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La cara y la cruz del PSE con la Iglesia

El Gobierno Vasco irrita a los obispos con el debate sobre la salida de la Religión del horario escolar, pero favorece una ley de libertad de culto

Cuando Patxi López cambió la Biblia por el Estatuto en su juramento como lehendakari de todos los vascos en Gernika, dejaba claro ya que el suyo iba a ser un mandato laico y que lo único que pensaba sacralizar era el concepto de ciudadanía. Si Ardanza había compartido algunas de sus decisiones con los obispos vascos e Ibarretxe tenía en su círculo de asesores a monseñor Setién, en el caso de López son algunos teólogos progresistas quienes le aportan doctrina en ese campo de actuación. Y aunque ha marcado distancias con la Iglesia católica y otras confesiones, sin embargo no ha sido beligerante en ese espacio, en el que ha tratado de marcar su propio terreno y autonomía. Por eso, la iniciativa de la consejera de Educación, Isabel Celaá, de abrir el debate sobre la presencia de la Religión en la escuela enseguida ha sido relacionada con un supuesto viraje del PSE hacia posiciones más a la izquierda de cara a la confrontación electoral que se avecina.
En efecto, en su reciente comité nacional los socialistas vascos coincidieron en que en este último tramo de legislatura hay que marcar más perfil político frente a la pura gestión de gobierno. Ante una dramática situación económica que solo genera malas noticias, afianzar la identidad ideológica parece lo más conveniente a los estrategas del partido. ¿La cuestión religiosa forma parte de esa nueva estrategia? Fuentes del PSE aseguran que no figura en el guión, que sí incluye posiciones muy cristalinas en materia económico-fiscal, en el modelo de Estado y de país y en pacificación, ejes sobre los que se pretende dar la batalla en las urnas.
Pero el PSE tiene que identificar muy bien cuáles son sus caladeros, cada vez más de anzuelo, frente a una izquierda abertzale -con una base electoral muy masculinizada y joven- que pretende robarle votos en Bizkaia por la izquierda, y un PNV y un PP rebosantes de ambición, que les restarán apoyos por el centro y la derecha. En el PSE un sector muy importante sostiene que la izquierda no está en el ámbito cristiano, mientras que otros defienden que sí, y que falta una estrategia de hegemonía en el mundo cultural y en el tejido social, donde se juegan muchos votos. En la hora del examen electoral se afianza la convicción de que hay que ser fieles a la identidad ideológica.
Quienes conocen a Isabel Celaá, católica practicante, y a su número dos, Pedro Luis Arias, cristiano muy comprometido, sugieren que la propuesta para sacar la religión -no solo la católica- del horario escolar y revisar los acuerdos Iglesia-Estado en esa materia, no responde a una estrategia electoral, sino a una iniciativa política ante la ofensiva y las presiones de un número importante de padres, por un lado, y de los obispos, con Munilla a la cabeza, por el otro. El obispo de San Sebastián, responsable en asuntos de Educación en el episcopado vasco, ha marcado muy de cerca la gestión de Celaá en este terreno.
«No dar lecciones»
El prelado ha acusado al Gobierno de forma velada de no hacer todo lo que está en su mano para garantizar la presencia de la Religión en las aulas e, incluso, ha puesto en cuestión la formación integral que se está impartiendo en los colegios de Euskadi. La consejera también chocó con Kristau Eskola, la potente asociación de centros religiosos, que acusó al Ejecutivo de poner en riesgo la enseñanza concertada.
Celaá no ha dejado pasar ni una y siempre ha salido al paso de las acusaciones. «Defiende su esfera y no acepta lecciones de ningún obispo», explican en su círculo más cercano. No es nada sectario, sino más bien una convicción. En una sociedad cada vez más secularizada, hay que adecuar la oferta a la demanda. Los obispos quieren que la Administración sea beligerante en esta cuestión, pero la fe es un asunto privado y no se puede imponer», zanjan.
Este pulso Iglesia-Gobierno no es algo inédito en Euskadi. Tanto Setién, en su tiempo, y después Blázquez o Uriarte han defendido este tema ante el consejero de turno. Los obispos presentaron, incluso, un recurso formal contra el departamento que dirigía Tontxu Campos (EA) en el Gobierno de Ibarretxe.
Educación… y familia. Dos frentes prioritarios para la Iglesia. Munilla también ha reclamado a la clase política «más sensibilidad y apoyo» para la estabilidad de la familia. El prelado censuró en septiembre pasado que se identificara el concepto de 'mediación familiar' con «los esfuerzos en favor de una ruptura pactada» en vez de entenderla como «una terapia para superar las dificultades». No hablaba a humo de paja. Tres semanas antes el Departamento de Empleo y Asuntos Sociales había 'vendido' la eficacia de las oficinas de negociación extrajudicial que habían asesorado a más de 750 parejas en Euskadi. Nada queda fuera de la lupa episcopal cuando atañe a la esencia de su ideario.
El Ejecutivo de López ha rozado también con el Tercer Sector, las ONGs y el voluntariado -en el que tiene una fuerte presencia la Iglesia-, con determinadas iniciativas del departamento de Gemma Zabaleta, por ejemplo en cuanto al servicio de atención a extranjeros o a las ayudas sociales. Sobre la Renta de Garantía de Ingresos, representantes de Cáritas Euskadi se han reunido con los responsables de la Consejería de Empleo y Bienestar Social para acercar posturas sobre la gestión de esas políticas y matizar un discurso cargado de sospechas. Desde el Gobierno se «comprende» la reacción de entidades que han sido «muy subvencionadas», pero se defiende la necesidad de recortes, con límites y controles, para que «el sistema sea sostenible». Pero el 'tijeretazo' ha desgarrado alianzas.
«En ese ámbito se ha dilapidado la conexión del PSE con el mundo cristiano, con sus bases y sus intelectuales. Y no estamos hablando del clero, sino de sociedad civil. De organizaciones que gozan de prestigio social», reprocha un directivo de ese espacio, consciente de que la Iglesia ocupa la escala más baja en el índice de confianza. En el último Sociómetro, en el apartado de la valoración de organizaciones civiles, Cáritas figura en tercer lugar tras Médicos sin Fronteras y Cruz Roja. Ajuria Enea quiere recuperar ahora, con cierta prisa, la relación con ese tejido social. De hecho, en los contactos directos que pretende mantener López para acentuar su liderazgo figura Cáritas, donde el propio lehendakari quiere «dar la cara» para explicar su gestión.
En el ámbito de la cooperación, sin embargo, ha sido muy bien valorada la decisión del Ejecutivo de mantener el presupuesto, algo más de 50 millones de euros, a diferencia del desplome que ha habido en otras comunidades autónomas. Esa partida va a permitir continuar con proyectos de ayuda en países que atraviesan por situaciones especialmente graves, como Etiopía o Malí.
En el catálogo de apoyos a lo que supone la esfera de la Iglesia, el pasado mes de enero el Gobierno declaró como Bien Cultural Calificado, con categoría de Conjunto Monumental, el camino de Santiago a su paso por Euskadi, lo que permitirá proteger los cerca de 700 elementos que incluye en su itinerario.
El papel de Mendia
La que ha dado más la cara en la interlocución gubernamental con los obispos, además de Celaá, que ha representado a López en actos institucionales, ha sido Idoia Mendia. La portavoz del Gobierno, que no dudó a la hora de ponerse un pañuelo en su visita a una mezquita, mantiene una relación cordial con Mario Iceta, desde que coincidió con el obispo de Bilbao en una ceremonia conmemorativa del bombardeo de Gernika. Mendía convocó recientemente a los tres obispos vascos a una reunión en Vitoria para abordar diversos asuntos. Munilla y Asurmendi esgrimieron excusas en el último momento y solo acudió Iceta. Meses antes, los tres prelados sí se reunieron en Madrid, con mesa y mantel, con Ramón Jáuregui, entonces ministro de la Presidencia y encargado de las relaciones del Gobierno de Zapatero con la Iglesia.

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