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La Conferencia Católica Venezolana ayer golpista hoy “demócrata”

Sobre la virulenta intervención del clero católico venezolano en medio de la más reciente crisis de Estado

El pasado fin de semana, mientras la decisión del TSJ y el presidente Maduro desataban la grave situación que dejó ver su inclinación hacia un extremo bonapartismo así como las grietas del propio chavismo, la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) y la cúpula de impresentables que la dirige, nos ofrecieron una muestra más de su talante político y su capacidad de maniobra, la misma que –con menor suerte aquella vez– les había llevado a bendecir el “Carmonazo”, como también se le conoce al golpe del 2002, hace casi 15 años.

Pro-golpistas de ayer, fehacientes “demócratas” hoy

En una misiva del 31 de marzo, firmada por Jorge Urosa Savino, Cardenal Arzobispo de Caracas, se solicita a “todos los Sacerdotes… que viven y trabajan en la Arquidiócesis de Caracas; a los Diáconos permanentes; a las Religiosas Vicarias”, la lectura del Comunicado de la Presidencia de la Conferencia Episcopal de Venezuela Ante las Decisiones del Tribunal Supremo de Justicia, en todas las misas del fin de semana del 1 y 2 de abril (último del período eclesiástico de la cuaresma).

Dicho comunicado plantea a la “feligresía católica” que “No se puede permanecer pasivos, acobardados ni desesperanzados. Tenemos que defender nuestros derechos…Es hora de preguntarse muy seria y responsablemente si no son válidas y oportunas, por ejemplo, la desobediencia civil, las manifestaciones pacíficas, los justos reclamos a los poderes públicos nacionales y/o internacionales y las protestas cívicas”. Cualquiera que dude de la vocación “democrática” de esta institución sabrá detectar qué derechos defienden detrás de estas palabras, por qué en estas circunstancias y en favor de qué actores políticos concretos.

Recordemos que en propias palabras de quien fuera en el 2002 el Presidente de la CEV, Baltazar Porras, “un problema de orden ideológico” los coloca contra un gobierno electo mediante elecciones, y a un lado de (o entre) los golpistas tal como actuaran durante el golpe de abril del 2002 a Chávez, mostrando qué poco les importa realmente las “ejecutorias que desconocen e inhabilitan el órgano público que representa la soberanía popular (la AN), en función del ejercicio omnímodo y unilateral del poder, sin tomar en cuenta a la gente”, como cínicamente afirman en el reciente comunicado.

La ofensiva de la CEV, el tono ambiguo de Bergoglio y la sumisión de Maduro

El Comunicado de la CEV, su lectura en las misas de cuaresma, y la carta de Urosa a la Arquidiócesis de Caracas, se combinó con apariciones en los medios y declaraciones públicas de los distintos actores del alto clero venezolano. Urosa Savino declaró “me sigue preocupando que el país se encuentre en estado de excepción con respecto a asuntos de materia económica”, a los que estos quisieran todavía más desinhibido de un supuesto “control estatal”, como si las ganancias morbosas que en medio de la crisis el gobierno asegura al empresariado y las trasnacionales no fuesen ya suficientemente hambreadoras para los trabajadores y el pueblo pobre. Pero la demagogia es peor, pues poco les importa la existencia del estado de excepción, pues siempre lo avalaron durante todo los momentos que se aplicó durante el período del puntofijismo sin hacer la mínima protesta.

Porras exigió “vigencia plena del Parlamento” advirtiendo “de continuar, esto puede ser una invitación al caos y al desorden y provocar un baño de sangre”. Por su parte Diego Padrón sentenció “No habrá soluciones mientras la sociedad civil no… obligue a los partidos a tomar posturas contundentes”, en clara alusión a la línea de “desobediencia civil” que activamente proponen. Pero es de aclarar que cuando hablan de “desobediencia civil” no se están refiriendo a alguna rebelión obrera y popular por los sufrimientos del pueblo contra empresarios, capitalistas y las políticas de ajuste del gobierno, sino de una “desobediencia” en función de los intereses de los partidos de oposición de derecha.

Esta ofensiva política del alto clero católico encontró el rechazo de un sector de la Iglesia afecto al gobierno. Los autodenominados “Movimiento Católico Venezolano” rechazaron el llamado a la “desobediencia civil” de la CEV, secundando el pronunciamiento que hiciera Maduro cuando resaltara “el llamado al diálogo y a la paz del Papa Francisco”, aunque realmente el tibio pronunciamiento de Bergoglio fue más bien ambiguo: “Sigo con viva atención lo que está sucediendo en Venezuela y en Paraguay. Rezo por aquellos pueblos… e invito a todos a perseverar, sin descanso, evitando toda violencia, en la búsqueda de soluciones políticas”.

El gobierno de Maduro, que en los últimos meses ha confiado al Vaticano, en la figura del Papa, la participación como mediador en los diálogos con la oposición, no ha podido – como tampoco pudo Chávez- consensuar con este sector de la Iglesia que jamás regatearle sus privilegios al Estado.

Ante la designación de Porras como Cardenal en el Vaticano, decíamos en octubre del pasado año que “no es difícil entender a qué sectores políticos y económicos favorece”, y que tras la “crisis de autoridad” sufrida también por la propia Iglesia Católica en los 90’s o después del golpe de abril de 2002, se preparaban para “asegurarse lo más cercano posible a una participación privilegiada en el futuro régimen post-chavista, similar a la que gozaban en el período puntofijista”, con vista a este objetivo enfilaron todas sus energías en la coyuntura actual.

Por la completa separación de la Iglesia y el Estado

Aún en los momentos de mayor tensión con estos mismos representantes del Alto Clero, los gobiernos presididos por el fallecido ex mandatario Hugo Chávez sostuvieron lo fundamental de la injerencia eclesiástica en la vida pública y política nacional, en la Educación a través de AVEC, dentro de los códigos familiares permanecen elementos en la legislación, como la prohibición y penalización del aborto, así como también en lo moral, filosófico e ideológico, convirtiéndose así el Gobierno en un sostén y salvavidas para una Iglesia en crisis.

Es inaceptable que los altos representantes de una institución medioeval, colonialista, homofóbica y machista, que nunca escatimó energías contra sucesivos intentos de reformas democráticas en la historia nacional, que apoyó atrocidades de las distintas dictaduras del siglo pasado, que tras su “aggiornamiento” de 1962-66 (Concilio Vaticano II) respaldó la represión puntofijista, y que bendijo el golpe de estado de 2002, vuelva ahora a la carga con su rostro y sus manos lavadas a impartir lecciones de “democracia”.

La “redención” de los trabajadores y el pueblo pobre no vendrá nunca de la mano de una institución cuyo leitmotiv “ es el de bendecir la propiedad y las ganancias capitalistas, al contrario, es necesaria la separación absoluta de la Iglesia y el Estado, en todos los órdenes, tanto para hacer realidad la incumplida promesa burguesa de un Estado Laico, como para comenzar a enjuiciar su implicancia y responsabilidad de la propia Iglesia en los desmanes del pasado y del presente contra los pueblos indígenas, comunidad sexodiversa, mujeres, jóvenes, trabajadores y hogares pobres en general.

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