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La Constitución y la pérdida de jóvenes talentos

Desde el marco primaveral, luminoso y magnífico de Buenos Aires (BS) donde me encuentro, coyunturalmente, hoy, que acabo de visitar el Parlamento de la nación argentina, he pensado que podía trasladar unas breves reflexiones sobre como se conjuga la actual coyuntura política y económica en España, con el cumplimiento de la Constitución de 1978.

Paseando por Puerto Madero, donde hay una meritoria recuperación de antiguas construcciones, junto a la conservación de un extraordinario entorno natural, bien mezclado con importantes edificaciones del mundo empresarial, administrativo y cultural, leo una curiosa flecha que marca distancias entre ese lugar y diferentes ciudades del mundo. Y una a Madrid: 11.549 km. De ser exacta la cifra, a esa distancia física me encuentro, cuando, en la prensa local (Clarín) leí el pasado día 28, destacado en primera página el siguiente titular: «Ahora, son los españoles los que vienen…llegan al país 1.200 jóvenes de entre 25 y 35 años. Están cualificados y huyen del desempleo». Ello, de ser cierto, refleja una situación lamentable de pérdida de talentos de nuestro país. También, escuché hace unos meses a una persona muy cualificada que, posiblemente, desde el mes de enero de 2010, estén emigrando de España, a diferentes partes del mundo, una media de unos 1.000 jóvenes por semana: chicos y chicas, en general, muy bien formados en diversos campos. Al hilo de estas noticias, en Argentina y otros países de la región hay una situación de expectación ante la «grave» situación económica de España… que, además, coincide con la no presencia del presidente de Gobierno español en la cumbre Iberoamericana del Mar del Plata que se celebra este fin de semana sobre «una educación para la inclusión social», hecho que ha sido muy mal interpretado, desde algunos ámbitos políticos y empresariales (En mi modesta opinión creo que, en estos momentos tan delicados, ha sido una decisión muy desacertada, …quizá otra más). Esta compleja situación se une a algunas recientes revelaciones por 'Wikileaks' y otros casos oscuros relacionados con la importación de bienes y servicios, desde España a Argentina. Desgraciadamente, observo, que el actual gobierno de España, ha perdido mucha credibilidad… por 'acá', desconozco si sólo a nivel de calle o, también, a nivel de gobierno y empresariado argentino, hecho que sería muy grave.

Esto viene a colación, porque es una obviedad que la situación económica y social internacional es muy grave, pero hay Estados que la resisten mejor que otros, gracias a políticas previsoras, sobre todo cuando los 'mercados', (que tienen nombres y apellidos), lo tratan de 'controlar todo' y no se ponen las medidas adecuadas. Además de que es un hecho que el Gobierno 'imperial' de los EEUU intenta marcar el paso a los gobiernos, judicaturas, economía…allá donde le dejan (hecho, por cierto, nada nuevo, como los más veteranos conocemos, desde hace muchos años). La actual situación de crisis tiene mucho que ver, ya que la política proteccionista e intervencionista norteamericana está castigando a las economías menos consolidadas, como es el caso de la española. Algunas de las revelaciones de Wikileaks (y -posiblemente- las que quedan por aparecer) que demuestran presuntos indicios de corruptelas de jueces, fiscales y del propio gobierno de España y de otros, hacen que el Estado se desarme. Los planteamientos de la política española, sobre todo de esta década que termina, ha sido de muy corto alcance aun en la época de la aparente opulencia. Empezó con el segundo gobierno de un Aznar crecido y prepotente y continuó con un Zapatero, que hasta el día de hoy, se muestra inseguro y vacilante, hecho que en política y economía es una tragedia.

La Constitución se construyó (1977-78) con excesivas cautelas y respondiendo a intereses muy concretos, unos dicen que no había más remedio por la necesidad y consolidación de la ansiada democracia. Aunque otros sostenemos, desde hace algunos años, a la vista del devenir de los acontecimientos, que se pudo haber hecho de otra forma, sin conceder tantos privilegios a los sectores fácticos de la época, de los que hoy quedan dos, si cabe, con más peso: la banca y la iglesia. Además, se aceptó sin discusión por parte de la izquierda, una forma de estado monárquico impuesto por el general Franco en la ley de Sucesión, que constituye, en mi opinión, un indudable lastre y costo para la democracia. Se trató de cerrar la memoria histórica de tantos muertos y desaparecidos una vez acabada la guerra civil, hoy, todavía, el tema a medio solucionar, hecho del que la historia nos pasará factura por ello. Y quizá lo más perjudicial, en mi opinión, fue el desembarco, de un día para otro, en el sistema democrático, sin costo alguno, de altos y medios funcionarios de la dictadura, con la intención de controlar cultural y políticamente el nuevo proceso político de nuestro país, hecho que se detecta, todavía, en muchos ámbitos de la vida pública. En el devenir de las tres décadas, España ha crecido enormemente (no siempre de forma sostenible, como hemos podido apreciar), pero a parte del esfuerzo hecho a nivel interno, han sido, básicamente, los apoyos económicos de una Unión Europea boyante, hasta ahora, la que ha elevado a muy dignas las infraestructuras que tenemos (con algunos excesos que no podremos mantener en el futuro); hasta hoy, se ha conseguido sostener un cierto nivel de servicios sociales, sanitarios, comunitarios y en materia de pensiones; se ha mantenido el turismo, como mejor fuente de ingresos; pero el apoyo europeo se ha terminado y la crisis mundial empeora por momentos, cuando nuestra balanza de pagos sigue siendo deficitaria y el exagerado endeudamiento público ha servido, casi en exclusiva, para llenar los bolsillos de unos pocos, generando menos riqueza real de la que cabía esperar.

Ahora nos encontramos con un enorme parque de viviendas muertas que son un poderoso lastre para el desarrollo, gracias a unas políticas públicas y económicas desastrosas; una política industrial que no levanta cabeza en el contexto internacional; una agricultura subvencionada, para beneficio de los más poderosos; y una cultura de la codicia que se ha fomentado desde la propia administración. Además de campeones mundiales de fútbol y de otros deportes, lo somos -también- de paro; de abandono escolar; de una estructura administrativa del Estado que hace aguas por todas partes, sobre todo en al ámbito local y autonómico; de un sistema fiscal que prima a las rentas altas, a los grandes patrimonios y a la picaresca; y contamos con un sistema de pensiones ancestral, que será muy difícil reconducir y modernizar con los actuales actores sociales y políticos, como mucho, preveo, que una vez más, lo van a parchear, para salir del paso. A pesar de las calculadas ambigüedades que contiene la Constitución. Hay principios básicos muy valiosos, pero que son papel mojado para muchos de los actuales políticos y con tanto reducir el papel del Estado, privatizándolo al máximo, se camina por la senda contraria: cuando lo conveniente, ahora, sería potenciarlo, frente a la crisis. Cada Plan que el actual Gobierno realiza (también a otros niveles de la administración periférica) es un nuevo zarpazo al Estado y ello impedirá, en el futuro el control público (ciudadano) de los sectores estratégicos como apunta la Constitución, dado el riesgo que se corre de la poca capacidad del Estado para «…remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social» (Art. 9). Mal panorama. Porque los dos grandes partidos estatales y algunos regionales que ejercen de bastón coyuntural (también, cuando se une a la fiesta, la 'otra' izquierda), brillan, pero sobre todo por sus gestos de políticas de corto alcance y de iniciativas para privatizarlo todo. Así pasa, que muchos jóvenes o se van de España (como lo hicieron nuestros padres y abuelos) o miran hacia otro lado: Peligro.

Como anécdota: El reciente libro de un ilustre político, como es Javier Solana: 'Reivindicación de la política' no deja de ser pura retórica o una broma de muy mal gusto. Qué política se va a reivindicar si se achica el papel del Estado. Seamos serios.

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