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La amenaza del fundamentalismo católico

La última concentración católica convocada en Madrid en defensa de la “verdad natural de la familia” congregó a gran número de católicos. Las imágenes difundidas no admiten lugar a dudas. Como tampoco hay duda alguna de lo que allí se dijo, fundamentalmente a través de la homilía del cardenal-arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, se da de bruces con la realidad plural de la sociedad española actual.

El modelo familiar tradicional ha dado paso a multitud de modelos de familias, todos ellos absolutamente respetables cuando se basan en la libertad y el respeto mutuo de todos sus integrantes, sean quienes estos sean. Que ello no se corresponda con los criterios de una u otra confesión religiosa nada tiene que ver con su legitimidad y bondad. Y no es de recibo que la jerarquía católica española, con el entusiasta respaldo vaticano, arremeta contra una legislación como la existente en nuestro país al respecto, aprobada con estricto cumplimiento de la ley y de acuerdo con la separación de poderes propia de un estado no confesional.

No deja de resultar curioso, cuando no ya claramente alarmante, observar cómo la jerarquía católica española arremete contra unas leyes que no hacen más que dar respaldo legal a situaciones existentes en nuestra realidad social desde hace ya muchos años, ya sean éstas el reconocimiento del divorcio, de los matrimonios entre personas del mismo sexo o del derecho al aborto en determinadas condiciones. Leyes, por otra parte, existentes en casi todos los países de nuestro más inmediato entorno, sin que las jerarquías católicas de estos países llamen a rebato y convoquen concentraciones masivas de protesta.

En el fondo de la actitud de la jerarquía católica española subyace una nada disimulada añoranza de los por suerte ya lejanos tiempos de la dictadura del general Franco –“caudillo de España por la gracia de Dios”-, aquellos tiempos de la alianza entre Estado e Iglesia en los que el nacionalcatolicismo se nos impuso a sangre y fuego, mediante la perpetuación de la impía, obscena y sacrílega alianza entre la Cruz y la Espada.

Poco diferencia a esta actual jerarquía católica española de cualquier otra forma de fundamentalismo o integrismo religioso. Si no impone su doctrina es única y exclusivamente porque ahora no cuenta ya con el apoyo de aquel brazo secular que nos la impuso durante décadas de opresión, como sucede todavía hoy en otras sociedades en las que el fundamentalismo o integrismo religioso es quien manda y ordena, quien establece su criterio como único modelo posible para el conjunto de la sociedad.

Jordi García-Soler es periodista y analista político

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