabia Saudita o Irán de mostrar su rostro y su cabello? Obligar a mostrar o a cubrir son las dos caras de una misma moneda: la de un Estado que ejerce un control sobre los cuerpos femeninos y otra que no reconoce a las mujeres su calidad de sujeto. De hecho, es increíble cómo no se ha querido en Francia escuchar la voz de las primeras concernidas: ni las instancias políticas ni los medios de comunicación le han dado la palabra a las mujeres que usan velo (6). Se ha hablado sobre ellas como objetos de controversia, pero casi nadie se ha interesado en la violencia simbólica que se ejerce sobre ellas cuando se las obliga a “des-velarse”, como en los viejos tiempos de la colonia francesa en Argelia.

Esto no sorprende de parte de hombres políticos que jamás en otras oportunidades habían defendido la igualdad de género: en efecto, los más fieros defensores de las leyes anti-velo son miembros de partidos políticos que por otro lado no han hecho el más mínimo esfuerzo para respetar, por ejemplo, la paridad en sus listas electorales. Jean-François Copé y Eric Ciotti, figuras del partido de derecha UMP, son buenos ejemplos de esta hipocresía discursiva.

Más triste e inquietante es la participación de militantes feministas en esta caza contra las mujeres musulmanas que usan velo. Su argumento a favor de la exclusión de estas últimas es de proteger a las mujeres “des-veladas” contra la presión social de cubrirse. Sin embargo, esta visión que asimila todas las mujeres con velo a prosélitas, “soldadas del fascismo verde” (7), es empíricamente falsa, como lo han mostrado casi todos los estudios sociológicos (8).

¿Preservar la laicidad?

La laicidad tal como es concebida en la Ley de 1905, consistía en afirmar la separación entre el Estado y la Iglesia católica, asegurar la neutralidad del Estado y, preservar la libertad de conciencia.

Esto claramente significa que el Estado es responsable de la neutralidad de las instituciones, como es el caso de las escuelas o de los hospitales públicos, pero no de las personas, especialmente cuando estas son simples usuarios de los servicios públicos. Que no se pueda colocar una cruz o cualquier otro símbolo religioso en el muro de un colegio público, o que un profesor no pueda dictar una materia apoyándose en dogmas religiosos, es una cosa. Ahí el principio de laicidad permite limitar la intromisión de la religión en la autoridad institucional. Pero que una alumna lleve un velo en clase, es algo distinto. No le corresponde al Estado laico distinguir a los ciudadanos según sus creencias religiosas individuales. La neutralidad de la institución tiene precisamente como objetivo permitir la convivencia de la diversidad religiosa en la sociedad. La exclusión de la escuela pública por motivos religiosos constituye un grave ataque a este principio, como lo señalaba ya en el 2003 el “Colectivo Una Escuela para Todas y Todos” (9).

Jean Baubérot, historiador y sociólogo, ha demostrado en reiteradas ocasiones de qué manera la clase política francesa había pervertido el espíritu de la Ley de 1905. Las leyes de excepción destinadas a restringir las prácticas visibles del Islam en Francia no corresponden al principio de laicidad tal como había sido establecido por la IIIa República (10).

Esta nueva laicidad extensiva y discriminante amenaza al principio mismo de libertad de conciencia, uno de los derechos fundamentales instituidos por la Declaración Universal de los Derechos Humanos (art. 18). Los legisladores anti-velo argumentan que la ley no prohíbe practicar su religión en el espacio privado, y que la laicidad establece que la fe puede ser profesada libremente en la intimidad pero no en el espacio público. Como lo muestra la filósofa feminista Christine Delphy, este razonamiento es un sofisma: el Estado protege la libertad de conciencia precisamente a partir del momento en que le permite expresarse en el espacio público. “Permitir la libertad de conciencia y de expresión sólo en la esfera privada equivale a abolirla. Es en el espacio público que debe ser protegida, ya que en la ‘intimidad’, a solas consigo mismo, ¿quién puede impedirle a uno expresar sus creencias? (11)”

Es por esta razón que el Consejo de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha condenado varias veces a Francia por su legislación liberticida y discriminatoria (12). La obsesión anti-velo en Francia es aun más absurda que existen varias otras brechas mucho más importantes en relación al principio de laicidad. Por ejemplo, en la región de Alsace-Moselle rige desde 1801 un régimen concordatario en virtud del cual se reconocen y regulan los cultos católico, luterano, reformado e israelita. En esta región del este de Francia, la religión se enseña en los colegios públicos. Sin embargo, ningún político de primer orden se ha atrevido a cuestionar este régimen de excepción a la laicidad republicana.

¿Favorecer el vivre ensemble ?

Lejos de favorecer la convivencia, las leyes anti-velo, así como el contexto discursivo en el cual han sido debatidas y votadas, no han hecho más que alentar las tensiones sociales y el racismo en Francia.

Hay que darse cuenta primero del número ridículo de casos “problemáticos” que llevaron los políticos a votar una ley prohibiendo el velo en la escuela pública. Para el inicio de las clases en septiembre de 2004, sólo 633 casos de alumnas con velo fueron señalados – un número no muy inferior a los años anteriores, cuando todavía no había ley. 550 aceptaron retirarlo, no sin sufrimiento, para poder seguir sus estudios (13). Para tener una idea de lo que esto representa, hay que recordar que para el año 2004-2005, había en Francia alrededor de 10 millones de alumnos en el sistema de educación primaria y secundaria pública, de los cuales la mitad eran mujeres (14).

De la misma manera, desde la implementación de la ley anti-velo integral en el 2011, sólo unas 400 mujeres fueron multadas (15). En un país de más de 60 millones de habitantes, resulta sin sentido que un fenómeno social tan limitado provoque tanta agitación mediática y política. Pero como lo ha subrayado Arjun Appadurai, los discursos nacionalistas tienden a exacerbar los miedos en contra de “los pequeños números” (16).

Lo que está finalmente en juego aquí, es la construcción social y discursiva de un “problema” y de una alteridad irremediable, con la cual no podría haber ni diálogo ni tolerancia. Hace diez años que algunos líderes políticos y mediáticos trata de convencer a los franceses de que las mujeres con velo representan una amenaza a su forma de vivir y a su libertad. La extrema derecha, liderada por Marine Le Pen, no para de echar leña al fuego con una retórica cada vez más centrada en el riesgo de “islamización” de la sociedad francesa. Pero la estigmatización de los musulmanes sobrepasa ampliamente los círculos de la extrema derecha: es casi el conjunto de la clase política que ha optado, por razones tanto electorales como ideológicas, sumarse a esta demonización de las mujeres con velo.

Los resultados eran esperables. Nunca hubo en Francia tantos actos islamofóbicos como en los últimos años. Solo durante los últimos meses, se registraron decenas de agresiones contra mujeres con velo (17). Las tensiones sociales, ya agudizadas por la crisis económica, se ven reforzadas por estas divisiones. En los barrios populares donde se concentra la inmigración pero también el desempleo y otras miserias sociales, las multas contra las mujeres con velo integral son percibidas como un pretexto más para un acoso policial ya muy mal vivido. El 18 de julio pasado, la ciudad de Trappes entró así en un ciclo de violencia urbana tras un diferendo entre una pareja cuya mujer llevaba un niqab y varios policías (18).

Conclusión

Las sucesivas leyes anti-velo no han logrado en nada sus objetivos, al contrario: por un lado, parecen cada vez más numerosas las mujeres musulmanas que deciden usar el velo, sea con simple bandana, hijab o incluso niqab. La razón es sencilla: llevar hoy el velo no solamente tiene un sentido religioso sino que es un acto individual de rebeldía y un símbolo de identidad frente a la voluntad hegemónica de homogeneización cultural. Por otro lado, esto refuerza los temores de los sectores mayoritarios de la sociedad francesa que piden cada vez más restricciones sobre las prácticas religiosas visibles. Las tensiones sociales sobre este tema son palpables, y no van disminuyendo.

Este círculo vicioso será difícil de quebrar. Los intentos para construir puentes y diálogos son minoritarios y no siempre son exitosos. El ejemplo más emblemático es él de Ilham Moussaid, una chica que llevaba un velo muy discreto y que se presentó en las elecciones regionales de 2010 sobre la lista del NPA, un partido anti-capitalista de la izquierda radical. Su candidatura generó enormes polémicas dentro de su propia corriente y tuvo finalmente que retirarse del partido.

Se necesitará un largo trabajo de base para lograr destrabar las desconfianzas que hoy confunden a la sociedad francesa. No hay muchas razones para ser optimista a corto plazo.

NOTAS
(1) http://www.legifrance.gouv.fr/affichTexte.do?cidTexte=JORFTEXT000000417977&dateTexte=&categorieLien=id
(2) http://www.enfantsdelapatrie.net/actualites/nationale/rentree-scolaire-2012-les-mamans-voilees-sont-interdites-actu24.html
(3) http://www.legifrance.gouv.fr/affichTexte.do?cidTexte=JORFTEXT000022911670&categorieLien=id
(4) http://www.assemblee-nationale.fr/14/rapports/r1084.asp
(5) Las paradojas del discurso anti-velo han sido muy bien analizadas por el filosofo Pierre Tévanian, http://lmsi.net/Trente-paradoxes
(6) Ver Chouder, I., Latrèche, M., Tévanian, P. (2008), Les Filles voilées parlent, Paris, Éditions La Fabrique.
(7) http://www.leparisien.fr/politique/non-aux-soldates-du-fascisme-vert-21-09-2003-2004405541.php
(8) Ver los trabajos de los sociólogos Nilüfer Göle (Interpénétrations : l’Islam en Europe, 2003), Nacira Guénif-Souilamas (Des « beurettes » aux descendantes d'immigrants nord-africains, 2000) y Farid Khoroskhovar (Le foulard et la République, 1995), entre otros.
(9) http://lmsi.net/Oui-a-la-laicite-non-aux-lois-d
(10) Ver su blog : http://blogs.mediapart.fr/blog/jean-bauberot
(11) http://www.la-croix.com/Ethique/Sciences-humaines/Nouvelle-laicite-ou-ordre-moral-2013-07-04-982423
(12) http://blogs.mediapart.fr/blog/kafur-altundag/210113/signes-religieux-dans-les-lycees-l-onu-condamne-la-france-revoir-la-
(13) http://www.lemonde.fr/societe/article/2007/04/07/l-ecole-sans-le-voile_893173_3224.html
(14) ftp://trf.education.gouv.fr/pub/edutel/dpd/gchiffres_e2005/chiffre.pdf
(15) http://www.lejdd.fr/Societe/Faits-divers/Actualite/Voile-integral-plus-de-400-femmes-verbalisees-dont-5-multirecidivistes-620281
(16) Fear of Small Numbers: An Essay on the Geography of Anger (Duke University Press Books, 2006)
(17) http://www.lemonde.fr/societe/article/2013/07/24/les-agressions-contre-des-femmes-portant-le-foulard-inquietent_3452692_3224.html
(18) http://www.lemonde.fr/societe/article/2013/07/19/rassemblement-violent-devant-le-commissariat-de-trappes_3450392_3224.html

Cecilia Baeza * Doctora en Ciencia Politica de Sciences Po Paris. Post-doctorado en la Universidad de Brasilia.

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