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La confusión intelectual de la izquierda española

COMENTARIO: Este es un ejemplo de los muchos artículos que han aparecido en la prensa española a raíz del documento del PSOE sobre Laicismo y Constitución. Un texto que los laicistas valoramos, aunque consideramos insuficiente y con algunas lagunas intelectuales sobfe los derechos individuales; pero que otros anatemizan y condenan con sus valoraciones morales y sin razonamientos.


Es un hecho incuestionable que la metodología marxista persigue cambiar los hechos históricos -sobre todo aquellos donde no salen bien retratados-, utilizando para ello una serie de medias verdades y un lenguaje huero, pero grandilocuente y teatrero, que intenta crear confusión de forma interesada. La izquierda en general, y la izquierda española en particular, hace tiempo que perdió el rumbo ideológico y se debate de forma patética entre ideas anquilosadas y proyectos rancios que muestran a las claras, tanto su pobreza conceptual como su confusión ética e intelectual.

Si alguien tiene la menor duda de cuanto digo, no tiene nada más que leer el manifiesto panfletario que la dirección nacional del PSOE ha hecho público recientemente. El documento en cuestión lo han titulado: "Constitución, Laicidad y Educación". Este manifiesto se supone que conmemora el XXVIII aniversario de la Constitución española, y como viene siendo habitual en el PSOE, mezcla sin rubor churras con merinas, ya que entrelazan la libertad de conciencia con la "Laicidad" y los fenómenos migratorios, obteniendo como resultado un bodrio carente de sentido y, sobre todo, de razón: para comenzar, no se puede conmemorar la Constitución alabando y ensalzando un principio constitucional inexistente, como lo es la laicidad. Es obvio que la izquierda persigue con ahínco lograr imponer un Estado laicista como única vía posible para salvaguardar los derechos ciudadanos y, de camino, "garantizar la conciencia de culturas, ideas y religiones"; y lo peor de todo esto es que, encima, se lo creen, como si en los Estados confesionales de nuestro entorno, como lo puedan ser Finlandia, Noruega, Dinamarca o Inglaterra, no se respetaran dichos derechos.

Y si todo lo narrado anteriormente no le es suficiente como para poner en duda el raciocinio de quienes han consumado tamaña patraña, baste con que les diga que, en dicho panfleto, se equipara la Constitución de 1978 con nada menos que la republicana de 1931; supongo que para resaltar que el Frente Popular de entonces representaba, como todo el mundo sabe, la libertad y la democracia, y que el totalitarismo revolucionario que impulsaron y ejecutaron, nunca mejor dicho, entre 1931 y 1936, y que dio inicio a la mayor persecución religiosa habida en España -que comenzó precisamente con la expulsión de los Jesuitas, la prohibición de que las órdenes religiosas siguieran impartiendo la enseñanza, y la supresión del presupuesto eclesiástico, y que continuó con el asedio y la quema de iglesias y conventos y la persecución, violación y asesinato de miles de religiosos y religiosas españoles-, constituía la cuna misma del liberalismo y del respeto por las creencias políticas y religiosas de sus conciudadanos.

La pobreza intelectual y la bajeza moral de esta izquierda que nos desgobierna es tal que su pretendido análisis ideológico se basa en razones que sólo el peor de los resentimientos puede explicar. Su obsesión sigue siendo, cómo no, la persecución de la Iglesia Católica, a quien acusa directamente de poner en peligro la libertad de conciencia y una supuesta "pluralidad de códigos éticos", por el mero hecho de que se oponga al aborto o al matrimonio entre personas del mismo sexo. Cuando es, precisamente, la religión católica la única religión que ha sabido, reconociendo sus errores, e incluso pidiendo perdón por ellos, evolucionar hacia una cultura no religiosa, sin perder el tren de la modernidad y sin renunciar a sus principios fundacionales.

En el fondo, les molesta, les incomoda que haya competencia a la hora de impartir unos valores que, en su caso, están inspirados en unos determinados prejuicios relativistas y multiculturales, o lo que ellos denominan "el mínimo común ético constitucional", como base a la implantación de su anhelado "republicanismo cívico", donde, entre otros objetivos, se halla la extinción de la familia como referente de estabilidad social frente a quienes creen firmemente que es, precisamente en el núcleo familiar, donde se garantiza la libertad de conciencia, y donde mejor se establece el puente entre el individuo y el Estado. Les molesta que les arrebaten el monopolio de la formación y haya "otros" que pretendan difundir entre la juventud unos determinados principios y valores transcendentales que les sirvan para mantenerse firmes en sus convicciones políticas y religiosas -seas éstas las que sean-, con una presencia activa, desvelada, honesta, valiente y comprometida que, sin duda, les hará sentirse, no sólo ciudadanos libres, sino mejores personas.

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