Dicho informe, presentado por el obispo de Oxford, Richard Harries, no pretende «modificar la posición de la Casa de los Obispos sobre la homosexualidad, la bisexualidad o el transexualismo», sino abrir la puerta al análisis desde distintos puntos de vista, como la tradición, la teología moral y las actuales actitudes culturales y sociales.
Ya en 1991, los obispos anglicanos habían comenzado a discutir sobre estas situaciones, sin llegar a acuerdo alguno. El debate en torno a esta cuestión se realiza en un momento especialmente sensible para la Comunión Anglicana, azotada por un germen de cisma a causa de la consagración episcopal de un sacerdote homosexual en la diócesis episcopaliana de New Hampshire (Estados Unidos).
Dicho nombramiento supuso la segregación de varias diócesis norteamericanas, que fundaron la «Red de Diócesis y Parroquias de la Comunión Anglicana», proyecto que ya ha sido respaldado por 13 de las 38 provincias en que se divide esta confesión cristiana, que cuenta con más de 70 millones de fieles repartidos por todo el mundo.