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La ciencia en la lucha por la emancipación ( 2ª parte)

Forma parte de un monográfico de la revista Anthropos sobre Gonzalo Puente Ojea

La ciencia en la lucha por la emancipación (II parte)

JUAN ANTONIO AGUILERA MOCHÓN

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Puedes acceder al texto completo en el PDF adjunto o a la primera parte pulsando aquí

La ciencia en la lucha por la emancipación (1ª parte)

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Gonzalo Puente Ojea y la fundamentación del laicismo

No hace falta extenderse en que la penetrante comprensión del fenómeno religioso por parte de Puente Ojea ha sido clave para su papel de adalid en nuestro país en la defensa de los ciudadanos ante la arrogancia de la institución que, basándose en aquellas creencias contrarias a la ciencia, durante tanto tiempo viene acosando a las conciencias y a las libertades. Puente Ojea ha sido así el gran adelantado del movimiento laicista en la España postfranquista.

Este aspecto de su actividad también interesa desde la perspectiva científica, como veremos adelante. Y precisamente como alguien acostumbrado al lenguaje científico, quiero destacar que Puente Ojea ha desarrollado la fundamentación filosófica del laicismo de una manera admirable; a muchos científicos el lenguaje filosófico nos parece muy a menudo impreciso, ambiguo, poco sistemático y sustentado sobre poca base (a cambio, los científicos con frecuencia tenemos un discurso superficial y adolecemos de escaso bagaje histórico y filosófico, incluso de historia y filosofía de la ciencia: nos falta incluso lenguaje para desenvolvernos en importantes terrenos), pero cuando uno lee lo que Puente Ojea escribe sobre el laicismo, se queda encantado de la precisión, el rigor en el análisis, el fino diagnóstico, lo impecable de su lógica y sus conclusiones. Generalmente irrebatible, si no es desde la sinrazón o la negación de principios democráticos básicos.

Siendo su teorización del laicismo de un valor extraordinario, duele especialmente que sea poco reconocida… incluso por algunos insignes laicistas. Por ejemplo, me sorprende que el autor francés (pero muy conectado con España y en particular con asociaciones laicistas españolas) Henri Peña no considere el pensamiento de Gonzalo en su importante y enriquecedor libro La emancipación laica. Filosofía de la laicidad[1] y que ningún texto de nuestro autor se recoja en la Antología laica. 66 textos comentados para comprender el laicismo, escrito por el propio Henry Peña en colaboración con César Tejedor de la Iglesia[2]. Tampoco Fernando Savater en su estupendo La vida eterna[3] recoge las aportaciones de Puente Ojea.

Aunque el espíritu laicista impregna buena parte de la obra de Gonzalo Puente Ojea, y hay diversos artículos cortos y entrevistas –la mayoría recogidos en sus libros, véase por ejemplo Opus minus[4]– en los que habla de las bases del laicismo o de su aplicación en diversas circunstancias, recomiendo a quien quiera profundizar en los fundamentos del laicismo estos textos:

«Fundamentalismo, laicismo y tolerancia», un ensayo incluido en Ateísmo y religiosidad, pp. 268-356.

«El laicismo, principio indisociable de la democracia», un texto escrito en 2002 y recogido en La andadura del saber, pp. 373-404.

«La llamada “transición a la democracia” en España. Del confesionalismo al criptoconfesionalismo». En Elogio del ateísmo, pp. 330-392.

«El mito político. De la religión de Estado a la religión protegida: antiguo régimen, constitucionalismo, segunda república, monarquía parlamentaria en España», capítulo de Vivir en la realidad, pp. 351-418.

En estos textos, Gonzalo Puente Ojea ha desarrollado el pensamiento laicista como, en mi opinión, nunca antes se había hecho. Además de exponer y argumentar los fundamentos del laicismo, ha rastreado las ideas laicistas rememorando autores y obras clásicos, y también rescatando aportaciones fundamentales poco conocidas, como la del filósofo suizo del siglo XIX Alexandre Vinet, de quien hablaré más adelante. Y asimismo ha analizado los duros avatares, con esperanzadores avances y penosos retrocesos, que ha experimentado el laicismo en nuestro país; este análisis se ha centrado de manera más detallada en los dos últimos siglos de nuestra historia, claves para entender la lamentable situación actual en España. La Iglesia católica siempre se ha constituido «en polo ideológico de la reacción contra el legítimo deseo de la sociedad española de emanciparse de los enemigos de sus libertades políticas, sociales, económicas y culturales.»[5]. Dice bien Gonzalo Puente que, en el contexto de la dialéctica política, la cuestión religiosa no era «una mera cuestión de creencias, sino en primer lugar una cuestión de poder.»[6] De particular relevancia me parece la denuncia de «el gran fraude moral y político de la “transición”»[7]. Al recordar los ominosos Acuerdos con la Santa Sede de 1976 y 1979 y la Ley Orgánica de Libertad religiosa de 1980, a Gonzalo no le queda otro remedio que concluir que «El laicismo fue quizá la primera y más ominosa víctima del régimen autotitulado monarquía parlamentaria.»[8].

En el recorrido histórico realizado por Puente Ojea queda claro que no hay que confundir un Estado laico con un Estado pluriconfesional. Esta confusión a menudo es muy interesada, pues busca mantener y, de hecho, extender, situaciones de privilegio: el Estado pluriconfesional es un Estado plurirreligioso.

Esta confusión suele ir de la mano de otra, la de equiparar la libertad religiosa con la libertad de conciencia. La Iglesia, cuando habla de libertad de conciencia, es para «limitar su validez a la condición perentoria de que se tratase de una conciencia buena, recta y verdadera». Para ella «la recta conciencia tiene que reconocer necesariamente la verdad católica[9]. Ante las pretensiones de “verdad” absoluta de las religiones, contestadas por Gonzalo, como hemos visto, desde la ciencia, al tratar del laicismo nuestro autor se coloca en otro plano, en el del respeto a las conciencias individuales, y proclama que «la moral laica, nacida de la Ilustración, afirma … [que] la consciencia es verdadera cuando es libre, y no es libre porque sea verdadera», y que «la consciencia es digna porque es autónoma.»[10]. Al querer imponer su doctrina, la Iglesia pretende destruir «el principio laicista de la autonomía moral de la conciencia como fundamento de la auténtica tolerancia humanista de la modernidad»[11]. Así, concluye Gonzalo, con la Iglesia la libertad de conciencia «se transmutaba en la congelación de una conciencia secuestrada y alienada».

Como dice Puente Ojea, la libertad de conciencia debe amparar «de hecho y de derecho, en pie de igualdad, a los agnósticos o ateos frente a los creyentes»[12]. Las iglesias han sido y son las grandes apisonadoras de la libertad de conciencia, y siempre han intentado obtener de los Estados derechos que en rigor corresponden a los individuos. Apoyado en los textos del antes mencionado Alexandre Vinet, Puente Ojea enuncia un teorema laicista clave en la defensa de los derechos de las personas: «Como quiera que es incuestionable que solamente el ser humano en cuanto persona real, con individualidad psicofísica, posee el atributo óntico de la consciencia y la autoconsciencia, sólo él puede ser religioso, profesar una fe, o no.»[13]. Frente a las pretensiones de la tradición católica, «la sociedad como tal no puede tener religión»[14]. Esta idea es fundamental para entender hasta dónde debe llegar el laicismo en el plano político: «Si sólo los individuos pueden ser realmente sujetos de derechos, y sólo en su consciencia se generan vivencias y sentimientos religiosos; si las asociaciones o instituciones, por carecer de consciencia, no pueden tener religión como tales, resulta de toda evidencia que el Estado no puede ser requerido por ninguna asociación o institución para que asuma los sentimientos religiosos, o las creencias religiosas, de los socios o miembros como si fueran sentimientos o creencias de los entes asociativos o institucionales. El propio Estado, como máxima institución política, carece también de la capacidad ontológica para tener o asumir religión alguna.»[15]. Y añade inmediatamente Puente Ojea: «Todavía resulta más inconcebible –además de moral y jurídicamente repudiable– que el Estado crea tener atribuciones para otorgar a asociación o institución alguna un trato o una protección privilegiados ante la presión o el poder fáctico de sus socios. No solamente esas concesiones serían aberrantes en términos ontológicos, sino que destruirían los fundamentos jurídico-políticos de la igualdad de los ciudadanos.» Señala Puente Ojea que «el principio filosófico-jurídico axial del laicismo es el postulado de separación estricta entre el “ámbito de lo privado” y el “ámbito público”, y su regla básica, la rigurosa no interferencia de la acción de un ámbito en la acción del otro, y la de éste en la de aquél.»[16].

Gonzalo, tras reflexionar sobre nuestra historia, propone una receta que ojalá entendieran nuestros representantes políticos, en particular los que han encontrado lo que Gonzalo, en Vivir en la realidad (p.416), denomina jocosamente «la piedra filosofal de la Diplomacia a escala universal»[17]: la “Alianza de Civilizaciones”, en realidad, una «Alianza de Religiones sin prejuicios». Frente a este falaz «truco de ilusionismo ideológico», «el sistema laicista de ideas, y su modelo de convivencia ciudadana en lo público y en lo privado, …[es el] único que garantiza en la forma y en el fondo la paz social…»[18].

Gonzalo Puente, en sus fluidas transiciones desde lo histórico y filosófico a lo político, enumera (en los capítulos de La andadura del saber y de Elogio del ateísmo que estamos tratando) las condiciones para que el Estado español pueda ser considerado como laico. Me permito integrarlas y condensarlas a efectos de brevedad:

– Derogación de los Acuerdos con la Santa Sede y abrogación de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa, y de toda la normativa derivada. Todas esas normas jurídicas y disposiciones legales «configuran a la Iglesia como una institución de Derecho Público fuertemente privilegiada por el Estado.»Estas medidas son fundamentales para que sean posibles las demás condiciones.

– Eliminación de las (extraordinarias, disparatadas) prebendas económicas de las religiones.

– Eliminación de todo símbolo religioso de los órganos e instituciones de naturaleza estatal o pública.

– Exigencia de que las autoridades y cargos públicos se abstengan de participar, en su condición de tales, en ceremonias, manifestaciones… de carácter religioso (o antirreligioso, claro).

– Eliminación de las ventajas de las creencias religiosas en los medios de comunicación públicos.

– Eliminación de las concesiones educativas a las religiones: supresión del adoctrinamiento religioso en la escuela.

Este último punto es de particular importancia porque afecta de lleno a la libertad de conciencia de los individuos más indefensos: los niños. En el análisis histórico de Gonzalo, nos dice que hace mucho que «la Iglesia había adquirido diáfana consciencia de que la enseñanza y su aparato institucional –estatal, público, o privado– era el dominio en que se jugaba la reproducción ideológica de su sistema y su doctrina, y de que poseer sólidamente este dominio significaba tener la “clave” de su perpetuación o de su ruina.»[19]. La llamada “transición democrática” fue una oportunidad para poner fin a los más abominables ataques a la libertad de conciencia de los niños, pero –nos dice Gonzalo– la izquierda traicionó sus principios, y «de esta defección, quizá lo más grave es haber participado activamente en la reinstauración de la Iglesia como poder público, copartícipe de la soberanía nacional, en el sector esencial de la enseñanza y la escuela.»[20]. Para Gonzalo, el Estado debe crear las condiciones «para formar conciencias ciudadanas vigorosas y libres que puedan disponer de los instrumentos intelectuales adecuados al ejercicio de las libertades de pensamiento, expresión y decisión. […] El logro más fecundo y encomiable del Estado laico es la implantación y desarrollo de la enseñanza pública, universal y gratuita, fundamentada en una pedagogía de la libertad.»[21].

Aquí debemos retornar a los conflictos de las religiones con las ciencias (y, de nuevo, al papel de la educación científica como herramienta emancipadora).

¿Creacionismo en España?

Antes hablamos de la entrada del creacionismo y el diseño inteligente en las aulas. Se suele escuchar que el problema con la enseñanza de la evolución es una particularidad de los Estados Unidos, pero lamentablemente no es así. El diseño inteligente hace esfuerzos por desembarcar en otros países, incluyendo los europeos, también España. Pero si aquí no hay más presiones para introducir el creacionismo o el diseño inteligente en la escuela es porque ya está muy introducido, si bien normalmente no en las clases de ciencias, sino en las de religión. La gran mayoría de los niños españoles reciben una profunda instrucción creacionista en su paso por la escuela.

En España, los niños que cursan religión deben compaginar el aprendizaje científico con el adoctrinamiento religioso anticientífico. (Y la gran mayoría de científicos españoles lo aceptan sin rechistar). Fruto de esa aberración son tantos adultos expertos en el “doble pensar” orwelliano, capaces de afirmar sin pestañear una cosa y su contraria lógica, y de decir a continuación que a ellos la educación religiosa no les ha hecho “ningún daño”. Ante las pretensiones de las autoridades religiosas católicas de que la asignatura de Religión tiene un carácter científico, hace años escribí un artículo (La nueva ciencia[22]) en el que aclaraba cómo quedaría una ciencia armonizada con la Religión católica. Las preguntas de un examen, y sus respuestas, serían de este cariz:

P: ¿Cómo se repartirían equitativamente 5 litros de leche y 2 Kg de chocolate entre 5.000 personas?

R: Depende. En condiciones ideales podría haber 5 litros de leche y 2 Kg de chocolate para cada persona, pues no hay nada esencialmente distinto entre el reparto de leche y chocolate y el de panes y peces. A pesar de lo dicho, el principio de conservación de la materia y la energía es válido casi siempre…

P: Explica qué pasa cuando un cuerpo sólido de densidad mayor que el agua se coloca sobre ésta (en estado líquido).

R: Depende. Generalmente, el cuerpo se hunde…, pero en ocasiones flota sin penetrar en el agua lo más mínimo, pues, como sabemos, las leyes físicas hay momentos en que dejan de funcionar.

Otras preguntas y respuestas se referían a la conversión del agua en vino, a la desviación por la Virgen de una bala dirigida a un Papa, al embarazo y parto de la propia “Virgen” sin mantener relaciones sexuales y sin mediación biotecnológica alguna, a la resurrección de los muertos…

Como vemos con estos simples ejemplos, el conflicto entre la enseñanza de la religión y la educación científica va más allá de la cuestión del creacionismo y el diseño inteligente. Es un conflicto radical y, en mi opinión, irresoluble: sin posibilidad de armonía. Y no sólo por la incompatibilidad en los contenidos, sino también en los métodos. Mientras que la llamada educación religiosa (léase adoctrinamiento) es esencialmente dogmática, la educación científica es (o debe ser) eminentemente crítica. Recordemos que, a diferencia de la religión, en la ciencia no tiene (o no debe tener) cabida el argumento de autoridad. La ciencia se basa en la duda y en el cuestionamiento permanente (capacidad de autocorrección), en el espíritu inquisitivo que busca de manera sistemática entender la realidad mediante el uso de la razón, de la contrastación…, con un lenguaje preciso (lo más libre posible de ambigüedades) y con consistencia lógica. En el desarrollo de la ciencia se sobreentienden asimismo una serie de valores de funcionamiento interno morales y actitudinales, entre los que destacaría el pensamiento crítico, la libertad de pensamiento y de expresión, la veracidad y la no violencia.

De todo lo dicho creo que se colige de manera obvia que la ciencia es laica. Y no sólo eso: la ciencia, como vimos antes, desenmascara muchas creencias dogmáticas sobre las que se sustentan sistemas coercitivos poco amigables con la libertad de conciencia. E incluso yo defiendo que en algunos aspectos su funcionamiento interno ofrece buenos modelos, dignos de imitar con las adaptaciones adecuadas, sobre relaciones sociales. Desconozco si Gonzalo Puente Ojea coincide conmigo en este último aspecto, pero no cabe duda del papel que otorga a la ciencia en la tarea emancipatoria humana, la tarea laicista.

Como he intentado hacer ver, Puente Ojea ha planteado el laicismo con una exposición de datos y unas argumentaciones excepcionales. Cabe destacar que, hasta donde yo se, no se ha publicado una tentativa seria de rebatir estas argumentaciones. Me temo que los interesados en mantener un estatus privilegiado basado en sus creencias, ante la imposibilidad de contradecir los principios laicistas sin caer en la vergüenza o el ridículo, optan por falsear el laicismo haciéndolo una mala caricatura de lo que es y bautizándolo como “laicismo radical”, “fundamentalismo laicista”… mientras que el buen laicismo sería lo que denominan “laicismo (o laicidad) abierto”, “inclusivo”, “moderno”… que, como bien denuncia Gonzalo, no son sino formas renovadas de confesionalismo. «El laicismo no es duro o flexible, estricto o benevolente, tolerante o intolerante. El laicismo no es la laicidad abierta o inclusiva, no es el pluralismo religioso, no es el laicismo moderno, no es el protector de la religión como hecho social o público. El laicismo ni tiene ni puede abrirse a esos adjetivos, pues en esta debilidad se alojaría el virus de su ineluctable ruina. El laicismo es el laicismo, a secas. No persigue a la religión, la sitúa en el ámbito de la privacidad, en el fuero interno de las conciencias. Y es sólo así como la protege.»[23] Y añade unas páginas más adelante: «Su sistema de ideas es tan consistente y diáfano en su plataforma de filosofía social, que no admite un más o un menos, pues cualquier excepción a sus principios de igualdad ciudadana y de separación absoluta de la religión y el Estado lo arruinaría inmediata y totalmente.»[24]

Gonzalo Puente Ojea, pionero del activismo laicista

Los escritos de Puente Ojea, ya sean sus libros o sus artículos en prensa, y sus intervenciones radiofónicas –sobre todo en el programa Protagonistas, dirigido por Luis del Olmo han nutrido de ideas a quienes han retomado el espíritu laicista de la II República con nuevo vigor. En este imprescindible renacer del laicismo en España era más necesaria una reflexión profunda sobre la libertad de conciencia como aspecto esencial de una democracia. Como nos dice el autor, «la “libertad de conciencia” (ontológicamente, psicológicamente, cognitivamente y moralmente) es la raíz y fundamento natural de todos los derechos humanos»[25]. El principio de libertad de conciencia es «el único principio que puede garantizar una democracia de libertad y de igualdad de todos los ciudadanos sin discriminaciones.»[26]. La fundamentación teórica del laicismo estaba por hacer, y ha sido Gonzalo Puente quien esencialmente la ha llevado a cabo en nuestro país, promoviendo desarrollos ulteriores por otros autores.

Gonzalo Puente Ojea no sólo ha teorizado sobre el laicismo, sino que ha contribuido a su expansión colaborando con las primeras asociaciones que han empezado a ejercer un activismo laicista en España. Gonzalo fue presidente honorario de Europa Laica durante unos años. Lamentablemente, la relación con esta asociación se deterioró por razones que no es el momento de comentar, pero Puente Ojea ha seguido participando generosamente en actividades laicistas de diversas asociaciones, incluidas algunas integradas en Europa Laica.

No quiero terminar esta breve celebración de la figura de Puente Ojea sin unas rápidas observaciones y consideraciones de tipo personal. En primer lugar, me parece destacable que la productividad intelectual de Gonzalo (o al menos la producción literaria) aumentara muy notablemente con su jubilación. Sin duda, ésta le permitió disponer de tiempo para leer incansablemente, para reflexionar y para escribir. Viéndolo así, después de todo quizás fuera una suerte que acabara prematuramente su brillante carrera diplomática, fin prematuro fruto, como sabemos, de la vergonzosa capitulación del Partido Socialista ante las presiones eclesiásticas, una muestra de la prostitución ideológica que ya se había hecho patente con la postura del PSOE en el referéndum sobre la entrada en la OTAN. Perdimos un gran embajador en activo y un gran subsecretario de Asuntos Exteriores… a cambio de un extraordinario pensador a tiempo completo.

¿Pero quiénes lo ganamos? De momento, poca gente. Este país se está permitiendo un lujo que es un despilfarro muy lamentable: el de no atender a los análisis de personas de la talla intelectual y moral de Gonzalo Puente Ojea, que son muy escasas… y también, en un Estado de confesionalidad católica encubierta y francamente monárquico, muy incómodas. No me refiero ya sólo a sus estudios de la cuestión religiosa, claro; apenas se conocen sus brillantes y clarificadores análisis políticos (léanse por ejemplo los aquí ya citados en relación con el laicismo: la sección «El mito político» de Vivir en la realidad, o el análisis de latransición española que hizo en el capítulo de Elogio del ateísmo «La llamada “transición a la democracia” en España. Del confesionalismo al criptoconfesionalismo»). Es asombroso y descorazonador el silenciamiento de Puente Ojea en el ámbito cultural, político y mediático (¡este volumen de Anthropos es una honrosísima excepción!). Y cuando no hay silenciamiento menudean los intentos de descalificación personal, que a quien realmente descalifican es a quien los hace.

Uno se pregunta si algún día los vientos de la racionalidad y la justicia acabarán por barrer la mayor parte de la estupidez y el abuso. Es una tarea ardua, un camino lleno de innumerables y poderosos obstáculos, trampas y retrocesos, a veces en nosotros mismos, en quienes se supone que estamos por la tarea. Pero el esfuerzo y la luz de personalidades como Gonzalo Puente Ojea nos hacen ser optimistas y nos empujan a actuar.

Para mí, el descubrimiento de Puente Ojea, inicialmente a través de la radio y luego (y sobre todo) de sus libros, fue crucial. Así como la respuesta inmediata y generosa que tuvo a mis requerimientos postales. Siempre me he sentido animado y fortalecido por Gonzalo. Es muy probable que en mi caso, y creo que en el de muchos otros, haya sido decisivo el conocimiento de su obra y de su persona para que ahora esté involucrado activamente en la defensa del laicismo. Dicho en lenguaje bioquímico, Gonzalo Puente Ojea es un magnífico catalizador. Desde aquí quiero transmitirle todo mi afecto y mi más profundo agradecimiento.

 


[1]              Peña, H., La emancipación laica. Filosofía de la laicidad,Madrid, Laberinto, 2001.

[2]              Peña, H., Tejedor de la Iglesia, C.,Antología laica. 66 textos comentados para comprender el laicismo, Salamanca, Ediciones Universidad Salamanca, 2009.

[3]              Savater, F., La vida eterna, Barcelona, Ariel, 2007.

[4]              Puente Ojea, G., Opus minus, Madrid, Siglo XXI de España editores, 2002.

[5]              Puente Ojea, G., Vivir en la realidad, p. 351.

[6]              Ibíd., p. 369.

[7]              Puente Ojea, G., La andadura del saber,p. 377.

[8]              Ibíd.,p. 382.

[9]              Puente Ojea, G., Ateísmo y religiosidad, p. 311.

[10]             Puente Ojea, G., La andadura del saber,p. 395.

[11]             Puente Ojea, G., Ateísmo y religiosidad, p. 315.

[12]             Puente Ojea, G., La andadura del saber,p. 376.

[13]             Ibíd.,p. 384.

[14]             Ibíd.,p. 384.

[15]             Ibíd.,p. 387.

[16]             Puente Ojea, G., Vivir en la realidad, p. 394.

[17]             Ibíd., p. 416.

[18]             Puente Ojea, G., La andadura del saber,p. 396.

[19]             Puente Ojea, G., Vivir en la realidad, p. 364.

[20]             Puente Ojea, G., La andadura del saber,p. 378.

[21]             Puente Ojea, G., Elogio del ateísmo, Madrid, Siglo XXI de España editores, 1995, p.326.

[22]             Aguilera Mochón, J. A., «La nueva ciencia». Ideal, 15-7-2003.

[23]             Puente Ojea, G., La andadura del saber,p. 379.

[24]             Ibíd., p. 398.

[25]             Puente Ojea, G., Vivir en la realidad, p. 394.

[26]             Ibíd., pp. 407-408.


SUMARIO DE LA REVISTA ANTHROPOS 231

Anthropos. Huellas del conocimiento

Vol. 231 (abril-junio 2011). Gonzalo Puente Ojea. Una crítica radical del hecho religioso en su perpectiva histórica y antropológica.

Coordinador: Miguel Ángel López Muñoz

Editorial

            Gonzalo Puente Ojea. La trama de una profunda investigación histórica y su novedosa aportación

Proceso de investigación y análisis

            GONZALO PUENTE OJEA

            AUTOPERCEPCIÓN INTELECTUAL DE UN PROCESO HISTÓRICO

                        Gonzalo Puente Ojea: una semblanza intelectual, por Antonio Piñero Sáenz

                        Una semblanza de Gonzalo Puente Ojea como pensador crítico, por Ramón Villanueva Etcheverría

                        ¿Jesús o Pablo?, por Gonzalo Puente Ojea

                        Cronología biográfica de Gonzalo Puente Ojea, por Miguel Ángel López Muñoz

                        Bibliografía de y sobre Gonzalo Puente Ojea, por Miguel Ángel López Muñoz

           

            ARGUMENTO

                        El Jesús de la historia en la obra de Gonzalo Puente Ojea, por Antonio Piñero Sáenz

                        La ciencia en la lucha por la emancipación, por Juan Antonio Aguilera Mochón

                        De la sumisión al poder: la evolución ideológica del cristianismo después del Nuevo Testamento según Gonzalo Puente Ojea, por Raúl González Salinero.

                        La ruta extraviada. El origen de la religión en el pensamiento de Gonzalo Puente Ojea, por Jaime Alvar Ezquerra

                        El colapso del mito cristiano, por Fernando Bermejo Rubio

                        Dios no existe y él lo sabe, por Gonzalo Puente Ojea

 

            ANÁLISIS TEMÁTICO

                        La Constitución monárquica de 1978 sólo merece su abrogación y su olvido. Entrevista, por Miguel Ángel López Muñoz

                        Apunte demográfico sobre el cristianismo antiguo, por Josep Montserrat Torrents

                        Dictadura, Opus Dei y nacional-catolicismo. En torno al pensamiento primero de Gonzalo Puente Ojea, por Miguel Ángel López Muñoz

                        De nuevo sobre El fenómeno estoico en la sociedad antigua, por Carlos García Gual

                        La religión como timo, por Gabriel Albiac

Laberintos: transcurso por las señas del sentido

Documentación Cultural e Información Bibliográfica

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